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El Silencio De Las Sirnase


Enviado por   •  1 de Octubre de 2014  •  483 Palabras (2 Páginas)  •  217 Visitas

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El silencio de las sirenas

Una demostración de que también recursos insuficientes y hasta pueriles pueden servir como medio de salvación:

Para preservarse de las sirenas, Ulises se tapó los oídos con cera y se hizo aherrojar al mástil.

Algo parecido hubieran podido hacer desde antiguo, claro está todos los viajeros, salvo aquellos a quienes las sirenas seducían ya de lejos; pero se sabía en todo el mundo que era imposible que esto fuese remedio . El canto de las sirenas lo penetraba todo , y la pasión de los seducidos hubiera roto trabas más fuertes que cadenas y mástiles. Ulises , aunque acaso enterado, no pensó en eso.

Confió plenamente en su puñado de cera , en su manojo de cadenas, y con inocente alegría, contentísimo con sus pequeñas astucias navegó al encuentro de las sirenas.

Pero sucede que las sirenas disponen de un arma más terrible aún que su canto. Es su silencio. Acaso era imaginable –aunque, por cierto eso tampoco había ocurrido- que alguien se salvara de su canto; pero sin duda alguna nadie podía salvarse de su silencio. No hay nada terrenal que pudiera resistir a la sensación de haberlas vencido con fuerzas propias, a la infatuación consiguiente que se sobre pone a todo.

En efecto, al llegar Ulises, las formidables cantoras no cantaron, sea porque creyeron que semejante adversario ya solo podía afrontarse con el silencio, sea porque esa visión de bienaventuranza en el rostro de Ulises, que no pensaba más que en cera y cadenas, les hizo olvidar cualquier canto.

Pero Ulises, por así decirlo, no oyó su silencio; creía que cantaban, sólo que él se vía librado de oírlas. Vi primero, fugazmente, las torsiones de sus cuellos, la honda respiración, los ojos arrasados en lágrimas, la boca entre abierta, y creyó que todo esto formaba parte de las arias que , sin ser escuchadas, resonaban y perdían a su alrededor. Pero pronto todas las cosas rebotan en su mirada abstraída; era como si las sirenas desaparecieran ante su resolución, y justamente cuando más cerca estuvo de ellas, ya nada sabía de su presencia.

Y ellas- más hermosas que nunca- se estiraban y se retorcían, tendrían sus garras abiertas sobre la roca y sus horridas cabelleras ondeaban al viento, libremente. Ya no pretendían seducir, tan solo deseaban atrapar , mientras fuera posible, el reflejo de los dos ojos grandes de Ulises. Si las sirenas tuvieran conciencia, habían sido destruidas en aquella oportunidad. Pero así perduraron, y únicamente se le escapó Ulises.

Por los demás, la tradición refiere también un epílogo, al respecto. Ulises, así cuentan, fue tan zorro, tan rico en astucias, que ni aun la diosa del destino logró penetrar en su fuero más íntimo.

Quizás- aunque esto pueda ser convido la razón humana- advirtió realmente que las sirenas callaban, y sólo, por decirlo así a manera de escudo, les opuso

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