Inmanencia y trascendencia en Juan Escoto Eriúgena
Enviado por anthony padrino • 20 de Noviembre de 2022 • Ensayo • 3.995 Palabras (16 Páginas) • 87 Visitas
Universidad católica Andrés Bello[pic 1][pic 2]
Facultad de Teología
Instituto de Teología para Religiosos
Estudiante: Anthony Padrino
Profesor: Benedicto Cadenas
17/06/2022
INMANENCIA Y TRASCENDECIA EN JUAN ESCOTO ERIÚGENA
APROXIMACÓN ONTOLÓGICA
Juan escoto Eriúgena, en su articulado sistema de pensamiento, orienta el ejercicio de su razón a comprender el orden y la naturaleza del mundo y su relación con lo humano y lo divino. Desarrolla con esto el primer esquema filosófico de la edad media, considerado uno de los fenómenos más grandes del siglo IX. Este filósofo irlandés, miembro de la corte de Carlos Calvo, fusiona la filosofía y la teología, buscando con la razón dar cuenta de la realidad. Quién se adentra en su filosofía se encuentra con una ontología y una lógica un tanto complicadas y aparentemente contradictorias cuando intenta hablar de Dios en términos de eternidad, perfección, infinitud, inmutabilidad, trascendencia, inmanencia, principio, medio, fin, causa primera, ser y no-ser.
Trataremos de comprender el orden que establece el universo Eriugeniano desde una perspectiva ontológica donde encontramos rasgos dinámicos y de causalidad, tanto en lo unitario como en lo múltiple. Desde esta perspectiva es importante repasar al menos la mayor parte de su sistema de pensamiento y a partir de aquí tratar de resolvernos la pregunta: ¿Esta causa primera (Dios) que nos plantea el Eriúgena es ontológicamente inmanente o trascendente respecto de sus efectos (creaturas)?
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Precisamente, al comenzar el primer libro de su obra maestra De divisione naturae, que es la base de su sistema de pensamiento, Escoto establece, por acción del maestro que dialoga con su discípulo, una división de la naturaleza en las cosas que son y las cosas que no son, o al menos que pueden considerarse que son y no son, pues no son en rigor o sentido pleno. Esta división a la que alude “es la operación fundamental de la dialéctica platónica”[1] que divide todo lo que existe en los conjuntos del ser y del no ser, según la doctrina de Parménides y de Platón. Ahora bien, Eriúgena nos presenta cinco modos o sentidos para poder interpretar el ser y el no ser:
…todas las cosas que caen bajo la percepción de los sentidos corporales o de la inteligencia se dice con verdad y razonablemente que son, y, en cambio, las que por excelencia de su naturaleza escapan a la percepción no sólo de todo sentido , sino de todo entendimiento y razón, parecen con razón no ser…[2]
Así nos presenta Eriúgena el primer sentido en el que entiende el ser, a saber, que todas aquellas cosas que podemos captar sensorialmente o que podemos alcanzar con el entendimiento se dice que son, mientras que aquellas cosas que no podemos percibir por los sentidos y que nos trascienden se dice que no son.
…el que se advierte en los órdenes y diferencias de las naturalezas creadas, se inicia en el poder intelectual que ocupa el puesto más elevado y próximo a Dios, y desciende hasta el último grado de la creatura racional e irracional…[3]
El segundo sentido es el de las cosas inferiores en relación con las cosas superiores y viceversa, en el que, de cada una de las cosas, en cada orden, se puede decir que son y no son respecto de las demás. De esta manera, al afirmar el ser de lo superior negamos el ser de lo inferior, y al negar el ser de lo superior afirmamos el ser de lo inferior. Este sentido llega a su límite cuando se trata de la “suprema negación” (Dios), ya que no se puede negar o afirmar nada más arriba del ser superior.
…lo que respecta a la materia como lo que respecta a la forma, se conoce a través de la generación en el tiempo y en el espacio, suele el uso humano de hablar decir que es, mientras que lo que[…] no aparece a la luz a ni en cuanto forma ni a la materia, en el espacio o el tiempo y demás accidentes, suele el mismo uso de hablar decir que no es.[4]
En este tercer sentido se dice que las cosas que están por desarrollarse pero que aún no se han desarrollado y conservan aun su verdadera naturaleza en sus “virtudes seminales” no son, mientras que de aquellas que su potencialidad se hace acto (en términos aristotélicos), es decir, que se han desarrollado, se dice que son (existen). Existen cuando se hacen presentes, se materializan y se captan por los sentidos en tiempo y espacio.
…tan solo son en sentido verdadero las cosas que son comprendidas por solo el entendimiento, mientras que aquellas que en la generación sufren cambios, se unen y se separan a través de las expansiones y contracciones de la materia y de los intervalos de tiempo y espacio, se dice que no son…[5]
En este cuarto sentido, Eriúgena se refiere a las ideas u objetos intelectivos de nuestra razón, de las que podemos decir que son. De todas aquellas cosas que son materiales, se delimitan en el espacio y el tiempo, que devienen y que son susceptibles a la disolución y al cambio se dice que no son.
… el que la razón contempla tan solo en la naturaleza humana, la cual, al abandonar por el pecado la dignidad de la imagen divina en la que toda propiedad subsistió, merecidamente perdió el ser…[6]
El quinto y último sentido que nos presenta Escoto para entender el ser y el no ser, se relaciona directamente con la naturaleza humana, que deja ser en tanto cuanto se aleja de la gracia divina por causa del pecado y vuelve a ser en tanto que se reconcilia con Dios.
Con este panorama de comprensiones que se nos presenta podemos reconocer que el término “naturaleza” para Escoto, no significa solamente las cosas que están en la naturaleza que conocemos, también representa la naturaleza que no conocemos, aquello que nos trasciende y que se encierra en la esfera de lo divino, celestial, sobrenatural, etc. De esta manera, podemos decir que el significado de naturaleza en Escoto implica la concepción del ser o en del ente en cuanto ente en todas sus extensiones, desde el ser más supremo (Dios) hasta la escala más inferior de esta jerarquía, encerrando incluso —de alguna u otra forma— el no ser, o más bien, mostrándonos —como quisiera Heidegger— la negatividad del mismo para intentar no hacerlo peligrosamente contradictorio, ya que “por el no-ser no se entiende la nada, sino solamente la negación de las varias determinaciones posibles del ser”[7]. Podríamos decir de alguna forma, que la intención de Eriúgena no era hacer una suerte de cosmología o macro explicación del universo, sino una ontología.
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