A una locomotora
Enviado por diegovilla98 • 10 de Enero de 2013 • 328 Palabras (2 Páginas) • 486 Visitas
“A una locomotora”:
¡Tú serás el motivo de mi canto!
Tú, tal como te presentas en este instante, entre la borrasca
que avanza, la nieve que cae y el día de invierno que declina,
Tú, con tu armadura, tu doble y cadenciosa palpitación,
tu convulsivo latir;
Tu cuerpo negro y cilíndrico, tus cobres brillantes como el
oro, tu acero límpido como plata;
Tus pesadas barras laterales, tus bielas paralelas, cuyo vaivén
anima tus flancos a modo de lanzaderas;
Tu jadeo y tu gruñir rítmicos, que ora se agrandan, ora
decrecen a la distancia;
Tu gran reflector fijado en medio de tu negro frontal;
Tus oriflamas de vapor que flotan, largas y pálidas, ligeramente
purpuradas;
Las densas nubes que vomita tu chimenea;
Tu osatura bien ligada, tus resortes y tus válvulas, el vértigo
de tus ruedas temblorosas;
La procesión de vagones que te sigue,
A través de la tempestad o de la calma, ora rápidos, ora
lentos, corriendo sin desfallecer.
Tipo del mundo moderno –emblema del movimiento y de
la potencia- pulso del continente;
Ven a secundar la musa, ven a amalgamarte en esta estrofa,
tal como ahora te contemplo,
Con la borrasca y las ráfagas que tratan de rechazarte y la
nieve que cae;
Con la campana que haces resonar para advertir tu paso
durante el día,
Y por la noche, con las mudas linternas en tu frente oscilante.
¡Belleza de voz feroz!
Rueda a través de mi canto con tu música salvaje,
Con tus linternas oscilantes en la noche,
Con la risotada de tus locos silbatos y el trepidar de tus
ruedas que retumban despertándolo todo a semejanza de temblores
de tierra;
Nada más completa que la ley que te rige, ni más recta
(a pesar de sus curvas) que la vía que sigues:
(La bonachona dulzura no es para ti, ni el lloriqueo de las
arpas, ni las elegías de los pianos),
Tus trinos de penetrantes gritos, las rocas y las colinas t
los devuelven,
Los lanzas más allá de las vastas praderas a través de los lagos.
¡Hacia los cielos libres, desenfrenados, gozosos!
Walt Whitman
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