Consolación para la impopularidad

Consolación para la impopularidad

Sócrates, filósofo ateniense condenado a muerte por atenienses.  Para él, no significaban nada la fama o el dinero, eran cosas totalmente irrelevantes, él buscaba encontrar la verdad; andaba por la vida descalzo y no cobraba por dar clases. A nosotros se nos ha enseñado que en conversaciones hay que agradar en vez de decir la verdad, para Sócrates no. No retractaba sus palabras porque a otros no le gustaran, tenía confianza en sí mismo pues tenía bases sólidas en la filosofía. Ni en sus últimos momentos renegó de su filosofía, que la acompañó en sus últimos instantes de su vida.

Las sociedades nos hemos creados códigos morales con el fin de saber cómo comportarnos, y es más conocido como sentido común. Simplemente las seguimos como relojes, y cuando te llegas a preguntar el porqué de las reglas sería un tanto extraño. Y eso es lo que Sócrates acostumbraba hacer, preguntaba el porqué mantenían determinadas creencias y sus comportamientos basados en el sentido común. Los cuestionaba, sembrando dudas en las personas. Así es como el filosofaba, sin escribirla nunca.

No aceptaba el sentido común sin haber buscado y rebuscado la lógica. Siempre analizando todo, llevándolo a profundos pensamientos y con preguntas como: ¿Cuántas veces puede saltar una pulga la longitud de su cuerpo? ¿Los mosquitos zumban por la boca o por el ano? Muchos nos conformamos por saber que las pulgas saltan mucho y que los mosquitos zumban con ese irritante sonido.

Laques defiende que el valor es aquella cualidad de no rendirse y sobretodo de no huir ante el enemigo o lo que nos duele. Sócrates lo cuestiona haciéndole pensar que el valor no es solo eso, sino que también la estrategia forma parte de él. Menón defendía que solo los ricos y aquellas personas que podían permitirse cosas buenas en la vida, eran los virtuosos. Sócrates le hace ver que la virtud no solo se basa en esas cualidades sino que tienes más, una persona que consigue su riqueza robando, no sería virtuosa. Después de este razonamiento Menón modifica su idea sobre la virtud al igual que lo hace Laques de la suya sobre el valor. Todo esto con una simple conversación para descubrir grandes definiciones.

Hay que determinar por nosotros mismos lo que es correcto. Aquí nos aclara que una opinión verdadera es aquel pensamiento correcto que se realiza sin tener una explicación sólida, mientras que un verdadero conocimiento implica saber por qué las alternativas de ese pensamiento no son correctas. El método socrático nos dice que uno se debe plantear situaciones en las que el conocimiento que se esté tratando puedo equivocarse. Si un enunciado correcto es aquel que no puede contradecirse racionalmente. Un enunciado es verdadero si no puede ser refutado.

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