Silencio nunca eterno

Silencio nunca eterno.

A veces es difícil lograr encontrar momentos de silencio en nuestras vidas, pasa que vamos tan rápido que su frecuencia casi no parece importar y es ahí donde pareciera necesitamos callar por completo para por fin poder escuchar lo que realmente anhelamos: Aquel que conocemos y amamos.

Lo conozco y por eso lo amo, lo amo porque lo conozco. Sé que Él me ama porque me conoce y sé que me conoce porque me ama. Es por Él que hoy busco silencio en mí para no huir por medio de todo aquello que me aleje de Él y que se disfrace a través del ruido.

Hoy quiero morir a mi mismo para saber vivir su misericordia, corazón para mi miseria. Concederme la gracia de poder abrazar la cruz y ahí por fin, comprender lo que tanto me hace falta escuchar por medio del silencio.

El silencio puede hacerse presente por diferentes medios y pasa que en mi morir, encuentro un silencio que me trae dudoso, tibio. Manos vacías y sin llenar, aquí me doy cuenta de que es un silencio que no quiero y tampoco busco, mi corazón anhela salir de aquí y encontrar ese otro reconfortante. Voltea a ver y se da cuenta de que, dejándose llevar se encuentra en aquel que Salva, que llena.

Sé que es necesario discernir entre en cuál silencio me encuentro, si en aquel que no me deja yacer en paz o aquel que me deja vivir. Me dejo amar y me doy cuenta de que, por medio de sus ojos, puedo ver aquella frecuencia con la que mi corazón baila.

Es aquí donde por fin logro comprender que aquel silencio ruidoso no es para siempre y que una vez me deje llevar, puedo encontrarme con ese silencio en el que me puedo desenvolver y por fin, descansar.

Gracias al Silencio nunca eterno, me doy cuenta de que, si me dejo amar, escucho lo que más anhelo: Lo que conozco y lo que amo. Es aquí donde en mi silencio, aquel que me permite bailar en calma, lo único que escucho es: Nada me separará de ti, Te amo por siempre.

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