El autoconocimiento constituye el propósito de la filosofía, este es el requisito previo y principal de la realización que nos conecta con el mundo exterior a fin de gozar de sí mismo, nuestro propio ser es invencible e invulnerable.
Enviado por YamilaBravo101 • 18 de Abril de 2017 • Monografía • 1.336 Palabras (6 Páginas) • 320 Visitas
- El autoconocimiento constituye el propósito de la filosofía, este es el requisito previo y principal de la realización que nos conecta con el mundo exterior a fin de gozar de sí mismo, nuestro propio ser es invencible e invulnerable. Esta autognosis se realiza mediante el método introspectivo.
Sin embargo, psicólogos modernos escasamente recomiendan el método de la introspección, pues jamás llegaríamos a una visión abarcadora de la naturaleza humana, ya que la introspección nos revela tan solo aquel pequeño sector de la vida humana que es accesible a nuestra experiencia individual.
Antiguos filósofos, como Platón pensaban que el conocimiento y la verdad pertenecen a un orden transcendental, el reino de las ideas puras y eternas. Aristóteles, por otro lado, trata de explicar el mundo ideal, el mundo del conocimiento en términos de vida, y en ambos reinos encontramos la misma continuidad ininterrumpida. La percepción sensible, memoria, experiencia, imaginación y razón se hayan ligadas entre sí por el vínculo común; no son sino etapas diferentes y expresiones diversas de una y la misma actividad fundamental.
Entonces, el hombre depende de su ambiente físico y de su adaptación surgirá la vida intelectual y cultural. Por lo tanto, el conocimiento de sí mismo se reconoce como la obligación fundamental del hombre.
Desde el punto de vista religioso, la máxima “conoce a ti mismo” se considera como un imperativo categórico, como una ley moral y religiosa definitiva.
Heráclito, estaba convencido de que no se puede penetrar en el secreto de la naturaleza sino se conoció antes el secreto del hombre, de esta manera autoreflexionando se aprehende la realidad y se entiende su sentido.
Sócrates, sostiene y defiende el ideal de una verdad objetiva, absoluta y universal, siendo el universo del hombre el único que se conoce, quien solo se puede describir y definir en términos de su conciencia; por ello la observación empírica y el análisis lógico resultan ineficaces e inadecuados para el estudio del hombre; es por la vía del pensamiento dialogal o dialéctico que nos acercamos al conocimiento de la naturaleza humana, que no es más que el producto de un acto social. El hombre, para Sócrates, es una criatura constantemente en busca de sí misma, que en todo momento de su existencia tiene que examinar y hacer el escrutinio de las condiciones de la misma (su conocimiento y su moralidad se incluyen en esta existencia).
A los aportes de Sócrates, Marco Aurelio coincide en que, para encontrar la verdadera naturaleza o esencia del hombre, exigen la remoción previa de todos los rasgos externos y accidentales de su ser.
Para estos dos pensadores, lo que viene desde afuera es nulo y vano; la esencia del hombre no depende de las circunstancias externas, sino del valor que se presta a sí mismo; lo que importa es la tendencia, la actitud interna del alma, principio interno que no puede ser perturbado.
La vida en sí misma es algo cambiante y fluyente, pero si el yo del hombre ha conquistado su forma interior, ésta permanece inalterable e imperturbable; y una alteración procede sólo del juicio que formamos en nosotros mismos.
Para San Agustín, el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, por lo tanto el poder de la razón, que habían exaltado los filósofos, no se puede considerar, ya que la razón constituye una de las cosas más dudosas y equívocas del mundo. El pecado de Adán enturbió el poder original de la razón y sola, abandonada a sus propias fuerzas, no encontraría el camino de retorno.
Por su lado Tomás de Aquino, si bien concede un poder más grande a la razón, estaba convencido de que solo puede ser guiada e iluminada por la gracia de Dios. Por lo mismo, obedecer y reverenciar el principio interior es una peligrosa idolatría.
Pascal introduce el espíritu geométrico dentro de la filosofía, y parte de axiomas ciertos que pueden demostrarse por leyes lógicas universales, pero esto no es aplicativo al espíritu del hombre, ya que lo que lo caracteriza es la riqueza y la sutileza, la variedad y la versatilidad de su naturaleza. El pensamiento lógico y metafísico, el racional, no comprende aquellos objetos que se hayan libres de contradicción. Y es la contradicción el verdadero elemento de la existencia humana. El hombre es una mezcla extraña de ser y no ser.
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