BASES PARA UNA ÉTICA VIGENTE DE LA ARQUITECTURA.
Enviado por jaifercb • 7 de Junio de 2013 • 2.611 Palabras (11 Páginas) • 450 Visitas
BASES PARA UNA ÉTICA VIGENTE DE LA ARQUITECTURA.
Dr. en Arquitectura Jaime Fernando Cruz Bermúdez; Catedrático UNACH
La congruencia entre el pensar y el hacer reflejan una postura ética.
Introducción:
La intención del presente documento es la de compartir una serie de reflexiones tendientes a mejorar la calidad profesional de los arquitectos.
Desde luego estará en su criterio aceptar o no lo que se exponga. Esto no intenta señalar “una respuesta”, por el contrario, invito a quienes compartan estas inquietudes, a unirnos en esta jornada, sobre todo a los jóvenes que seguramente sobrevendrán mi existencia.
Intentaré explicar que la teoría y la ética, no pueden ser forjadas sin una práctica congruente.
Es falso suponer que la teoría, la filosofía, la metodología, la ética son ajenos a la realidad. Una buena práctica no tienen sentido sin un principio que le sustente.
Observemos que todo hacer refleja una manera del pensar.
VEAMOS ENTONCES LOS PROBLEMAS ETICOS DE LA ENSEÑANZA DE LA ARQUITECTURA.
El Maestro Jorge Luis García Fabela al referirse a los planes de estudio de la Escuela de Diseño, en la Universidad de Guanajuato, señala lo siguiente:
“Los valores normalmente…, se mencionan dentro del perfil de egreso, pero en la realidad, no se atienden. No se evalúa si verdaderamente aquellos que se incluyen dentro del plan de estudios son los apropiados, o si verdaderamente se adquieren cuando el alumno termina sus estudios”.
Al escuchar esto surgen las preguntas:
¿Cómo evaluar los valores? ¿Cuáles deberían ser los valores de un arquitecto?
Daré una respuesta partiendo de la hipótesis de que al intentar enseñar valores en nuestra facultad, como en muchas otras escuelas, se comenten distintos errores, que impiden una buena formación.
El primero de estos errores es el ofrecer una respuesta simple:
Hay que hacer buenos ciudadanos, personas honradas, justas, honestas. Etc.
Todo suena bien en general pero esto no habla en absoluto de una ética profesional del arquitecto. Es necesario distinguir los deberes ciudadanos de los propios del arquitecto, desarrollar una deontología arquitectónica, lo cual resulta entonces más interesante.
Para iniciar este camino me gustaría insistir en lo dicho al principio.
Toda conducta ética sigue un ideal.
Lo que valoramos, aquello que se sabe correcto, es lo que conforma los ideales.
Y alrededor de estas ideas, como arquitectos, caben muchas otras preguntas:
¿Se han seguido siempre los mismos ideales en todas las épocas y en todos los lugares para construir ciudades y edificios?
¿Cuáles son los ideales que deberían guiar la construcción actual?
EN LA BUSQUEDA DE UNA RESPUESTA HEMOS COMETIDO GRANDES ERRORES
Hay dos frases chuscas que me hacen pensar en los problemas que tiene el hacer arquitectónico hoy día.
La primera frase:
“No hay moral”
En el mundo de hoy se vale de todo.
No hay principios que rijan la vida y parece ser que lo mismo sucede en la construcción de viviendas y ciudades.
Quizás cabe destacar un principio.
El económico.
Cuanto tienes, cuanto vales
No hay mejor amigo que un peso en la bolsa.
Las consecuencias sociales, ambientales, culturales, paisajísticas, no importan.
El compromiso profesional acaba cuando pagan el proyecto, el impacto de lo hecho es problema de los habitantes.
Así las cosas el problema del quehacer arquitectónico es publicidad, vender imágenes, conseguir clientes, mientras se tenga el apoyo político o se mantenga el producto en el mercado.
Entrego trabajos por una calificación, aunque no aprenda nada.
Esto me lleva a una segunda imagen cómica, la parodia del joven urbano que se la pasa vagando y que cuando le pregunta ¿por qué hace lo que hace? responde: Nomas, Nomas.
Preguntemos a los arquitectos el porqué de sus proyectos.
Porque de los picos, o el porqué del color, ¿le dibujamos arbolitos o le ponemos pajaritos?
Entonces aparece el filósofo que habla de todo y no se le entiende nada. Llena el trabajo de bibliografía que nunca ha leído.
Y así podríamos tener una “divertida” plática de lo fascinante de la vida, de los grandes retos de la humanidad, de la trascendencia del ser, pero de arquitectura nada.
Para redondear esta falta de compromiso “profesional” aparece la reina de las muletillas, todo es relativo.
La Arquitectura es subjetiva. Cada quien tiene sus gustos, cada quien tiene sus problemas, cada quien tiene sus recursos.
Cada quien platica de la feria según le va.
Aun cuando esto es “relativamente cierto”, obsérvese que, para adquirir una actitud existencial, esto no es válido.
El definirnos como personas requiere ineludiblemente una postura acerca de que soy y del porque lo hago. Esto nos da identidad y nos ubica ante el mundo, de no hacerlo vivimos en la incertidumbre.
No hay definiciones absolutas de cómo debe ser la música o la pintura ni mucho menos la arquitectura, solo hay posturas que ubican el lugar del compositor en su quehacer a partir de un compromiso que le define.
(Al final de esta reflexión propondré un camino para encontrar una identidad en el quehacer arquitectónico, por ahora continuaré señalando los errores que vislumbro en la manera de enseñar la teoría de la arquitectura).
Otro error es caer en la moda de los ideales:
Una arquitectura social, Una arquitectura sustentable, una arquitectura vanguardista, frases que se convierten en slogans que nos ayudan a “vender un proyecto” pero que carecen de contenido. Se utilizan para convencer, pero necesitan explicación y por lo mismo generan solo llamaradas de petate. Duran el tiempo que la moda dura, sobre todo si está moda la sustenta algún interés económico o político.
Un error mas es el uso inadecuado de las metodologías y los reglamentos:
Sin adentrarme en el fundamento epistemológico que debiera sustentar un buen análisis metodológico, deseo señalar la confusión que existe entre los medios y los fines que se persiguen.
Debido a la influencia histórica del mercantilismo y sus efectos en la industria y la globalización, surgió desde principios del siglo XX, particularmente en las ideas de Le Corbusier, un énfasis en el racionalismo, que fundamenta una visión especializada, al punto tal que ahora el arquitecto es un técnico.
Para
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