El Nombre De La Rosa
Enviado por daymon_1719 • 20 de Enero de 2013 • 2.219 Palabras (9 Páginas) • 390 Visitas
"El nombre de la Rosa"
Una película para pensar
Actores principales: Sean Connery (William de Baskerville), F. Murray Abraham (Bernardo Ghi), Christian Slater (Adso de Melk), ElyaBaskin (Severinus) Feodor Chaliapin hijo (Jorge de Burgos), William Hickey (Ubertino de Casale), Michael Lonsdale (el abad), Ron Perlman (Salvatore), Volker Prechtel (Malachia), Helmut Qualtinger (Remigio de Varagine), Valentina Vargas (la chica), Leopoldo Triste (Michele de Censena), Andrew Birkin (Cuthbert de Winchester)
Breve resumen de la película
CONTENIDOS
"Dos monjes franciscanos se aproximan a un monasterio benedictino situado en lo alto de una colina. Son los primeros en llegar a una reunión cumbre de clérigos. En el monasterio se ha producido un asesinato y el abad le pide al hermano Williams (Sean Connery) que trate de resolver el caso pero sin entrar en la majestuosa biblioteca, orgullo del monasterio. Sin embargo la clave del asesinato está en la biblioteca. Esa extraordinaria película esta basada en la mundialmente conocida novela de Umberto Eco.
"En virtud de la duración de la película (130 minutos)
Contexto histórico
la película se desarrolla a fines de la Edad Media, también denominada en algunos manuales como la Etapa Oscurantista y dónde el poder de la Iglesia y su manejo del conocimiento comenzaba a ser discutido.
El rol de la Iglesia en la Edad Media.
Uno de los acontecimientos más relevantes de la época medieval es la organización del Papado (gobierno de la Iglesia). En ese período los papas lograron varios cambios destacados, entre los que se cuentan la independencia de la Iglesia de la monarquía, y el intento de los papas de transformarse en autoridades políticas universales, para gobernar igual que los reyes y emperadores.
En la sociedad el clero desempeñó un papel primordial frente a la anarquía social existente, imponiendo el principio del orden, prestando ayuda a los débiles y conservando los restos de civilización.
En la Edad Media los países cristianos se encontraban divididos en diócesis, cada una de ellas dirigida por un obispo.
Los obispos, sacerdotes y párrocos vivían entre los fieles, y se les denominaba seculares o seglares porque pertenecían a la sociedad. Junto a este clero secular existía otro, cuyos miembros se sometían a un estilo de vida con estrictas reglas que limitaban toda su existencia. Eran los llamados regulares o monjes, quienes habitaban los monasterios o abadías, y cuya agrupación se conocía como orden. La de los benedictinos era la más antigua, y la regla de su fundador —San Benito— sirvió de modelo a los demás fundadores de órdenes.
Los benedictinos debían cumplir compromisos esenciales (votos), como la obediencia, la pobreza y el trabajo. Su labor intelectual fue bastante destacada, por cuanto diariamente consagraban dos horas a leer y escribir, siendo la base del saber medieval. Los franciscanos predicaron el ideal de pobreza y humildad, mientras que los dominicos se ocuparon principalmente de la enseñanza y el estudio teológico en las universidades.
Pero el aporte de los regulares no se limitó solo al saber intelectual. Su influencia además repercutió en el desarrollo de poblaciones y en la asistencia social, ya que era la Iglesia quien se preocupaba de los pobres, enfermos, viudas e indigentes. En el siglo XII y XIII se fundaron numerosos hospitales o casas de Dios, incluso en los pueblos más pequeños.
La iglesia y la enseñanza
Durante la Edad Media la ausencia de textos escritos determinó el predominio de la enseñanza oral.
La enseñanza durante el Medioevo se dictaba en latín y era gratuita. Estaba exclusivamente en manos del clero, tanto de los sacerdotes en las parroquias como de los monjes en las abadías.
Las escuelas estaban abiertas a todo el mundo y gracias a ello fue que personas de muy baja condición económica pudieron educarse y aprender materias como gramática, retórica, teología, dialéctica, aritmética, astronomía y música.
En una hermosa mañana de finales de noviembre de 1327, el fray Guillermo de
Baskerville y su alumno y fiel acompañante, Adso de Melk, llegan a la Abadía cuyo nombre
conviene cubrir con un piadoso manto de silencio.
En la Abadía, una serie de asesinatos comienza a perturbar la paz y el “silencio de
oración” que suelen reinar en estos lugares.
Esta cadena de asesinatos se sucede por el único motivo de mantener en secreto un
hipotético “Tratado de la risa”, atribuido al inmortal Aristóteles, que los jóvenes copistas
descubren como Una verdad que no debe ser ocultada. Los que tratan de copiar el libro, o son
iniciados en el conocimiento de su existencia, mueren misteriosamente. El monasterio cuenta
con una Biblioteca que es un Laberinto. El director de la Biblioteca es un monje viejo, ciego,
enloquecido, que ha llegado a la conclusión de que la alegría exagerada es el mayor de los
pecados.
Guillermo y Adso se lanzan a la aventura laberíntica que implica descubrir al causante
de las muertes. El camino hacia este descubrimiento termina con el fuego, el fuego que lo
devora todo, que arrasa con todo: libros, riquezas, cuerpos. Después de todo, todo lo que
queda de una rosa, es sólo su nombre.
poco después de que la Iglesia de Roma hubiera consolidado su poder a principios de la
Edad Media, los herejes pasaron a ser contemplados como enemigos de la sociedad. Apelando
en nombre de la unidad cristiana y de las reglas que regían a la sociedad Medieval, se
consideraba a los herejes como traidores de la convivencia de la sociedad misma.
La Inquisición fue creada para combatir a estos herejes. La mayor parte de los inquisidores
eran Franciscanos y Dominicos, ya que ambas órdenes religiosas gozaban de fama de instruidas,
educadas y competentes. Los inquisidores trabajaban en cooperación con los obispos locales de
cada región y se procedía invocando a una Técnica Judicial conocida por Inquisitio. Existen
fundadas dudas sobre la buena fe y legalidad de la mayoría de estos juicios, ya que las
informaciones y acusaciones en la mayoría de los casos eran infundadas o falsas, y obedecían a
obscuras venganzas personales.
La tortura era el instrumento utilizado generalmente para arrancar la confesión del
considerado hereje, que la mayoría de las veces terminaba por confesar su culpabilidad, aunque
no fuera culpable.
Los inquisidores se atribuían un poder sobre la vida y la muerte de ese “otro”, enemigo,
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