Rescatar la obra de Pierre Bourdieu.
Enviado por andycuerva • 6 de Octubre de 2015 • Apuntes • 1.804 Palabras (8 Páginas) • 113 Visitas
Para rescatar la obra de Pierre Bourdieu, es necesario ubicarnos en su enfoque sociológico. Una sociología de la cultura que, como parte de la sociología del poder, permite pensar diferentes problemas del campo de las ciencias sociales desde un enfoque transdisciplinario, combinando una serie de herramientas teóricas con exhaustivos análisis empíricos. Debemos también a Bourdieu su intento por comprender la relación entre lo económico y lo simbólico a partir de las relaciones de clase y más allá de ellas, es decir, teniendo en cuenta otras formas de poder que contribuyen a la diferenciación social. No es suficiente observar el lugar que un sujeto ocupa en las relaciones de producción. También es importante describir el barrio en que vive, la escuela a la que asiste o asistió, sus lugares de vacaciones, lo que consume y la manera de hacerlo, entre muchas otras prácticas.
Pero por sobre todas las cosas, considero que la obra de Bourdieu es un intento de desmitificación, de desnaturalización, de “reflexividad” sobre aquello que se nos ha tornado cotidiano y “natural” y que sin embargo, responde a principios sociales e históricos. Así, desde su perspectiva, ningún gusto es un acto individual ni existe la creación intelectual libre. No existe la “genialidad” del artista o escritor sino que todo acto de creación, por más único e irrepetible que se nos presente, responde a una serie de regularidades y participa de la producción simbólica de una época histórica. Su premisa de que “lo real es relacional”- oponiéndose a ciertas lecturas sustancialistas que atribuyen determinados significados intrínsecos a los objetos- nos permite llegar a la conclusión de que ni siquiera el acto considerado “más libre” –elegir un libro, ir de paseo, asignar sentido a una obra o tomar una fotografía- es azaroso. Todas las elecciones se vinculan a la ubicación de los sujetos en el espacio social y a su vez, responden a dos criterios de diferenciación: el capital económico y el capital cultural. Es importante destacar que este modelo relacional nos permite observar el vínculo entre prácticas simbólicas y posiciones sociales, además de concebir que cualquier elemento que se analice –la clase social, las prácticas culturales, la lectura o los consumos, por citar algunos ejemplos- no se pueden definir por propiedades intrínsecas sino por una estructura de relaciones entre esas propiedades.
Vayamos a sus conceptos clave, presentes tanto a lo largo de su obra como en este libro. Conceptos que nos permiten reflexionar sobre el campo intelectual, su lógica de funcionamiento, las reglas de consagración de obras y autores, y a partir de allí, la posibilidad de analizar y objetivar un proyecto creador. En primer lugar, un elemento central es la noción de campo como espacio de juego, de relaciones desiguales y de disputa entre diferentes agentes que luchan por la apropiación del capital específico de ese campo. Quienes mayor capital ostenten, ocuparán una posición más privilegiada en ese campo, pudiendo ejercer el monopolio de la violencia simbólica. Lo característico de un campo, entonces, consiste en la lucha por el capital que genera relaciones de fuerza entre sus agentes, aunque el modo de describir esa relación sea a partir de la reproducción del juego. Esta caracterización permite a Bourdieu profundizar, en este libro, alrededor de la noción de illusio, como la forma de acordar un juego y apuestas dignas de ser perseguidas, como el acuerdo para jugar y la creencia en esa apuesta. La autonomía relativa refiere a la especificidad de cada campo, aquello que lo hace particular y diferente de otros, aunque se encuentre atravesado por diferentes condicionamientos así como por el campo del poder. Pero en particular, la noción de campo le permite a Bourdieu pensar en un espacio de mediación entre la base y la superestructura, así como entre lo social y lo individual. Por ende, para acercarnos a su análisis debemos tener en cuenta la posición del mismo en relación con el campo del poder, las posiciones que van ocupando los distintos agentes, entendidas como sus tomas de posición, así como los esquemas de percepción, pensamiento y acción interiorizados por los agentes de ese campo. Por su parte, el hábitus refiere a lo “social hecho cuerpo”, a lo estructurado y lo estructurante o bien, a disposiciones o principios generadores de prácticas que diferencian -nos hacen “distintos”- y a su vez, son diferenciantes -nos hacen “distinguidos”-. Por lo tanto, el hábitus remite a aquel proceso en el cual lo social se “interioriza”. Desde allí, debemos pensar en una interacción dialéctica entre hábitus y prácticas que realizan los sujetos.
Este libro en particular, está compuesto por once artículos inéditos en lengua española. Cada capítulo presenta una dimensión particular del campo de los bienes culturales. Podríamos decir que retoma, profundiza, amplía y complementa algunas líneas desarrolladas en dos grandes obras del autor: La Distinción (1988) y Las reglas del arte (1985). Resulta significativo destacar el carácter coloquial de la obra, dado por la divulgación de algunas entrevistas y conferencias, además de la presencia de artículos que fueron publicados en diferentes libros. Ello permite encontrar un tono de diálogo y un carácter permanentemente dinámico a toda su problematización.
Cada capítulo se propone “desmitificar” algún aspecto del análisis de los fenómenos sociales y culturales, que pasaremos a enunciar. En primer lugar, es un esfuerzo por desnaturalizar el lugar del artista ya que en realidad, es la lógica de ese campo la que sanciona los objetos como “artísticos” y “mundanos”, como “consagrados” o “profanos”. De esta manera, la sociología se plantea como un instrumento de liberación del “artista”. La “mirada” es el producto de la historia de la educación familiar, la escuela o bien, de los museos que promueven determinadas disposiciones artísticas en detrimento de otras. Por lo tanto, también hay un esfuerzo por desmitificar el lugar del “museo”. No se trata de un lugar de mera exhibición sino de una institución que consagra determinadas obras. Frente a la pregunta: ¿quién creó al “creador”? o bien, ¿dónde se sustenta la creencia en el valor de la obra de arte?, Bourdieu nuevamente responde que es la lógica del funcionamiento del campo artístico la que explica esto, planteando la necesidad de explicar la existencia de una “cultura legítima” que es la que impone y opone “goce vulgar” y “goce superior”.
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