El miedo a la muerte

Independientemente de la raza, religión o el estrato social, al nacer una sola certeza nos acompaña a todos la muerte. Josef Pieper ofrecía la siguiente descripción de la muerte:

“Que la muerte y el hecho de morir es un final, o que es un tránsito; que es una calamidad, o que es una liberación; que es algo violento, o que madura por sí solo y se desprende; que es un acontecer inevitable, o que es obra de la propia mano; que es algo natural y producido por la naturaleza, o que es algo que contradice el deseo innato” (Pieper, 1970, p. 45).

Sin importar como definamos la muerte, sabemos que al final allí esta, pero si desde que nacemos sabemos que vamos a morir ¿Vale la pena preocuparnos por la muerte?

El ciclo natural de la vida implica nacer, crecer, reproducirse y morir: la vida se complementa con la muerte, una le da sentido a la otra, y sin embargo, nos empeñamos en ver a la muerte como un enemigo que está al acecho desde nuestra concepción, “el miedo a la muerte porque ésta nos pueda arrebatar el momento presente, es tan absurdo como si temiéramos deslizarnos hacia lo bajo del globo terrestre desde la altura en que ahora felizmente nos encontramos” (Schopenhauer, 1998, p. 222). Empeñarnos en pensar en la muerte como un problema, como si pudiéramos encontrar una solución permanente a este, es antinatural.

Sin duda hay muchos factores que influyen en la presencia constante de la figura de la muerte en nuestras vidas: la edad, las enfermedades, la violencia, etc. El paso del tiempo nos hace consientes de lo finito de la vida y nos obliga a querer estar preparados para la llegada de ese momento.

El miedo a la muerte amarga la existencia de los seres humanos, según Epicuro, cada una de nuestras escasas dichas está perturbada por el continuo temor a morir, rara vez atendido, pero siempre presente como trasfondo de nuestra mente, en su Carta a Meneceo reflexiona sobre la muerte: “El peor de los males, la muerte, no significa nada para nosotros, porque mientras vivimos no existe, y cuando está presente nosotros no existimos” (Epicuro 2005), es este fragmento Epicuro critica la importancia que le damos a la muerte, enmarcado en un mundo donde lo más importante son las sensaciones, haciendo énfasis en que no tiene sentido que nos preocupemos por algo que no sentimos, pues, cuando ella está presente, nosotros no y, por tanto, no la sentimos. Entonces ¿por qué temerle a la muerte si al llegar esta no sentiremos nada? ¿Surge nuestro miedo de esa incertidumbre? ¿Es la falta de certeza al no saber que pasa al momento de la muerte y después de esta lo que nos genera tanto conflicto?

Con base en esto podemos establecer dos claras posiciones con respecto a la muerte, por un lado, están aquellos que ven la muerte como un castigo y que intentan evadirla para alargar la vida y por otro quienes la ven desde un punto de vista en donde la muerte parece un bien deseable: san Pablo a los Filipenses decía “Para mí, el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Santa Biblia, Filipenses 1:21), mostrándonos una visión de la muerte como un paso antes de llegar a la vida eterna, no sin antes claro haber vivido de cierta manera, por lo cual la vida termina siendo solo un camino de preparación para la muerte.

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