Cuento Sobre El Feudalismo
Enviado por andreamina • 17 de Agosto de 2013 • 589 Palabras (3 Páginas) • 10.142 Visitas
Cuenta una historia que hace siglos, en alguna parte de la era Yamato en Japón, existía una ciudad llamada Enryakuji que se encontraba gobernada por un señor feudal muy prospero. Esta ciudad, tenía una costumbre muy peculiar: Cada 5 años en el día del nuevo año, quienes tenían acceso a hacerlo, ensanchaban las puertas, portones y todo tipo de entradas a sus casas, algunos palmos, para darle la bienvenida a los próximos 5 años. Esta costumbre tenía como fundamento, que, al ensanchar las entradas, abrían aun más las puertas a la prosperidad, ya que seguramente podrían entrar más bienes por ellas. Por las
puertas de los establos podrían entrar animales más grandes, y mejor alimentados, y por la puerta principal, entrar más comida y más familia por supuesto. Habían pasado ya 5 años desde el que el padre del actual señor feudal de Enryakuji, le hubiese cedido el control de
sus tierras a su hijo, y también cinco años de la última vez que se había ensanchado la entrada principal del castillo. El señor feudal estaba emocionado pensando cuanto abría de agrandar la entrada principal ese año “Dos palmos quizás? No no , tres sería lo ideal, 2 palmos lo había hecho mi padre la última vez”, decía mientras caminaba meditabundo por el jardín interno.
Entonces Cuando lo tuvo decidido, mando a llamar a su arquitecto personal, y dio las instrucciones de forma precisa: “3 palmos este año se ensanchara la entrada! Ya mismo se comenzará con todos los preparativos”.
Así fue pues que el arquitecto se puso en marcha y reunió un gran grupo de trabajadores: cavadores y hombres fuertes para manipular mazas con las cuales rebajar
la piedra, y muchos más para acarrear los escombros. Este arquitecto, por último, se dirigió al único hombre en la aldea capaz de trabajar la piedra para dejarla pulida como si fuese nueva. Este hombre era ya anciano, pero su habilidad solo había mejorado con el paso de los años. El arquitecto se acerco al buen hombre y le comento el asunto, pero quedo paralizado por la respuesta del trabajador de la pierda “No podré hacerlo, porque ya soy anciano, y solo haré un trabajo más antes de ponerme a descansar y ver a mis nietos crecer, y ya he sido contratado”. Entonces el arquitecto, confiado en el respaldo que le daba el dinero, ofreció una suma 5 veces superior a la original, alegando que podría vivir como un rey lo que le quedaba de vida. La negativa del artesano fue rotunda: “Me insulta usted señor. Me he hecho viejo y aun nunca he faltado a mi honor, puede guardarse sus monedas para otro. Si realmente desea que haga ese trabajo deberá hablar con quien me contrato, y si él lo decide, en vez de hacer ese trabajo, haré lo que usted me ha solicitado.” . Entonces el arquitecto pregunto por quién era y que le habían encargado. “Es un hombre muy anciano, tanto que ya lo era cuando yo me case, y mis hijos ya tuvieron hijos. Vive casi llegando
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