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Introducción General al Planteo de la Experiencia como Fenómeno Humano.


Enviado por   •  17 de Abril de 2016  •  Apuntes  •  1.794 Palabras (8 Páginas)  •  241 Visitas

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Introducción General al Planteo de la Experiencia como Fenómeno Humano.

1. Descripción Fenomenológica y Caracterización General.

Pasaremos a detallar algunas puntualizaciones en donde el concepto de “experiencia” (en su sentido más común posible) estará enmarcado con el término (ciertamente indeterminado y ambiguo) de “algo”. Etimológicamente la palabra “experiencia” se forma de “peri”, “alrededor de”; “empeiría”, “en torno de” y la preposición latina “ex” que significa entre otras acepciones, “estar orientado hacia”, “expuesto a”, “estar abierto para”. La experiencia, entonces, es un como “un estar vuelto hacia” afuera, en diálogo y comunión, “alrededor de” una realidad para asumirla desde distintos aspectos. En la experiencia existe un elemento objetivo, la realidad que se pretende experienciar, y un elemento subjetivo, el hombre que sale de sí. En el encuentro de ambos, “algo” se modifica, tanto en el sujeto como en el objeto. La experiencia así entendida resulta el modo humano como interiorizamos la realidad integralmente considerada. Nuestra manera de situarnos en el mundo y la manera cómo el mundo se sitúa en nosotros, el mutuo intercambio. Desde este concepto general pueden ser situadas todas las experiencias posibles.

La experiencia es “algo” que nos pasa, nos acontece, nos viene como dada y ofrecida en la gratitud de la existencia para vivirla y realizarla.

La experiencia es “algo” que nos deja un sello, nos marca una impresión particular.

La experiencia es “algo” que se vive especialmente. Nos interpela, nos moviliza, nos reclama, nos cuestiona, nos compromete integralmente, nos otorga la posibilidad de enriquecernos. Ninguna dimensión de nuestro ser y nuestra personalidad se sustraen del impacto del suceso. Una verdadera experiencia nunca nos puede dejar indiferentes, no nos permite permanecer igual que antes.

La experiencia es “algo” que cada uno tiene que realizar por sí mismo. Otros podrán decir qué es o cómo hay que hacerla, pero cada uno debe hacer “su” experiencia. La pedagogía de las experiencias sólo permite que puedan ser compartidas a modo de “sugerencias”, “proposición”, u “orientación”. Nunca como “paradigmas” absolutos, universalmente válidos y estáticos. Una experiencia no es una ley o una norma objetiva. En este sentido, las experiencias son siempre “relativas” y, de algún modo, intransferibles, en cuanto que son eminentemente personales, lo que se puede comunicar es nuestra percepción de la experiencia pero no la experiencia misma. En esto radica su riqueza y su límite a la vez: “antes llamaban “alma” a la experiencia” por su carácter de cierta “incomunicabilidad” e intransferencia.

La experiencia es “algo” que nos otorga un mayor conocimiento de nosotros mismos, también permite el desarrollo de alguna aptitud que antes no se potenciaba o la adquisición de lo no se tenía.

La experiencia es “algo” que al interpelarnos no produce un planteo, nos abre horizontes, nos suscita nuevas preguntas y perspectivas, nos brinda una nueva mirada, nos produce un “re-acomodamiento”.

La experiencia es “algo” que existencialmente nos resulta importante y valorativo. A partir de la experiencia, necesariamente, algo cambia. Hay un “antes” y un “después”. De lo contrario, no es una genuina experiencia en cuanto acomodamiento sino, simplemente, un hecho, una trivialidad.

La experiencia es “algo” que después de acontecido nos posibilita un cambio de actitud interior, un crecimiento cualitativamente positivo, incluso cuando objetivamente lo acaecido no haya sido positivo.

Sin duda que esta puntualización sumaria no tiene la pretensión de ser exhaustiva. Sólo desea ser un somero bosquejo que nos ayude a una aproximación global.

2. Caracterización particular de la experiencia.

Después de haber sondeado algo sobre opiniones un tanto genéricas y comunes, ahora caracterizaremos: la experiencia en un nivel más profundo entre lo psicológico y lo filosófico:

Existe una diferencia psicológica entre “sensación” y “experiencia” que a menudo, no tenemos en cuenta. La experiencia  tiene, en sus distintos niveles, varias sensaciones que van desde lo más periférico a lo más profundo. La diferencia entre sensación y experiencia es análoga a la que existe entre “reacción” (lo “emotivo”, lo impulsivo, lo más primario) y la “actitud” (lo espiritual más elaborado interiormente). Toda experiencia tiene sensaciones (físicas, anímicas, espirituales) pero no toda sensación (incluso algunas muy profundas) implica necesariamente una experiencia. Esta distinción nos permite discernir entre “experiencia” y “vivencia”. Ésta última es la situación psíquica, con sus sensaciones, emociones, sentimientos y valoraciones que anteceden, acompañan o siguen a la experiencia, las cuáles son producidas en el sujeto. La “vivencia” es consecuencia de la experiencia. Es la vivencia la que surge como resultado de la experiencia y no al revés.

La experiencia tiene un elemento personal que la “cualifica” humana y existencialmente: La “significación”, el sentido subjetivo que cada uno le otorga a lo vivido, el valor de referencia a la propia vida y situación. Toda experiencia, para ser tal, necesariamente, debe ser “significativa”, tener su propio peso existencial. De lo contrario, no es más que una simple “sensación” o un “hecho”, no una experiencia o un acontecimiento.

La experiencia no es acumulativa “cuantitativamente” – con más experiencias (numéricamente hablando) se tiene más crecimiento (progresión) en una proporción matemática – sino incorporadas, internalizadas, procesadas o capitalizadas “cualitativamente”. La “cualificación” implica la dimensión psicológico-espiritual, no la físico-matemática. La asimilación existencial de una buena experiencia nos puede hacer crecer más que muchas experiencias mal incorporadas. Esto posibilita que la cronología cuantitativa de los años biológicos no siempre se desarrolle armónicamente al proceso de la madurez o inmadurez personal. Puede existir alguien cronológicamente avanzado y psicológicamente inmaduro, y viceversa. El crecimiento humano debe ser unificador y armónico debido, precisamente, a este elemento “cualificador” de las experiencias.

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