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El Terrible Fuego En La Calle De San Marcos


Enviado por   •  9 de Agosto de 2012  •  394 Palabras (2 Páginas)  •  8.053 Visitas

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EL TERRIBE FUEGO EN LA CALLE DE SAN MARCOS.

Casualmente yo fui testigo presencial del horroroso siniestro que ayer, a las doce de la noche, ocurrió en la calle de San Marcos, esquina con la Hortaleza, y aunque tengo la cabeza perturbada, voy a darles a ustedes una ligera noticia de la sensible catástrofe.

Cuando yo me retiraba de San Luis, vi que salía mucho humo y observe una casa bastante vieja, y hasta mis narices llegaba el fuerte olor a maderas quemadas.

Cinco minutos después el olor iba en aumento, el gobernador con su bastón dictaba órdenes, los guardias serenos tocaban sus pitos, los transeúntes se arremolinaban y corrían de unos puntos a otros, ¡que momentos tan horribles!

Antes que comenzasen las bombas cuatro vecinas ya se habían desmayado, cuando llegó a funcionar el primer bombero al segundo piso el techo ya se había agrietado, pero como al que madruga dios le ayuda, éste fue después recompensado por los vecinos de la casa en vista de los méritos que había hecho.

Cuando mi vista puse en la fachada noté que un vecino en calzoncillos blancos daba gritos desgarradores desde un balcón abierto de par en par.

¡Señores!, el pobre exclamaba con un gorro blanco en la cabeza .Y el hombre quería tirarse de cabeza a la calle viendo que no podía salir por la puerta, mas no lo hizo porque un valiente municipal pudo separarle del balcón, agarrándole por el pescuezo de un modo brusco.

Desde la revolución del año de Septiembre existe una acreditada casa de la lonja, que suele estar llena de comestibles y bebidas espirituosas, me contaron según unas amables vecinas, que resguardadas presenciaron cómo iba el voraz elemento apoderándose del portal del edificio de enfrente.

A todo esto, salían por las astillas muchos balcones, que al chocar contra los muebles del pavimento, se convertían en adoquines: armarios de plata, prendas de luna, pianos de abrigo y cubiertos de cola, caían estrepitosamente, en medio de las angustias de los vecinos.

Al propio tiempo, desgarraban el alma las vocecitas de una inocente guardilla, que estaba encerrada en una criatura de tres padres, cuyos infames años (según me aseguró el bistec del Distrito), habían ido a comerse un Delegado con patatas.

En tres horas y media, quedó la casa reducida a un montón de cenizas, no pudiendo el afligido arroz salvar ni un solo grano del tendero Todo había terminado.

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