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El Abogado Del Diablo


Enviado por   •  20 de Mayo de 2015  •  1.695 Palabras (7 Páginas)  •  307 Visitas

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“Uno sólo es responsable en la medida de su saber-hacer (savoir-faire)” Jacques Lacan

“Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran” Mateo 5:1-7:29

Un relato de un abuso. Un profesor es acusado de corrupción de menores. Y allí, en pleno juicio, mientras Bárbara describe el incidente, el Señor Gettys no puede sino recrearlo ante la vista del jurado, o mejor dicho, ante la mirada atenta de su abogado. Su turno, su testigo, su mirada y un receso de quince minutos le posibilitarán trocar el curso del litigio y de su vida también. Y es que Kevin Lomax –quien goza y usufructúa de esa mirada- ya lleva en su haber sesenta y cuatro juicios seguidos ganados. Todo un record, su record.

Una visión y su anillo de bodas. El dilema está ahí frente a sus ojos y él debe decidir entre defender a un culpable de abusar de una menor y así perder su invicto o –estrategia mediante-, a costa de no saberse engañado, ganar. Kevin opta por no ver. ¡Libre Albedrío!

Otra oportunidad para el cambio. Un pedido llega de Nueva York, la nueva Babilonia del Apocalipsis Bíblico. El bufete Milton Chadwick Waters lo requiere para escoger un jurado. Es que él sabe mirar y es por eso que ha sido observado atentamente y escogido especialmente por John Milton. Una nueva vida. Una nueva ciudad y un nuevo departamento para una pareja de jóvenes enamorados. Un proyecto en puerta: la paternidad. Pero, para ello, algo debe ser dejado de lado: la vanidad, la misma vanidad de siempre. Y es que ahora el joven abogado, exitoso y galán –recién llegado de la Florida- pretende devorarse de un bocado la Gran Manzana aún a costa de abandonar la mirada de su mujer.

He allí el universo de discurso en el que Lomax se halla inmerso. He allí su saber-hacer savoir faire con ese universo particular, con el manejo adecuado de la técnica judicial. He allí al invencible abogado de Gainesville que se ufana de ganar todos los juicios a sabiendas de la culpabilidad de sus clientes. Sesenta y cuatro victorias y allí a él…se lo ve venir, ese es su rasgo y así lo despliega en el Caso Moyez. En sólo 38 minutos de deliberación del jurado logra su cometido. Ese es su jurado y ella, Mary Ann, aún lo mira desde la primera fila. Reino de la egosintonía. Reinado de la vanidad, su vanidad.

Pero la egosdistonía quiebra el horizonte brillante y eterno de Lomax y el dilema con el que se inicia el film vuelve a presentársele. Una nueva oportunidad se avecina, ahora ante el caso Nº 67. Abandonar a su mujer y su mirada o someterse a la mirada de Milton quién lo define ante el futuro cliente en los siguientes términos: “es un ganador Alex, se parece a ti y no lo van a ver venir”. Elementos disonantes aparecen una y otra vez, y en el medio, un hijo huérfano de padre que ha hallado un protector a su medida. Alguien que ha posado sus ojos en él, más allá de su enamorada esposa. Un padre que le muestra el poder, el placer y los favores de otras mujeres a la vuelta de la esquina, pero que no por ello deja de interpelarlo. Y es que ese es su juego: la decisión de Kevin y hacia allí lo conduce. ¡Libre albedrío! Sin embargo, el dilema le es planteado por Milton en términos de elección : dejar el caso, un importante caso de triple asesinato y al jurado, su jurado –donde todos lo verán venir- ó, sacarlo del mismo, eximirlo de tal empresa y relegarlo al lugar de asesor, para que así pueda cuidar a su mujer. Y en esto de ponderar elementos dispersos y perspectivas encontradas para arribar a una elección, a Kevin se lo ve venir y Milton lo ve venir.

Nuevamente la oportunidad es rechazada. Milton, un nuevo Tiresias, le enuncia como un oráculo que todos lo dispensarán de sus deberes de abogado, que él mismo lo hará porque todos saben que el ama a esa mujer, su mujer. Y le recuerda: “la presión, olfatéala,...yo te apoyo en esto”. Pero Kevin como Creonte invierte los órdenes y…llega tarde. Y es que vuelve a ponderar vía ideales, y el libre albedrío se transforma en una falsa decisión: “sabes a que le tengo miedo: si dejo el caso y ella se pone mejor la odiaré por eso. No quiero ser un resentido. Puedo ganar este caso, quiero meterme de lleno en este caso. Terminarlo y ya. Entonces, entonces le dedicaré toda mi energía a ella”. Un abogado del Diablo lo interpela. Un importante representante de su Iglesia que, juicio mediante, –el juicio a Kevin-, se abocará por todos los medios a demostrar que no hay razones para hacerlo santo. Es decir, hará ver que sus supuestos milagros: sus triunfos, son pura ilusión. Tarea difícil si la

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