EL ANHELO ECONÓMICO

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Bárbara Alcalde Acosta

ID: 0162545

Fecha: 28/octubre/2016

Hombre y Mundo

EL ANHELO ECONÓMICO

Uno de los temas imprescindibles de nuestra sociedad es la búsqueda de la libertad, grandes pensadores desde la Edad Media han venido reflexionando sobre ella, sin embargo, creo que quien la maximizó en nuestra época fue el filósofo francés Jean-Paul Sartre.

Jean-Paul Sartre creía que «estamos condenados a ser libres», es una realidad humana de la cual no podemos huir porque está en nuestra esencia. Sin embargo, un tópico sin el cual la libertad no puede ser auténtica es la “responsabilidad”, pues cada que elegimos somos responsables de nuestros actos y no se conforma con ello sino que agrega que cuando uno elige lo hace como si fuera el único hombre, es decir, decide por toda la humanidad desde su particularidad –postura bastante kantiana-.

A pesar de la interesante postura existencialista, e incluso con tinte marxista de Sartre, no entraré en detalles con él, pues más que libertad ética o antropológica me interesa aterrizar la libertad económica, aunque al final sí puntualizare en cierto desemboque ético.

Adam Smith plantea hacia el siglo XVIII la postura liberalista, que consistía en una libertad económica que defendía la democracia y la libertad de precio en el mercado, minimizando la intervención del estado en la vida social y económica. Sin embargo, esto no ha funcionado en nuestra sociedad invadida por el capitalismo gracias a la postura neoliberal, que se dio después de la Segunda Guerra Mundial.

Lo que ha pretendido este modelo económico (el neoliberalismo) es:

«un orden puro y perfecto, que desarrolla de modo implacable la lógica de sus consecuencias previsibles y está dispuesto a reprimir todas las carencias mediante sanciones».^[1] 

Sin embargo, en El neoliberalismo ¿utopía en vías de realización? se piensa que esto es meramente eso: “una pretensión” o cómo lo llama el autor, una utopía.

Esta “utopía neoliberal” es en primer lugar gracias a que distante de la postura de Smith, «consiste en dejar en suspenso las condiciones [y estructuras] económicas y sociales»,^[2] por medio de jerarquizaciones –al modo de Darwin- de conservación del más fuerte.

Otro matiz utópico se lo otorga su tendencia:

«a ensanchar –globalmente- la brecha entre la economía y las realidades sociales y a construir así, en realidad, un sistema económico conforme a la descripción teórica, es decir, una especie de técnica lógica, que se presenta como una cadena de constreñimientos que arrastra a los agentes económicos»^[3]

es decir, a “mundializar” o “universalizar” los mercados financieros, incluso de manera forzada, por medio de lo que quizá muchos habremos pasado o experimentaremos al comenzar la vida laboral: el contrato.

Éste ha sido el discurso empresarial en boga, “buscando y anhelando” –para conveniencia de quien lo expide- «confianza, cooperación, lealtad y cultura de empresa»,^[4] sin embargo, para la otra parte, es una especie de angustia y bienvenida al campo competitivo, egoísta e incluso desmoralizado. Con ellos se logra una aparente libertad, pues consiste en el aislamiento del individuo, es decir, trabajo por mí y para mí.

Es muy común encontrarnos con personas quienes su meta en la vida o el campo laboral gira en torno a los bienes materiales, por ejemplo, mi coche, mi casa, mi ropa, mis viajes, mi tecnología. Es decir, el sistema de contrato trae consigo el mundo capitalista (consumismo). No intento ser pesimista en relación al capitalismo de nuestra sociedad, sino, al modo sartreano: realista.

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