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Reflexiones sobre el “Ser ó No Ser”


Enviado por   •  28 de Octubre de 2017  •  Ensayo  •  1.825 Palabras (8 Páginas)  •  269 Visitas

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Reflexiones sobre el “Ser ó No Ser”

La única certeza con la que el ser humano nace y vive su vida es que indefectiblemente algún día morirá. Por lo que viene entonces la pregunta por el sentido de la existencia.

Es imposible «comprender» el sentido de la vida desde la razón pura. Se puede descubrir unas cuantas aproximaciones, algunas ideas que tangencialmente rozan su respuesta. Pero la verdad se devela con más claridad sólo ante lo más profundo del corazón a través del amor. De esta manera es como realmente nos apropiamos de algunas verdades. Porque el lenguaje de la vida humana, su lengua materna, es el amor.

Nuestro lenguaje es un modo de expresión de nuestros pensamientos. Y cabría decir que en nuestra época estos pensamientos se han ido conformando de una amalgama de calculismo y consumismo y se ha abandonado la reflexión profunda y trascendental.

Sin el alimento de esta reflexión, las calles han quedado pobladas y sobre pobladas incluso, de “Hombres muertos caminando”, como fantasmas. Seres a quienes lo único que los hace diferentes de los animales no racionales es que pueden calcular y comprar.

Estos “Hombres muertos caminando” huyen de la muerte, su sola presencia lingüística; les da pavor. ¡Qué paradoja! ¡si lo único realmente cierto es que todos y cada uno de nosotros va a morir!

Para el resto de nosotros viene entonces la pregunta por el modo, por el cómo vivir.

Si la muerte no admite elección, y el inicio de la vida tampoco, entonces ¿qué elegimos?

Lo único que nos queda (y que no es poco) es elegir el camino de un lugar al otro; o simplemente no elegir, y dejar que la vida decida por uno.

En esta última alternativa ensamblan muy bien los calculadores y los consumistas. No viven grandes elecciones, sólo deciden nimiedades convencidos de que su libertad tiene pleno despliegue con ello. El placer que les provoca la sensación de tener cosas, personas, contactos, títulos, honores, cargos, etcétera, los aturde y los anestesia.

Anestesiados ya, pueden sobrevivir buscando la utilidad, los medios como si fueran fines, los resultados, lo igualitario, lo joven, lo físico, lo entretenido. El consumismo anestesia al hombre para que el cálculo irrestricto no le duela.

Lo que mueve al mundo

Las estructuras y poderes fácticos mantienen patente el imperio de lo útil y consumible, porque ese imperio es un buen negocio. Y los buenos negocios son una expresión de poder. Así tenemos que el mundo está lleno de seres adictos al trabajo, al sexo, al deporte, a los hijos, a la diversión, como si todo eso y ellos fueran productos.

La trampa está en que a diferencia de las “adicciones tradicionalmente patológicas” como el alcoholismo o la drogadicción, estas otras adicciones pasan casi desapercibidas, incluso, son alabadas por el Imperio, pues constituyen una fuente de riqueza.

Si la elección consiste en actuar, en “Ser”, en implicarse en la vida, porque implicarse es una necesidad distintiva del ser humano. Y si queremos satisfacer esa necesidad, y no reprimirla ni ahogarla para “No ser”, es necesario que además de conocer con la mente (pensar) que conozcamos con todo el ser, es decir, experimentemos.

La experiencia (la acción) es el modo de conocer al ser. Ella no se limita a una función o facultad del ser, sino a su totalidad ontológica. Y he ahí la diferencia cualitativa de la vida pensada y de la vida vivida. Una “ocupa” pero la otra “llena”.

Si nuestra necesidad distintiva es la experiencia, cabe preguntarse qué clase de experiencia existe. Hay muchas, pero analicemos por ahora una de ellas: Tener y Ser.

En el tener hay claramente un sujeto y un objeto. Estos no se confunden ni se integran. En cambio, en la experiencia del ser, es el propio sujeto el que incorpora en sí mismo a una cualidad o característica que antes no le pertenecía. Y esa pertenencia no puede desvincularse de la persona. En otras palabras, cada persona incorpora las experiencias de modo particular y único.

Así se produce la subjetivización. Lo que estaba fuera, se hace parte del ser humano, de modo que casi no se distingue el objeto del sujeto. La calidad está dentro de sí. A diferencia de la tenencia, en la que el objeto está fuera.

Por eso cuando el hombre vive del tener, vive enajenado, porque nada le implica, nada la pertenece, nada ha aprehendido. La medida de su ser, la vive en función de lo que tiene, entonces vive fuera de sí.

Si la experiencia del tener es la única, por más haberes y cúmulos de hechos que coleccione el hombre, éste permanece vacío, insatisfecho y además inquieto, pues, según los parámetros de la tribu, «tiene todo para ser feliz» y sin embargo no lo es.

El Ser

Parece entonces que en el “Ser” estaría la clave de la experiencia.

Ahora bien, tampoco da lo mismo cómo, porque la experiencia puede ser activa ó pasiva. El «ser activo» importa el uso de las habilidades personales, el poner de sí mismo en lo que se “hace” y entonces el “hacer” se transforma en “crear”.

Ahora bien, si nos quedamos con el ser activo, ¿de qué modo debe ser para que la vida humana tenga sentido? La esencia es lo que hace que una cosa sea lo que es. Por lo tanto, eso que es característico lo distingue de la nada y lo distingue de las demás cosas.

Lograr el desarrollo de esa esencia parece ser lo que le da sentido a la vida humana, lo que la hace ser vivida y no sobrevivida.

El tiempo, es una de las propiedades de la vida personal. Entender qué es el tiempo, puede pavimentar un poco el camino hacia el sentido. Vivimos solo por un plazo determinado del tiempo, el cual no es tan largo como para vivir filosofando, ni tan brevísimo como para no hacerlo. Convengamos que es breve. “El hombre es el

ser que comienza demasiado tarde y acaba demasiado pronto”. En cuanto adquirimos lecciones, ya casi nos expusimos a todo lo que requería esa sabiduría que nos

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