Doctrinas Eticas
Enviado por malu906090 • 17 de Julio de 2013 • 2.385 Palabras (10 Páginas) • 811 Visitas
Breve Recorrido por las Principales Doctrinas Éticas
Este trabajo pretende ser un análisis de contenido para los capítulos del libro “Ética Para Amador” de Fernando Savater. El objetivo es presentar qué doctrina ética desarrolla en cada uno, para lo cual, se utilizará como apoyo, el libro “Ética: Introducción a su Problemática y su Historia” de Gustavo Escobar Valenzuela.
La razón del trabajo, obedece a que en “Ética Para Amador”, después del “Saludo” y antes del “Prólogo” se coloca un “Aviso Antipedagógico” donde se señala: “Este no es un manual de ética para alumnos de bachillerato… tampoco se trata de un recetario de respuestas moralizantes”[1].
Entonces, ¿qué se pretende con este libro?, para responder, se realizó este análisis; consistió en establecer cuál era la idea central de cada capítulo y contrastarla con la idea central de cada doctrina ética según Gustavo Escobar.
Finalmente, se concluyó que se trata de un pequeño recorrido, sencillo y ameno, por las principales doctrinas éticas, sin llegar a ser exhaustivo pues “no contiene información sobre los más destacados autores y más importantes movimientos de la teoría moral”[2], de manera que sirve como acercamiento para aquellos que no saben qué es la ética.
I. De qué va la ética. El primer capítulo habla de la Ética Griega, principalmente de Protágoras, Sócrates y Aristóteles. Aunque las ideas de estos tres filósofos son diferentes, coinciden en “que lo que vaya a ser nuestra vida es resultado de lo que quiera cada cual”[3].
De Protágoras (sofistas) rescata la perspectiva relativista que afirma: “nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”[4], es decir, nada es bueno ni malo, todo es relativo; o eso parece indicar el texto de Savater: “lo malo parece a veces resultar más o menos bueno y lo bueno tiene en ocasiones apariencias de malo… hay diversos criterios opuestos respecto a qué debemos hacer” [5].
Habla de Sócrates cuando menciona una diferenciación entre saberes, de estos, algunos se adquieren por simple interés (vocación), pero en general, ninguno es inferior a otro. Después retoma el eudemonismo idealista, pues cree que el bien último es la felicidad: “entre todos los saberes existe un imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y otras no… a lo que nos conviene solemos llamarlo –bueno-“[6]… “a ese saber vivir es a lo que llaman ética”[7].
Sócrates y Aristóteles coinciden en que el bien supremo es la felicidad, pero éste último va más allá al plantearla como “algo difícil de determinar, porque depende del estilo de vida de cada hombre”[8]: “nunca tenemos un solo camino a elegir sino varios”[9]. A lo que Aristóteles llama virtud, Savater lo renombra como libertad; “la virtud es una disposición a obrar de manera deliberada, consistente en una medida relativa a nosotros, la cual está racionalmente determinada”[10] y “cuando hablo de libertad me refiero a que no podemos hacer cualquier cosa que queramos; no somos libres de elegir lo que nos pasa sino para responder a lo que nos pasa. Ser libres para intentar algo no tiene nada que ver con lograrlo”[11].
II. Órdenes, costumbres y caprichos. Parece que se continuará hablando de Aristóteles, pues se inicia el capítulo con un ejemplo suyo (un barco en una tormenta). Sin embargo, lo que realmente plantea es la Ética Marxista.
Esta doctrina resulta más adecuada para hablar de economía o sociología, pero hay algunos conceptos importantes para la ética: Lucha de clases y enajenación.
Marx habla de la explotación del capitalista sobre el asalariado (lucha de clases), relación laboral donde el trabajo no es voluntario sino impuesto (forzado), o dicho de otra manera: “diferentes motivos para comportamientos, uno de los tipos es el de –yo te mando que hagas tal o cual cosa- a eso le llamaremos órdenes”[12].
Estas órdenes se convierten en algo programado; se hacen porque no queda otro remido (todo el mundo lo hace), es esto a lo que Marx llama enajenación y Savater costumbre.
Finalmente, Marx plantea una etapa, después de la revolución proletaria, donde el hombre sólo trabajará un tiempo para satisfacer sus necesidades y el resto lo empleará en hacer lo que quiera. A este hacer lo que uno quiera, Savater le llama capricho.
III. Haz lo que quieras. Aquí retoma los conceptos de orden, costumbre y capricho, pero la hace para hablar de la razón y los imperativos del Formalismo Kantiano.
“Puede haber órdenes, costumbres y caprichos que sean motivos adecuados para obrar, porque a veces resultarán convenientes o agradables. Pero nunca una acción es buena sólo por ser una orden, una costumbre o un capricho. Para saber si algo me resulta de veras conveniente o no tendré que examinar lo que hago más a fondo, razonando por mí mismo”[13].
Entonces, la pregunta es: ¿Qué necesita un hombre para ser bueno?… Si la respuesta no tiene relación con las órdenes, costumbres y caprichos, entonces debe tenerla con la razón, ¿pero, en base a qué se da esta razón?… Kant dice que por medio de los imperativos.
Hay dos tipos de imperativos, hipotéticos y categóricos, los primeros se utilizan para conseguir fines reales o posibles; para hablar de cosas en las que “la mayoría de la gente suele estar de acuerdo”[14].
Para casos éticos, es necesario el imperativo categórico. “Sostiene que todos los actos se deben hacer como si las normas que nos guían al obrar fueran a convertirse, o pudieran convertirse en universales”[15]. Es decir, obrar conforme al deber; porque estamos convencidos de que lo hacemos porque es “bueno” y porque para los demás también puede ser bueno.
El capítulo se termina cuestionando a Kant en estos puntos; se pregunta si realmente lo que es bueno para unos puede serlo para todos.
IV. Date la buena vida. En este capítulo se habla de la contradicción en los seres humanos al pensar qué quieren, y de cómo el hombre puede humanizarse con el trato de otros humanos, es decir, trata la Ética Existencialista.
Inicia con el punto más importante del existencialismo “quieras o no eres libres”[16], entonces, lo que hagamos o dejemos de hacer, será porque nosotros como personas así lo hemos decidido.
Después habla de esas cosas contradictorias que queremos los hombres, algunas son inmediatas, otras a largo plazo, así parafrasea los estadios de Sören Kierkegaard (estético, religioso y ético),
“El estadio estético se caracteriza porque el individuo se convierte en prisionero de la búsqueda del momento placentero”[17], de la inmediatez. El “ético es el orden; una vida racionalizada, planeada, que se ciñe a reglas universales y necesarias”[18],
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