ARISTOTELES Y EL PASTELERO

¿Cómo un pastelero puede hacer 50 pasteles iguales?, esa era una gran inquietud que debía resolver Sofía Amundsen, inquietud que el sabio Platón le había dejado, además de resolver ¿Por qué todos los caballos son iguales?, ¿Si es el alma inmortal? Y ¿si las mujeres y los hombres tenían la capacidad de razonar? Pero cuál era realmente el propósito de aquel ejercicio filosófico, que aunque un poco complejo y quizás hasta mal formulado para algunos, puso en vuelo la mente de Sofía.

Pues bien al resolverse cada uno de estos interrogantes se estaría dando la introducción al pensamiento del discípulo que nos presentó a su maestro a través de sus extensos diálogos, aquel que creía que no todo lo que se veía era una verdad, sino que había algo mas allá, un mundo al que conocemos como el “topus urano” expuesto por Platón.

Razonar sobre los moldes para los pasteles, sobre como un caballo podía ser igual al otro le permitió a Sofía comprender el proyecto filosófico de Platón, los cuales eran los principales interrogantes que intentó resolver durante su vida y que lo llevó a ser hoy en el mundo de la filosofía occidental uno de los Filósofos más importantes de la antigüedad.

Sofía comprendió que ningún caballo es igual, pero sí existían rasgos y características iguales que nos permitían saber que era un caballo y diferenciarlo del resto de animales. Razonó sobre el alma y el cuerpo intentándolo comprender aunque no con mucha facilidad y para resolver el último interrogante se valió de lo que aprendió de Sócrates, del cual concluyó que todos los seres humanos tenían la capacidad de razonar.

Fue así como sin saberlo SOFIA comenzó a intentar pensar como quizás lo hizo Platón, para así iniciar sus clases sobre las ideas de este pensador.

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