Caracteristicas De La Edad Antigua
Enviado por 01324 • 19 de Octubre de 2014 • 1.417 Palabras (6 Páginas) • 314 Visitas
La referencia ética, especialmente en tiempo de crisis general como el que vivimos, aparece ante nosotros con gran fuerza. Frente a la amarga realidad que nos rodea, frente a lo que es, a lo que observamos en la cotidianeidad, que seguramente provoca el rechazo y la censura de no pocos, está lo que debe ser. Lo que debe ser de acuerdo con los postulados de la recta razón nos interpela seriamente para reflexionar acerca de lo que está mal en el sistema político, económico y social de este tiempo. En efecto, hay comportamientos y conductas, no pocas, que se separan del ideal de vida que nos transmite la referencia ética como, por ejemplo, estafas, fraudes, cohechos, prevaricaciones… en el ámbito público. Y también en el ámbito privado, especialmente en el de las instituciones económicas y financieras, observamos comportamientos inapropiados e inadecuados. Comportamientos, en todo caso, de personas constituidas, tanto en el sector privado como en el público, en autoridades, en dirigentes, de los que se espera ejemplaridad y buena administración.
En efecto, estas personas, por su posición a la cabeza del organigrama, deben realizar su tarea con un plus de ejemplaridad en el desempeño de sus quehaceres directivos. Sin embargo, en no pocos casos defraudan, y de qué manera, la confianza en ellas depositada. Por eso, la dimensión ética en este tiempo cobra especial actualidad y nos exige, también en el plano formativo, iniciativas comprometidas y coherentes acerca de la ética en la función pública.
En nuestro tiempo nadie duda de que la referencia ética es una señal configuradora de un planteamiento más global. Se trata, no de una mera especulación o de una erudición academicista. La referencia ética es la clave para orientar los comportamientos de las personas hacia los criterios de la recta razón. Además, debe ser una Ética para la vida, para la práctica, lo cual no es asunto menor.
Es cierto que los últimos coletazos del siglo XX y los primeros del XXI reflejan un evidente déficit ético en el manejo de instituciones públicas y privadas. Se han sucedido, a ritmo vertiginoso, toda una serie de cambios y transformaciones que han sumido también a los intelectuales y a los pensadores en una profunda incertidumbre. Efectivamente, la sociedad del conocimiento y de la información, la caída del marxismo, los problemas del hambre, la conformación estática del Estado de bienestar, la crisis de la regulación pública especialmente en el ámbito financiero, el consumismo insolidario o la versión más salvaje del capitalismo, han dibujado un nuevo panorama que solo puede entenderse con una perspectiva global y con una metodología de interdependencia en la que perspectiva ética es cada vez más relevante.
Se habla mucho de los derechos humanos y, sin embargo, nos invade un mundo en el que avanza la desigualdad, sobre todo en estos momentos de crisis en el llamado mundo occidental. Se habla mucho del problema del hambre, pero desgraciadamente no disminuye. Se insiste tanto en la protección ambiental y, sin embargo, falta todavía una sensibilidad elemental. Se habla, en fin, de los derechos de la mujer y, sin embargo, el panorama general no deja de ser francamente desalentador. Se habla mucho de responsabilidad social corporativa y nunca las empresas, sobre todo en el ámbito financiero, han exprimido más a los ciudadanos con tal de obtener pingües beneficios. El urbanismo, otrora uno de los sectores más propicios para la racionalización en el uso del suelo, es hoy el principal espacio para la corrupción.
Cada vez los pobres son más pobres y los ricos son más ricos. Si a este alarmante dato se le añade la injustificable pasividad de la Comunidad Internacional ante tantos tristes acontecimientos de muerte y opresión, la verdad es que cuesta entender para qué tanto desarrollo científico, o tanta expansión económica. En el fondo, mientras no se avance en sensibilidad social y mientras no se sientan como propios los constantes oprobios y humillaciones que todavía sufren una buena parte de los habitantes del planeta, aún queda mucho por hacer.
En este contexto, frente a los ídolos caídos ha surgido la Ética como una posible solución. Sí, es verdad. Pero en mi opinión, esa Ética de la que todos hablamos, exige que la nueva sociedad mundial que estamos alumbrando sea una sociedad a escala humana en la que prevalezcan la libertad, la igualdad y la solidaridad. Realmente,
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