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Ahora que repasas cada uno de los instantes de tu efímera vida


Enviado por   •  12 de Febrero de 2018  •  Síntesis  •  437 Palabras (2 Páginas)  •  105 Visitas

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Ahora que repasas cada uno de los instantes de tu efímera vida, de las piezas inverosímiles de tu existencia, no converges en palabra concreta. Apenas balbuceos, algunas palabras mordidas, como rezagadas: no hay palabra concreta. Hay un vacío, abismo, trémulo e intacto.

Eres cuando finges crearte. Puedes tener veinte o cien años. No hay arrugas en tu alma, pero existe el rescoldo de idilios consumados que embriagan la médula etérea de tu sombra. El níveo núcleo de tu ser está contenido en un forraje de piel y huesos roídos por el intento de recordar.

Naciste ayer: emergiste del amor distinto, de los brazos de tu padre y los ojos de tu madre. Aprendiste a caminar sobre las calles húmedas: en la pesadumbre de las miradas cabizbajas. Creíste encontrarte en el reflejo borroso de las letras.

Aprendiste a perder el tiempo sumergido en el seno de la literatura. Y bebiste hasta tener más hambre. La saciedad es ya una ilusión, una esperanza desasosegante. Mueres al alba y renaces al aparecer las estrellas.

Son constantes las cuestiones: las palabras y silencios forman parte de la inacabada respuesta, apenas ápices de tu búsqueda. Tu vida es un silencio entrecortado por susurros.

No podrías escribir la historia de tu vida, quién eres o ese tipo de cuestiones. No existe una vida, no hay certeza: como cada cual, te inventas en tus intentos despavoridos por el recuerdo. Sin embargo, te buscas, a veces sin saberlo, pero te buscas desesperado. Intentas calmar la premura de tus impulsos observando tu atmósfera: el ambiente que construyes y aniquilas sin desearlo.

Harto de gritos perturbadores que claman por una unificación de tu yo, dejar caer los párpados para no sucumbir a las peticiones, a la voz sinuosa que exige a tu memoria, esa vieja mujer, aparezca y termine el juego.

En ese juego, podrías negar que eres un melómano para desorientar a los mirones. Desconocer la cadencia bohemia de un Parker o un Mingus. Puedes, además, disfrazarte de estudiante, retintín o alguno de sus secuaces; por tu pensamiento viaja la ida de ser trueno, de ponerte las diecisiete máscaras de la sonrisa.

No hay anhelo más verosímil en tu que el de continuar el juego; aunque corras el riesgo de no tener un nombre o un rostro. Estás dispuesto a no saber quién eres, al olvido de los felices y al recuerdo de los locos. No hay aspiraciones de vivir si ello implica un cuento llano. Renuncias a tener una historia

Apenas la voz se corporiza sientes miedo. Insiste ahora en cuestionarte tu vocación periodística: como si las pasiones pudieran explicarse, como si no fueran un impulso, algo que devora y calcina.

        

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