El Origen De La Etica
Enviado por ksf219 • 3 de Diciembre de 2013 • 31.634 Palabras (127 Páginas) • 1.282 Visitas
COMPENDIO DE ETICA
Meter SINGER (ed.)
Alianza Editorial, Madrid, 1995
Indice
1. EL ORIGEN DE LA ÉTICA . Mary Midgley 4
10 LA ÉTICA DE LA GRECIA ANTIGUA. Cristopher Rowe 14
11. LA ÉTICA MEDIEVAL Y RENACENTISTA. John Haldane 24
12. LA FILOSOFÍA MORAL MODERNA. J. B. Schneewind 34
13. EL DERECHO NATURAL. Stephen Buckle 43
14. LA ÉTICA KANTIANA. Onora O'Neill 54
15. LA TRADICIÓN DEL CONTRATO SOCIAL. WilI Kymlicka 63
16. EL EGOÍSMO. Kurt Baier 72
17. LA DEONTOLOGÍA CONTEMPORÁNEA. Nancy (Ann) Davis 78
18. UNA ÉTICA DE LOS DEBERES PRIMA FACIE. Jonathan Dancy 89
19. EL CONSECUENCIALISMO. Philip Pettit 98
20. LA UTILIDAD Y EL BIEN. Robert E. Goodin 107
21. LA TEORÍA DE LA VIRTUD. Greg Pence 114
22. LOS DERECHOS. Brenda Almond 122
23. LA POBREZA EN EL MUNDO. Nigel Dower 130
24. LA ÉTICA AMBIENTAL. Robert Elliot 139
25. LA EUTANASIA. Helga Kuhse 147
26. EL ABORTO. Mary Anne Warren 154
27. LA SEXUALIDAD. Raymond A. Belliotti 164
28. LAS RELACIONES PERSONALES. Hugh LaFollette 174
29. IGUALDAD, DISCRIMINACIÓN Y TRATO PREFERENTE. Bernard R. Boxill 180
30. LOS ANIMALES. Lori Gruen 188
31. LA ÉTICA DE LOS NEGOCIOS. Robert C. Solomon 196
32. CRIMEN Y CASTIGO. C. L. Ten 205
33. LA POLÍTICA Y EL PROBLEMA DE LAS MANOS SUCIAS. C.A.J. Coady 210
34. GUERRA Y PAZ. Jeff McMahan 219
35. EL REALISMO. Michael Smith 229
36. EL INTUICIONISMO. Jonathan Dancy 239
37. EL NATURALISMO. Charles R. Pigden 247
38. EL SUBJETIVISMO. James Rachels 256
39. EL RELATIVISMO. David Wong 264
40. EL PRESCRIPTIVISMO UNIVERSAL. R. M. Hare 271
41. LA MORALIDAD Y EL DESARROLLO PSICOLÓGICO. Lawrence Thomas 281
42. EL MÉTODO Y LA TEORÍA MORAL. Dale Jamieson 291
43. LA IDEA DE UNA ÉTICA FEMENINA. Jean Grimshaw 300
44. LA SIGNIFICACIÓN DE LA EVOLUCIÓN. Michael Ruse 308
45. MARX CONTRA LA MORALIDAD. Allen Wood 316
46. ¿CÓMO PUEDE DEPENDER LA ÉTICA DE LA RELIGIÓN? Jonathan Berg 326
47. LAS IMPLICACIONES DEL DETERMINISMO. Robert Young 333
1. EL ORIGEN DE LA ÉTICA. Mary Midgley
Peter Singer (ed.), Compendio de Ética
Alianza Editorial, Madrid, 1995 (cap. 1, págs. 29-41)
1. La búsqueda de justificación
¿De dónde proviene la ética? En esta interrogación se unen dos cuestiones muy diferentes, una sobre un hecho histórico y la otra sobre la autoridad. La inquietud que han suscitado ambas cuestiones ha influido en la configuración de muchos mitos tradicionales acerca del origen del universo. Estos mitos describen no sólo cómo comenzó la vida humana, sino también por qué es tan dura, tan penosa, tan confusa y cargada de conflictos. Los enfrentamientos y catástrofes primitivas que éstos narran tienen por objeto —quizás por objeto principal— explicar por qué los seres humanos han de someterse a normas que pueden frustrar sus deseos. Ambas cuestiones siguen siendo apremiantes, y en los últimos siglos numerosos teóricos se han esforzado por responderlas de forma más literal y sistemática.
Esta búsqueda no es sólo fruto de la curiosidad, ni sólo de la esperanza de demostrar que las normas son innecesarias, aunque estos dos motivos son a menudo muy fuertes. Quizás esta búsqueda deriva, ante todo, de conflictos en el seno de la propia ética o moralidad (para los fines tan generales de este artículo no voy a distinguir entre ambos términos). En cualquier cultura, los deberes aceptados entran a veces en conflicto, y son precisos principios más profundos y generales para arbitrar entre ellos. Se busca así 1a razón de las diferentes normas implicadas, y se intenta sopesar recíprocamente estas razones. A menudo esta búsqueda obliga a buscar, con carácter aún más amplio, un árbitro supremo la razón de la moralidad sin más.
Esta es la razón por la que resulta tan compleja nuestra pregunta inicial. Preguntar de dónde proviene la ética no es como preguntar lo mismo acerca de los meteoritos. Es preguntar por qué actualmente hemos de obedecer sus normas (de hecho, las normas no agotan la moralidad, pero por el momento vamos a centrarnos en ellas, porque son a menudo el elemento donde surgen los conflictos). Para responder a esta cuestión es preciso imaginarse cómo habría sido la vida sin normas, e inevitablemente esto suscita interrogantes acerca del origen. La gente tiende a mirar hacia atrás, preguntándose si existió en alguna ocasión un estado «inocente» y libre de conflictos en el que se impusieron las normas, un estado en el que no se necesitaban normas, quizás porque nadie quiso nunca hacer nada malo. Y entonces se preguntan «¿cómo llegamos a perder esta condición pre-ética?; ¿podemos volver a ella?». En nuestra propia cultura, dos respuestas radicales a estas cuestiones han encontrado una amplia aceptación. La primera -que procede principalmente de los griegos y de Hobbes- explica la ética simplemente como un mecanismo de la prudencia egoísta; su mito de origen es el contrato social. Para esta concepción, el estado pre-ético es un estado de soledad y la catástrofe primitiva tuvo lugar cuando las personas comenzaron a reunirse. Tan pronto se reunieron, el conflicto fue inevitable y el estado de naturaleza fue entonces, según expresa Hobbes, «una guerra de todos contra todos» (Hobbes, 1651, Primera Parte, cap. 13, pág. 64) aun si, como insistió Rousseau, de hecho no habían sido hostiles unos con otros antes de chocar entre sí (Rousseau, 1762, págs. 188, 194; 1754, Primera Parte). La propia supervivencia, y más aún el orden social, sólo resultaron posibles mediante la formación de normas estipuladas mediante un trato a regañadientes (por supuesto este relato solía considerarse algo simbólico, y no una historia real). La otra explicación, la cristiana, explica la moralidad como nuestro intento necesario por sintonizar nuestra naturaleza imperfecta con la voluntad de Dios. Su mito de origen es la Caída del hombre, que ha generado esa imperfección de nuestra naturaleza, del modo descrito -una vez más simbólicamente- en el libro del Génesis.
En un mundo confuso, siempre se acepta de buen grado la simplicidad, por lo cual no resulta sorprendente la popularidad de estos dos relatos. Pero en realidad los relatos sencillos no pueden explicar hechos complejos, y ya ha quedado claro que
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