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El Nombre De La Rosa


Enviado por   •  26 de Agosto de 2013  •  666 Palabras (3 Páginas)  •  408 Visitas

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Con El nombre de la rosa a Umberto Eco le sucede algo similar a lo ocurrido con Memorias de Adriano a Marguerite Yourcenar. La obra respectiva incuba en ambos por más de dos o tres décadas y presiona a sendos autores hasta que -para fortuna de nosotros los lectores exigentes- estalla en sus manos de una forma parecida a la explosión de un volcán. La novela, según comenta Eco, comienza a partir no de un proyecto, sino de la poderosa imagen de un benedictino que mientras lee voluptuosamente se derrumba como fulminado por un rayo.

Umberto Eco nos aclara en su poética, las famosas Apostillas a El nombre de la rosa[2], lo siguiente:

Al comienzo, mis monjes tenían que vivir en un convento contemporáneo (pensaba en un monje detective que leía Il Manifesto). Pero como un convento, o una abadía, aún viven de muchos recuerdos medievales, me puse a rebuscar en mis archivos de medievalista en hibernación (un libro sobre la estética medieval en 1956, otras cien páginas sobre el mismo tema en 1969, algún ensayo por el camino, varios retornos a la tradición medieval en 1962 -para preparar mi estudio sobre Joyce- y luego, en 1972, el extenso trabajo sobre el Apocalipsis y las miniaturas del comentario de Beato de Liébana: o sea que el Medioevo estaba bien ejercitado). Me encontré con un vasto material (fichas, fotocopias, cuadernos) que se había ido acumulando desde 1952, y que estaba destinado a otros fines muy poco definidos: una historia de los monstruos, un análisis de las enciclopedias medievales, una teoría del catálogo… En determinado momento me dije que, puesto que el Medioevo era mi imaginario cotidiano, más valía escribir una novela que se desarrollase directamente en ese Medioevo.

En la excelente bien armada trama, ubicada en una abadía benedictina, están ocurriendo crímenes aparentemente conectados más con la ignorancia, con las creencias y las supersticiones de los monjes que con el razonamiento lógico de las causas y los efectos. Pero he aquí que llegan hasta ese sitio, para intentar dilucidar el gran enigma, dos franciscanos. El primero de ellos, Guillermo de Baskerville, es una rara mezcla de monje asceta e investigador privado al más puro estilo de Sherlock Holmes; el segundo de abordo, es Adso, el pupilo en ciernes de Guillermo, quien desde una óptica por demás crítica y hasta en el más mínimo de los detalles nos va involucrando en los hechos.

Siendo el pastiche un término de origen francés que sirve para definir muy bien a toda obra artística o literaria que imita y mezcla abiertamente el estilo de otros hasta dar la impresión de originalidad. Algunos novelistas, como el cubano Guillermo Cabrera Infante o el autor argentino Manuel Puig han utilizado la técnica del pastiche en varias de sus obras literarias.

El nombre de la rosa, de Umberto Eco, por las huellas que vamos descubriendo en ella, cumple cabalmente con

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