Recesion
Enviado por Ximena Rodriguez • 5 de Julio de 2019 • Apuntes • 1.149 Palabras (5 Páginas) • 102 Visitas
La segunda parte de la obra de Mario Vargas Llosa, que lleva en mismo nombre que el libro, nos ofrece una serie de temas que van desde el arte, los medios de comunicación, la política hasta el sexo, donde a cada cual analiza y presenta su realidad actual frivolizada. En este trabajo no pretendo comunicar los puntos en los que converjo con él. Sencillamente trataré de bosquejar una breve crítica (a partir de la reflexión de Benedicto XVI sobre el eros en su encíclica Deus Caritas Est.) a algunas proposiciones que hace Vargas Llosa respecto al sexo, donde creo no asentir.
Antes, quisiera permitirme una justificación sobre el porqué recurro insistentemente al pensamiento del Papa Emérito en mis trabajos. Ya el Nobel Peruano relata en el texto que hace décadas eran todavía los científicos, los profesores, compositores, filósofos e incluso los teólogos quienes ejercían influencia sobre los gustos, las costumbres y las modas, influencia que hoy imponen las estrellas del futbol, de la música y el espectáculo, apropósito. El entonces joven sacerdote alemán Joseph Ratzinger, al escribir una de sus más grandes obras, la Introducción al Cristianismo comienza con el relato parabólico de Kierkegaard sobre el payaso y la aldea, que Harvey Cox resume en la Ciudad Secular[1], el teólogo no es más que un payaso, que vestido con sus ropajes tradicionales, cuanto más trate de trasmitir su mensaje, por más serio que se trata, el auditorio le escuchara quizás con atención, pero sin inmutarse por la gravedad del mensaje. Sencillamente, al hombre posmoderno de nuestros días, la voz del teólogo no es más que un monologo vacío de contenido, quizás por conveniencia o por falta de testimonio. Sin embargo, creo que hoy como siempre la voz de estos guardianes de la fe sigue siendo signo de contradicción para muchos.
Según Vargas Llosa, el sexo ha experimentado notables cambios, a partir de la liberalización de los tabúes y prejuicios antiguos de carácter religioso que mantenían al hombre en un esquema de prohibiciones, de las cuales éste, desde el ámbito secreto y clandestino podía realizar, digamos, cualquier acto “erótico” que contribuyera al ennoblecimiento espiritual y artístico del sexo. Seguido de esto, la civilización del espectáculo, con su tecnología y el expendio virtual de mercancía humana ha sacado a la luz pública, a la imagen o el video el erotismo que desde su hermetismo puritano desacataba la norma o desafiaba las costumbres. Realmente es la pérdida de lo privado lo que le molesta al reconocido escritor, no es en realidad que la persona se quede reducida a una mercancía, a una cosa que se vende y se compra, es simplemente una mezquina melancolía de que el sexo es cosa de la cama, de lo prohibido que hay que romper en secreto, que a final de cuentas suscitaba grandes y memorables obras en las artes: oculta y peligrosa hipocresía.
Dadas estas premisas, veo una perspectiva distinta del origen y riesgo de la cosificación de la persona y la reducción de la grandeza de la sexualidad a la mera genitalidad. Según Nietzsche, el Cristianismo habría dado al eros un veneno que le hizo degenerar en el vicio. La Iglesia con sus prohibiciones y preceptos ¿no está convirtiendo en algo amargo lo más hermoso de la vida? ¿Es que realmente la Iglesia ha destruido el eros?
Desde la primera parte de su primer encíclica el Doctor de la Verdad nos dice:
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