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AMIGOS Y AMIGAS


Enviado por   •  20 de Marzo de 2019  •  Ensayo  •  3.087 Palabras (13 Páginas)  •  129 Visitas

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AMIGOS Y AMIGAS      

Muchos creen que para obtener lo que se desea hace falta «imponerse a. los demás. A1gunos, incluso, admiten que un buen motivo para vivir es «tener un enemigo». La amistad, que es un valor tan universal como antiguo, está en entredicho con gente de este tipo. Está claro que otros, al contrario, hablan con facilidad de sus «muchos amigos». Llaman a simples conocidos, o a personas que les han sido solo presentadas, sus ~t Depende de lo que se entienda por esta palabra. Un gran filósofo de la amistad como Aristóteles parece tener también un concepto muy holgado de ella cuando escribe: «En los viajes, se puede as mismo observar cuán familiar y amigo es todo hombre para todo hombre».

¿Puede no tenerse amigos? ¿Hasta cuántos, cii cambio, podemos llegar a tener? ¿Hay algo en las relaciones humanas que se tenga más preciado que la amistad? Esta relación tiene en común con el amor que la persona es el fin, no el medio, El otro está en primer término, no es instrumento o paso obligado para otros intereses, y por descontado no es él mismo objeto de un intercambio de intereses. La amistad es, pues, una relación interpersonal finalista, no mediatizada a propósito de algo distinto a ella. Ahora bien: no es un medio, pero no podría existir sin un medio como el tiempo. En eso es igual también el amor. Ambas son formas de atracción personal que piden el contacto, el diálogo, la comprensión, realidades que necesitan tiempo, y cuya sustancia está amasada con la pausa y la mutua dedicación. Sin embargo, las ocupaciones y la prisa nos impiden disponer de este imprescindible tiempo para cultivar las dos clases de afecto. El amor se hace, así, vulnerable al oleaje, no ha echado anclas, y la amistad se conforma con un superficial ramillete de «amistades», no propiamente de amigos y amigas con quienes

tejemos y destejemos nuestro tiempo. Este es no solo «ocasión», sino «prueba» de la existencia del afecto: el tiempo que disfrutamos cuando estamos con la persona querida, el tiempo que padecemos cuando no está, el tiempo, en fin, que necesitamos para conservarla. Si no les dedicamos tiempo, los amigos se pierden.

Es justamente lo que más se reprocha hoy al final de una historia de amistad. Unos nos dirán que no estábamos para nadie ni nos interesábamos tampoco por ellos. Otros, en cambio, nos acusarán ya no de «defecto», sino de «exceso de asequibilidad»: de querer estar para muchos a la vez y, así, de no ocuparnos lo suficiente de ninguno. El reproche es nuestra tacañería o malversación de tiempo, algo sustancial para el amor y la amistad.

Pero, sea como sea, amor y amistad tienen entre sí sus diferencias, aunque son más de «grado» que de naturaleza. La amistad, por lo pronto, no es tan emocional o apasionada como el amor. Se diría que la voluntad y la razón se encuentran menos disparejos con ella. Es evidente, por otra parte, que los amigos no tienen la relación íntima y en muchos sentidos excluyente de los amantes. Estar a salvo de la intimidad es incluso bueno para aquellos, que además no ven ningún obstáculo en compartir la persona querida. En contraste, a casi nadie gusta que otros participen de su pareja, y hablando del amor familiar, no se comparte tampoco el amor de madre, o el del hijo único hacia ella. La amistad es más sociable y, para bien y para mal, “objetivadora”, porque es más fácil que en el amor ver las cosas como son, pero es mucho más embarazoso y arriesgado decirlas. Si la mentira es lo que pone en peligro el amor, la verdad es lo que suele echar al traste la amistad. Vemos, pues lo que empieza a distinguir más de fondo a la amistad del amor.

Hay otra cosa, de acuerdo con lo anterior, en que una y otro son antitéticos. Aun teniendo tanto en común, al crecer se influyen de manera contraria. El hecho es que el amor mejora con la amistad, pero esta puede ser complicada por el amor Cuando los amigos se transforman en amantes cambian las reglas básicas de juego. Aparecen el deseo, la exclusividad, los celos, El intercambio es otro, El encanto de la objetividad respetuosa y a la vez tranquila y natural ha desaparecido. Contamos con un amante, pero el amigo ha sido absorbido de golpe por la nueva relación, envolvente y exclusiva.

Amistad y amor son hijos por igual de atracción mutua y los complejos fenómeno de simpatía entre las personas. Con todo, eso nos descubre otros rasgos diferenciadores de las dos clases de afecto. La relación de simpatía entre amigos dependerá mucho menos de los estímulos sensoriales y del instinto sexual que. la relación amorosa. En la amistad se hacen más evidente otras manifestaciones de la simpatía, igualmente determinantes de aquella. Son, por ejemplo, la participación afectiva, la cooperación desinteresada y la identificación personal. Quisiera recabar la atención para esta última. Identificarse con alguien es un proceso psicológico por el que de una manera inconsciente un individuo tiende a parecerse a otra persona. Los niños lo hacen respecto de sus padres; los adolescentes se identifican con otros de la misma edad o con sus líderes y mitos. En todos estos casos hay una apropiación del «papel» o significado de la persona imitada, Es la llamada identificación heteropática, con la que nos asimilamos a la otra persona. Pero en la amistad adulta este proceso es de otro tipo y casi inverso: identificamos a la otra persona con nosotros mismos. Ella es como nuestro álter ego. Tal identificación idiopática, ahora, es la que interviene en los fenómenos de simpatía que empiezan a hacer posible la amistad, En el amigo o la amiga hemos visto a «otro yo». Uno y otro somos «tal para cual». Esto no es así en el amor. Pocas veces vemos en nuestro ser amado a] otro yo. En el mejor de los casos, es nuestra «media naranja». Pero eso ya es distinto de lo anterior. El amante es la «parte» del yo que nos falta; no «otro yo». Así, en el amor la simpatía actúa por contagio emocional y una suerte de complementación, mientras que en la amistad lo hace sobre todo por identificación. En la primera clase de atracción es el tú del otro lo que encaja en mi yo: el camino del amor equivaldría al conocimiento del tú radical. Pero en la amistad es mí yo el que se adapta al tú ajeno: su camino sería el conocimiento del yo por reflejo en el tú. El amigo es otro yo.

Pese a todo, la amistad no ha de ser vista como una, especie de duplicación del «amor a uno mismo». En ella, al igual que en el amor, queremos e] bien del otro, Su felicidad puede pasar por delante de la nuestra, Aunque la autoestima no tiene por qué desaparecer. Ayuda, incluso, a que el vínculo de los amigos sea más resistente, De modo que el amor propio o un exceso de autoestima pueden romper este lazo, pero también, en el otro extremo, el nulo aprecio de uno mismo, Un amigo así no nos querrá a nosotros mucho más de lo poco que se quiere a él mismo. La amistad debe contribuir en estos casos a mejorar la autoestima decaída. La mutua compensación es uno de sus dones previstos, y si no la consigue puede que sea una amistad imaginaria, Algunas lo son, como ciertos amores.

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