Asi Habla Zaratustra

Así Habló Zaratustra

Nietzsche nos relata como Zaratustra dirige su camino a la soledad en una alta montaña de los Alpes al ver que el hombre de ese entonces se encontraba en una total decadencia y tras diez años de alejarse de la sociedad, una mañana surge en él, un inmenso deseo de regresar y transmitir a la gente sus ideas y sus reflexiones que se habían acumulado durante su ausencia. En la montaña, Zaratustra supera las tres transformaciones, cuando baja de ésta se encuentra en estado de niño, posee la inocencia y la capacidad creadora. Él baja de la montaña con el propósito de entregar un mensaje a los hombres, despertarlos del aletargamiento en que se encontraban, enseñarles de todo aquello de lo que podían ser capaces. Su finalidad era enseñarle al hombre el buen vivir, dejando de lado la mediocridad en la que la humanidad se encuentra, y devolverle el don de la libertad y la verdad. Proclama la muerte de Dios y presenta como una posibilidad para que el hombre retome su libertad y verdad. Regresa entonces Zaratustra a la ciudad con la intención de compartir las teorías que él ha aprendido en su retiro, pero al regresar él logra darse cuenta que la gente no tiene la intención de escucharlo, lo

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ignora e incluso se burlaban de él porque realmente no les interesaban sus ideas. Es cuándo entonces decide buscar pacientemente a seguidores a quien trasmitir sus planteamientos “filosóficos”, a quienes Zaratustra por primera vez dirige sus discursos; el primero de ellos “las tres metamorfosis o las transformaciones” explica cómo se desarrolla el espíritu que va de la obediencia (el camello) a la afirmación (el niño), y pasa por la negación (el león).

Cambiando de actitud, de negativa a positiva después de haber sido escuchado, en otros discursos, Zaratustra glorifica las guerras, considera importante el hecho de que el hombre se pueda desdoblar en sí mismo, establece también un máximo valor para la vida misma.

Es entonces cuando Zaratustra recita tres cantos: el canto nocturno que exalta la plenitud de la felicidad; el canto a la danza que nuevamente celebra la vida espontánea y por último el canto fúnebre que destaca la voluntad propia.

Es al terminar sus tres importantes

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