Del Dadaísmo al Surrealismo

Del Dadaísmo al Surrealismo

Tras la primera gran guerra que da inicio al siglo XX, el humo de los cañonazos disipaba al aire almendrado de varias décadas de paz, tiempos en que el hombre occidental sentía sobre si un peso muerto con el que se resolvía inconscientemente, propiciando un deseo instintivo de liberación que los artistas reflejaron en sus obras.

El dadaísmo, nació en Suiza el 8 de febrero de 1916 (más concretamente en Zúrich) cuando se reunieron allí distintos artistas que la guerra había arrastrado a dicho país neutral, en su mayor parte, poetas y políticos, como los rumanos Tristán Tzara y Marcel Janco, y el francés Hans Arp. Tzara y sus colaboradores buscaban en un diccionario Larousse un nombre adecuado para la cantante Le Roy, al abrir el libro encontraron la palabra “dadá”, relacionándola instantáneamente con su movimiento, y acuñando el nombre “dadaísmo” para la denominación del grupo y sus actividades.

 Aunque un año anterior tres artistas europeos ya habían colocado la primera piedra en Norteamérica para la que sería la nueva tendencia artística, que son el ya conocido Marcel Duchamp, Francis Picabia y el cineasta, pintor y fotógrafo Man Ray, a quienes se les unen De Zayas, Walter Conrad y Arensberg para editar la revista “291”.

Este movimiento suizo tenía pleno derecho a ocupar un puesto irracionalista, que, ya siendo tendencia, convulsionaba de forma controversial a la sociedad occidental con gran fuerza y en acentos de desesperación. Se dio en el dadaísmo un marcado tono artístico multifacético, que trataba de plasmar el absurdo, ya que ni el arte mismo se creía reflejar la impotencia del hombre.

El 14 de julio de 1916, el poeta Tzara dio a conocer el primer manifiesto del dadaísmo, en el que describía con orgullo todo lo que formaba parte de esa cultura. Al año siguiente se registrarían dos fechas importantes para el movimiento, en marzo con la inauguración de su propia galería y en julio, Tzara como miembro más activo, edita la revista con el propio nombre, en el que dieron a conocer de manera más concreta los objetivos del grupo.

Cuando acaba la guerra, los dadaístas trasladan a Paris el centro de sus actividades, y fue en la propia capital francesa donde en las revistas “sic” y “Nord-Sud” aparecían las primeras firmas de artistas que sentían simpatía por tan interesante movimiento, como fueron Apollinaire, André Bretón y Philippe Soupault.

A principios de 1918, el dadaísmo estaba creciendo con violencia en gran parte de occidente, siendo Alemania su principal receptor, donde en ciudades como Berlín, Hannover y Colonia fueron sedes que adoptaron en un contexto dañado por la guerra al dadaísmo como fuente de liberación, y acogiendo un carácter político que rechazaba a su anarquía.

De este modo el dadaísmo fue causante de diversas manifestaciones tumultuosas, muchas de ellas eran duras sátiras obscenas de la realidad que poco a poco fueron generando problemas de carácter político-social, a menudo reprimidas por la policía, que provocaron la desaparición del movimiento.

En su ocaso, la revista “littérature” encabezada por André Bretón seguían a la defensa del espíritu moderno. Pero la realidad, era que el dadá ya había dado todo lo que podía, y con su premisa de construir algo nuevo, logró ser el punto de partida para el origen del surrealismo en ese sentido utópico.

Varios años antes del verdadero nacimiento del surrealismo, algunos de sus miembros, entre ellos el que sería el creador de tal, André Bretón y Soupault (ambos fundadores de la revista littérature) empleaban ya el termino surrealista para sus ensayos de poesía y periodismo.

La consolidación del surrealismo, tiene lugar en 1924, año en que sale a la luz el primer “Manifiesto del Surrealismo”, obra de Bretón, quien lo definió como “Automatismo psíquico puro, mediante el cual se trata de expresar, verbalmente, por escrito o por otros medios, el verdadero proceso del pensamiento. Los dictados del pensamiento, en ausencia del dominio ejercido por la razón y fuera de todas las preocupaciones morales o estéticas”.

El surrealismo trataba de proponer algunas ideas en el mundo desorbitado surgido del subconsciente, con el que lograban traspasar las barreras de la realidad sin mucho esfuerzo, usando la imaginación excesiva, de allí su afición a las drogas con las que experimentaban, además de otros medios útiles que suponían una evasión a la realidad. “Todo hace creer –escribió Bretón- que existe un cierto punto del espíritu en el que la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, lo comunicable y lo incomunicable, dejan de ser percibidos contradictoriamente”.

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