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Abraham Maimonides: Un Sufí Judío


Enviado por   •  13 de Julio de 2013  •  1.913 Palabras (8 Páginas)  •  821 Visitas

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A la Senda mística del sufismo, con su amplitud de miras, se le reconoce la capacidad de atraer fácilmente a creyentes de otras religiones. Hoy, al igual que en el pasado, son muchos los judíos, los cristianos y los seguidores de otras religiones que siguen esta práctica, estudian bajo la dirección de maestros sufíes y aprenden la Senda sufí. El historiador del sufismo Idries Shah ha subrayado la influencia sufí en el pasado sobre San Francisco de Asís, los trovadores, San Agustín, los Rosacruces, Maimonides, la Kabbalah judía y un gran número de otros movimientos religiosos medievales y modernos.[1]

Si bien es cierto que gran parte de este contacto fue incidental e indirecto —el sufismo llegó, por ejemplo, a San Francisco por intermedio de unos escritos judíos traducidos al latín— hubo un tiempo en que fue profunda la influencia sufí en la orientación y el pensamiento de los místicos de religión judía. A pesar de estar enterrado bajo siglos de olvido histórico e incluso de absoluta negación,[2] está claro el hecho de que hace más de setecientos años los líderes judíos no sólo mantenían un diálogo abierto con los místicos islámicos, sino que también tomaban libremente de sus fuentes, aportando una marca de piedad “islámica” a los ritos medievales de la sinagoga. En el siglo XIII, Abraham Maimonides, hijo del gran filósofo judío español Moisés Maimonides, no sólo incorporó la práctica mística islámica a su visión del judaísmo, sino que se consideró además él mismo como un “sufí judío”, un practicante de ambos misticismos, judío e islámico.

A partir de Abraham Maimonides, el sufismo desempeñó un papel básico en el desarrollo de la espiritualidad judía, influyendo fuertemente en la orientación de la Kabbalah, y más tarde, en el crecimiento del hasidismo. Por sorprendente que pueda parecer, las innovaciones sufíes a la religión judía, iniciadas por Abraham Maimonides, fueron con toda seguridad el hecho más importante en la espiritualidad judía desde la destrucción del segundo Templo en el año 70 d.C.

Abraham creció en un mundo realmente multicultural, donde musulmanes, judíos y cristianos se relacionaban en una de las sociedades más tolerantes de la historia de la humanidad. A diferencia de nuestra época, en que la voz del odio es mucho más fuerte que la de la amistad, el Egipto medieval era un lugar de respeto mutuo, de leyes protectoras y de relaciones entre las religiones sorprendentemente fuertes y positivas. Era también una época y un lugar en el que los sufíes y el pensamiento sufí florecían — las bibliotecas judías a menudo tenían libros de maestros como Qazāli, Sohrawardi y Hallāŷ, todos debidamente transcritos al alfabeto hebreo de la población judía local. Sufíes y judíos se conocían mutuamente, leían ambos los libros de los otros, e incluso cotejaban sus datos sobre espiritualidad y sobre la búsqueda de la unión con Dios.

La Senda sufí influyó profundamente en Abraham. Sin embargo, de haber sido tan sólo un hereje judío más, sus creencias sufíes hubieran quedado relegadas a las notas a pie de página de la historia judía —y el misticismo judío hubiera seguido siendo sólo una mera respuesta judía a este mundo a veces inexplicable. Pero, sin embargo, Abraham Maimonides, fue una de las autoridades judías más respetadas de su época. Como Ra´is al-Yahud — jefe de los judíos egipcios—, posición que heredó de su padre, tuvo poder tanto localmente como fuera de Egipto.

Abraham, que alcanzó esta posición a la temprana edad de 19 años, demostró ser un buen administrador civil así como un estudioso creativo de la religión. Como ocurría con su padre, venían a verle, incluso desde lugares alejados, para dirimir controversias religiosas, asuntos sobre leyes sociales y halájicas e incluso cuestiones matrimoniales. A diferencia de su padre, sin embargo, no fue nada indeciso en sus sentimientos hacia los sufíes, ya que estaba convencido de que la disciplina sufí había sido heredada por los místicos islámicos de los antiguos profetas de Israel y que ellos (los sufíes judíos) estaban recuperando del Islam una doctrina auténticamente judía. Como dijo el mismo Abraham: “Te haces consciente de los caminos de los santos antiguos de Israel, que nuestros contemporáneos no practican casi nada, o nada, y que se han convertido ahora en la práctica de los sufíes del Islam, debido a la iniquidad de Israel.” (Maimonides 1991, p. 8). Y no sólo estaba Abraham convencido de que la Senda sufí correspondía, de hecho, a un misticismo judío perdido, sino también de que la práctica judía/sufí era la precursora necesaria de una época mesiánica, en cuyo umbral se hallaba. Abraham vio en el sufismo una disciplina mística que le prepara a uno para alcanzar el estado sublime de la profecía. (Idel 1998, pp. 150-151).

Lo que hizo de Abraham una figura tan importante en la propagación del pensamiento sufí por todo el mundo judío fue que no rompió con el judaismo tradicional para practicar una forma judía de sufismo. De hecho, no se puede imaginar un heredero espiritual más entregado a su predecesor de lo que fue Abraham. La obra de Moisés Maimonides, innovadora en las ideas y la filosofía judías, había despertado una gran resistencia, especialmente en las escuelas rabínicas del sur de Francia. Por ello, Abraham vertió mucha tinta para defender las posiciones de su padre. En todos sus escritos, citaba a su padre en cuanto la oportunidad se le presentaba. (Altmann 1967, p. 145)

Al mismo tiempo, sin embargo, Abraham Maimonides introducía las creencias y las prácticas propias de los sufíes en su fe judía. Justificaba esta situación paradójica— creer que la ley judía se debía seguir estrictamente, mientras era partidario de reformas inspiradas en el sufismo— hallando actitudes e ideas sufíes en lo más destacado de la historia del pensamiento rabínico. (Idel 1998, p. 16). Salpicaba no sólo sus comentarios, sino también su correspondencia, con terminología y creencias sufíes. Es importante recordar aquí lo lejos que llegaba su correspondencia. Considerado como una de las mayores autoridades rabínicas de su tiempo, a Abraham le consultaba sobre temas legales

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