Discurso Metacritico
Enviado por junijuni • 22 de Mayo de 2013 • 1.835 Palabras (8 Páginas) • 322 Visitas
EL DISCURSO METACRÍTICO:
UNA NECESIDAD EPISTEMOLÓGICA DE LA NUEVA CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA.
Resumen: Las vertientes contemporáneas de la crítica literaria latinoamericana se encuentran en una etapa de adecuación y reestructuración necesaria resultado de los cambios al interior de su propia estructura fundacional. Sin embargo, semejante cambio, indudablemente necesario, requiere una discusión previa que contemple la definición metatextual del acercamiento crítico, una reedificación de la epistemología de una disciplina que aún lucha por su autonomía.
Palabras clave: metacrítica, epistemología, estudios culturales
Dice Beatriz Sarlo en “Los estudios culturales y la crítica literaria en la encrucijada valorativa”: “La crítica literaria necesita replantearse la cuestión de los valores si busca, superando el encierro hipertécnico, hablar sobre tópicos que no se inscriben en el territorio cubierto por otras disciplinas sociales” (1997-98).
Para comprender de lleno la opinión de Sarlo es necesario ubicar su discurso desde el lugar histórico desde donde se enuncia y desde la posición personal sobre la que se sostiene. No implica esto hacer un recorrido contextual de orden pragmático, si no, más bien, presentar el orden de cosas que rigieron y aún rigen (o al menos determinan) en algún grado lo que es el “arte” de la crítica y la interpretación literaria.
El planteamiento de Sarlo se inscribe en un complejo proceso de cambio de la teoría y la crítica literaria en Latinoamérica. Terminado el boom de las vanguardias europeas y aún luego del boom latinoamericano, con el supuesto advenimiento de la postmodernidad, adjetivo eufemístico y en el mejor de los casos anacrónicamente inútil, la teoría literaria se encuentra frente a dos posiciones disímiles. Por un lado, el auge vanguardista y el amor a principios de siglo por lo “moderno” como lo plantea Baudelaire, que luego es reforzado por la serie de manifiestos de las corrientes sucesivas, en particular por el extremado aprecio de Marineti por esta nueva “cultura de la máquina”, funcionan como un refuerzo positivo a la teoría canónica supeditada y sostenida en los hombros de una ilustración tardía.
El pensamiento ilustrado caló hondo por lo menos hasta la mitad del siglo, sosteniendo así una aparentemente dogmática separación entre la obra de arte como producto estético y la cultura que le había dado nacimiento. Tal separación no vería su quiebre sino hasta entrados ya los años 60, momento en que la cultura retomaría por las astas un podio que le había sido arrebatado sin que nadie sospechase nada extraño.
Sea que nos quedemos con cualquiera de estas visiones, lo cierto es que pasada la mitad del siglo, unos nuevos tipos de estudios comenzaban a gestarse y a promulgar una autonomía hasta ese entonces desconocida. Pierre Bourdieu fue uno de los primeros en señalar las directrices teóricas sistemáticas que habrían de dirigir la consciencia por el estudio cultural de una forma académicamente coherente con su teoría del campo cultural.
El intento de Bourdieu por vindicar la influencia cultural estaba lejos de ser una moda o una estratagema política y por tanto fue aceptado, no sin cierto revuelo, por las escuelas de la apreciación “pura” como un factor relevante a considerar. En pocas palabras, la relevancia de la teoría del campo cultural se probó útil en cuanto permitía una leve, aunque potencialmente poderosa asociación entre las artes y las ciencias sociales de toda índole.
Esto supuso un choque inevitable entre los que avalaban una lectura aún tradicional sostenida en la teoría del “ars per ars” y que se enfocaban particularmente sobre el valor intrínseco de la obra -denominado “lo estético”- frente a aquellos que, sea por la vía académica o al revolucionaria, apelaban a una lectura que ligara incondicionalmente a toda obra de arte con sus circunstancias específicas de producción, el lugar de enunciación y los referentes a los que se estaba apelando; en última instancia lo “ético” de la interpretación y la crítica.
En medio de ese marco que vio sus orígenes a mediados de los 70, y que ya se encuentra completamente arraigado dentro del área intelectual, es que se plasma el enunciado al inicio de este artículo. La intuición de Bourdieu respecto a la influencia del campo cultural se ha materializado en una línea de investigación clara denominada como estudios culturales que pugna constantemente por hacerse un espacio dentro del canon intelectual frente a la aún dominante (aunque está presto al debate) postura estética.
Ahora, ¿cómo abordar desde la crítica literaria y la interpretación una polémica que parece aludir de forma general a todas las artes o incluso a todas las prácticas culturales? ¿Hasta dónde la influencia estética puede impermeabilizar al crítico frente a los procesos de producción o hasta qué punto pueden estos adquirir más importancia que la obra misma?
Frente a estos puntos la postura de Sarlo resulta reveladora ya que no es casual que su llamado a volver a los “valores” se encuentre como un planteamiento válido en medio de dos lecturas ambivalentes: “Para entrar en este debate libres de una mala fe moralizante, deberíamos reconocer abiertamente que la literatura es valiosa no porque todos los textos sean iguales y todos puedan ser culturalmente explicados, sino, por el contrario, porque son diferentes y resisten alguna interpretación sociocultural ilimitada” (Sarlo, 1997-98).
¿Son los valores de la estética los valores interpretativos de hoy?
¿Tienen razón los estudios culturales?
¿Los valores están en juego?
¿Es concomitante la teoría política y a la teoría del arte?
¿La interpretación cultural guia la “utilidad” de la obra literaria?
¿Dónde está la ética del factor ético?
Hay exageración en el uso delo mediático de la una obra literaria?
El papel de la crítica es fundamental
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