Anticristo De Friedrich Nietzsche
Enviado por jorgepunk666 • 12 de Noviembre de 2012 • 26.574 Palabras (107 Páginas) • 1.019 Visitas
ENSAYO DE UNA CRÍTICA DEL CRISTIANISMO
FRIEDRICH NIETZSCHE
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INTRODUCCIÓN
SOBRE EL ASESINATO DE DIOS
de Henri Lefèbvre
El universo aspira a la conciencia, a la posesión de sí, es decir, a
lo divino. Un Dios se forma en el mundo. Sin embargo, el
nietzscheísmo (aquí su novedad en relación a las metafísicas clásicas)
no es una teología; o más bien, es una teología al revés, una teología
del pecado, “más allá del bien y del mal”. Dios- el Dios infinito de los
cristianos- se forma realmente en el mundo, al mismo tiempo que el
hombre y en el hombre. El hombre puede realmente servir a Dios y
¡aquí el bien y el mal! Porque es necesario que el hombre se ofrezca
en holocausto y que muera para que Dios nazca. Los teólogos han
esperado esta fatalidad situando lo divino en lo sobrenatural que exige
el sacrificio de la naturaleza y de la tierra.
Inversamente ¡lo humano exige la muerte de Dios! Estos dos rivales,
estos dos grandes antagonistas no pueden realizarse juntos. La
realización supone una aniquilación: el Hombre tiene que matar a
Dios.
Nietzsche experimenta religiosamente el fin de las religiones y el
crepúsculo de los dioses. Se representa una tragedia cósmica: si Dios
está muerto, ¡es que nosotros lo hemos matado! Nacía de nosotros el
“otro”. Dios era la alienación del hombre, su adversario, incompatible
con él. Todo pasa en lo existencial; si los hombres han pensado en
Dios, si los genios místicos aspiraban a lo divino, es que realmente lo
divino se formaba en ellos. Exigía de ellos el ascetismo, el renunciamiento,
es decir, el odio a la “tierra”, el resentimiento contra la “vida”.
Entonces, los hombres han tenido que llevar a cabo y repetir un
acto espantoso, misterioso, que los libere, pero despojándolos de lo
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que había de mejor en ellos: el asesinato de Dios. La nada es a la vez
nuestro enemigo y nuestra arma para sobrepasar en el dolor esta etapa
de nuestra creación por nosotros mismos, lo divino.
El hombre que ha matado a Dios ha llevado a cabo un acto necesario;
y sin embargo, es el insensato de quien habla la Gaya ciencia y
“el más feo de los hombres” de quien se trata en la última parte de
Zaratustra.
El asesino de Dios- singular paradoja- no es el ateo. El ateo
nietzscheano tiene el sentido de lo divino. El verdadero asesino de
Dios ¡es el cristiano! El cristianismo no fue mas que en apariencia una
fe en Dios, una vida humana en el sentido de lo divino. En realidad,
fue el “más bajo nivel de la evolución descendente del tipo divino”. Es
de todo punto falso decir que el cristianismo ha perdido históricamente
su impulso primitivo. Desde el principio fue una degeneración.
El cristianismo, o más exactamente, el judeocristianismo, no ha sido,
según Nietzsche, mas que una invención del resentimiento judío para
arrastrar el mundo a la decadencia. Fue una especie de mala jugada
genial, una invención grotesca y feroz de los judíos para vengarse de
las innumerables vejaciones y persecuciones que ya habían sufrido.
Los judíos han turbado y corrompido los espíritus, han impedido a
miles de millones de hombres gozar de la tierra.
Humanamente e incluso desde el punto de vista de la religión, el
judeo-cristianismo fue un fenómeno de decadencia. En su punto de
partida hubo una mala inteligencia. El creador del judeo-cristianismo
en tanto que doctrina y en tanto que Iglesia fue San Pablo, que se sirvió
de la biografía de Cristo para extender la noción judaica del pecado
y del Dios malo. El único cristiano auténtico fue Cristo y murió en
la cruz- murió verdaderamente. Su presencia, su espíritu se ha perdido.
Doble holocausto de Cristo: este hombre murió para divinizarseen
él los hombres que lo mataron y que cada día lo matan de nuevo
han matado a Dios. La Iglesia cristiana ha ritualizado judaicamente la
muerte de Dios en lugar de comprenderla y de hacer eternamente presente
este drama. Cristo es “una realidad eterna, un símbolo psicológiwww.
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co más allá del tiempo”. Fue sin pecado porque estaba verdaderamente
purificado de todo resentimiento; de una infinita inocencia, intentó
abolir la distancia entré él y la existencia profunda. Resucita en todos
los que asumen el drama del hombre y buscan la relación del individuo
con la existencia.
Nietzsche no se cansa- en la Voluntad de potencia, en el Anticristo,
etc.-, de descubrir los múltiples aspectos de la decadencia cristiana.
Los cristianos han matado a Dios sin comprenderlo, y viven de
esta muerte y del deseo de aniquilación. En su alma se pudre lentamente
el cadáver de Dios. Han abrumado de reprobaciones todo lo que
era fuerte y sano, violento y profundo: la pasión y el placer, el pensamiento,
la libertad, el amor de la tierra, la ambición; lo han llamado
mal, pecado, diablo. Si es lícito definir el ser corrompido como aquel
que hace lo que es desventajoso, el cristianismo representa la corrupción
esencial. Ha erigido en tipo ideal al hombre débil, la “bestezuela
de rebaño”, al animal humano domesticado y enfermo, que practica
sistemáticamente el autocastigo. El hombre sin pecado del cristianismo
es el oprimido eterno con las virtudes que le convienen, ellas le
dan esas pequeñas satisfacciones débiles que prolongan su esclavitud,
pero que compensan su ausencia completa de vitalidad: la dulzura, la
benignidad, la caridad. Para justificar esta moral de esclavos, los teólogos
han construido un inmenso sistema de “piadosas mentiras”, de
interpretaciones pérfidas. Se ha emponzoñado el corazón de los hombres
con el resentimiento y la idea del pecado; y después se les ha explicado
por el pecado original o actual su decadencia. Abominable
círculo vicioso. Apenas si se elevan por encima de este odioso rebaño
algunos tipos, odiosos ellos
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