Análisis De "El Banquete" De Platón
Enviado por ichbinsteff • 13 de Noviembre de 2012 • 2.192 Palabras (9 Páginas) • 1.005 Visitas
Análisis de "El banquete" de Platón
“Después de veinticinco siglos de reflexión filosófica sobre Platón nadie puede pretender hoy en día una originalidad absoluta en un comentario de un diálogo de este genio, pero, a pesar de ello, intentaremos ser singulares en nuestras reflexiones, aferrándonos, de este modo, a la idea de que sobre un clásico como es Platón, del que se dice que arrastra como otro Atlas la civilización occidental, siempre se pueden apuntar cosas nuevas”.
Lo primero que asombra a una persona interesada en este diálogo platónico es la existencia en la misma época de una obra muy semejante en cuanto a título y temática cuyo autor es Jenofonte. ¿A qué debemos este hecho? ¿Se trata de una coincidencia?. Dada la importancia y abundancia de los banquetes (συμπόσιον) en la Grecia Clásica podríamos atribuir la coexistencia de las obras a una mera coincidencia o a una determinada influencia de la sociedad en los autores (pues nos exponen una noche en un banquete de Atenas), pero, si observamos con detenimiento ambas obras podemos establecer que la obra de Jenofonte nace como reacción a la obra de Platón. Al historiador ateniense parecen haberle escandalizado tanto los discursos en loa del amor masculino que hay en el diálogo platónico, que se echó a cuestas la tarea de componer él mismo su Banquete, para describir en él las delicias del amor conyugal: su obra resultará tan reaccionaria y piadosa como carente de utilidad en lo que se refiere a la historia de la filosofía. Sin ánimos de defender a Platón, pues no necesita de nosotros, tenemos que decir que la reacción de Jenofonte, insólita en aquella época, parece más bien propia de aquella sociedad victoriana que se escandalizó con El retrato de Dorian Gray o con De profundis. Si continuamos por la senda del escándalo que produjo el Banquete platónico nos encontraremos, no sólo con quienes todavía hoy en día apelan a él para censurarlo, sino también con quienes lo exhiben como una justificación de sus acciones. Pero debemos aludir al hecho de que tanto la censura como la adhesión parten del mismo precepto, totalmente equivocado, de que todos los personajes del Banquete son portavoces de las ideas personales de Platón, y que si todos ellos, con la excepción de Sócrates, que parece no tenerse en cuenta, son defensores del amor homosexual, también, por consiguiente, el autor que los crea. ¿Habrá creído esto Jenofonte? Si así lo hizo este coetáneo de nuestro filósofo, quizás lleve a algunos teóricos a plantearse el tradicional punto de vista que afirma que Platón, en sus diálogos, pone sus pensamientos en boca de Sócrates, y, es posible que poner en duda tal tradición no tenga demasiado sentido y nos conduzca a ninguna parte.
Procedamos ahora, una vez que ha sido expuesto el por qué de los dos Banquetes, a explicar la estructura del diálogo[1]. De acuerdo con la proposición de Erixímaco, que es aceptada por todos, y gracias a la repentina irrupción de Alcibíades en la sala del banquete, nuestro diálogo se divide claramente en tres partes. La primera es la de la exposición de los cinco discursos que preceden al de Sócrates, todos ellos laudatorios, con mayor o menor énfasis del amor masculino. La segunda, y la más importante sin duda es la intervención de Sócrates. La tercera, también de gran importancia es el retrato moral que traza Alcibíades de Sócrates. No debemos olvidarnos de que es Apolodoro, discípulo de Sócrates, quien relata a un amigo suyo lo sucedido en el banquete por petición de éste. El diálogo comienza con la llegada al convite que se producirá en casa de Agatón para celebrar su victoria en un concurso literario. Sócrates, sin invitación, le propone a Aristodemo que asista al banquete. Los reciben gratamente y Erixímaco expone que debido a los excesos de la noche anterior en la presente intentarán beber en menor medida, por gusto simplemente.
Volvamos nuestra atención, por lo tanto, a la primera parte. Tras la elección del tema (Amor, Ερως) el primer orador es Fedro, a quien conocemos ya por el diálogo que lleva su nombre, y que nos lo deja ver como un perfecto discípulo de los retóricos, y de Lisias en particular. En su discurso, Fedro, hace un encomio, una alabanza del Amor, tomada, con toda seguridad de algún discurso su maestro, y nos expone que Hesíodo afirmaba que el Amor era el más antiguo de los dioses y además un dios bienhechor porque les inspira el honor y el valor a los hombres (lo que podríamos tomar como una apología de la homosexualidad). En última instancia podemos observar que el discurso de Fedro es, en conclusión, una alabanza del ερως en todos los sentidos, un panegírico que sirve además como introducción del tema.
La siguiente alocución, la de Pausanias, discípulo igualmente de los sofistas, siendo entonces de la misma cepa intelectual que Fedro, viene a resaltar, de hecho, lo mismo que Fedro, sólo que enmascarándolo en una mitología filosófica. Pausanias se opone abiertamente a Fedro, en apariencia por lo menos, en cuanto que según aquél no se puede hacer elogio del amor, así sin más, porque no hay uno, sino dos amores, de los cuales sólo uno puede ser laudable, y el otro, por el contrario, vituperable. De dos madres diferentes vienen estos dos amores, sabiendo que Eros es hijo de Afrodita; pues, ahora bien, no hay una, sino dos Afroditas, a las cuales podemos designar con los nombres de Afrodita Urania (celeste) y Afrodita Pandemia (popular). La Afrodita Urania no tiene madre según Pausanias y es hija sólo de Urano. Nos recuerda, de este modo, el nacimiento de Afrodita que Hesíodo expone en su Teogonía. Se le llama Urania porque su padre fue Cronos (Urano en Roma). De condición muy diferente es la Afrodita Pandemia, vulgar, hija de Zeus y de la ninfa Dione, fruto, por lo tanto, de la generación normal de padre y madre. Es la diosa que nos presenta Homero, la encarnación perfecta del apetito sexual, o más bien, y es importante, heterosexual. Dice Pausanias que este amor lo practican las gentes de clases bajas, que se trata de amor entre diferentes sexos, relegando el amor “celestial” al ámbito del sexo masculino. La unión homosexual tiene, así una preferencia axiológica sobre la unión heterosexual, pues es una unión no de cuerpos, sino de almas.
El tercer orador es Erixímaco, que es un médico (como vemos cuando le da la receta a Aristófanes para librarse de su hipo). Eríxímaco toma el discurso donde lo deja Pausanias ya que también distingue entre
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