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El chocolate Perugina agudeza sobre el amor


Enviado por   •  8 de Febrero de 2014  •  Ensayo  •  574 Palabras (3 Páginas)  •  347 Visitas

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DÍA 3. Del amor…

La verdad que no es lo primero que hago en el día. Ya llevo una hora despierto. Ayer bebí, me he levantado aturdido, por lo temprano y por el alcohol. No soy persona de sólo una razón, aunque siempre busco la de mayor peso. Pues bien, como saben, he preparado el café y demás acciones rutinarias, mucho más si disfrutamos de un domingo brumoso, de niebla abrumadora que se cuela entre las rendijas de la silicona mal sellada de sus ventanas y hace que todo se vea ambiguo y delicadamente sensible.

Perdonen, me pongo sentimental; ciertamente lo soy. Ah, mírenme. Quién carajo dedica dos horas diarias a desahogarse delante de un papel porque no soporta lo que hay a su alrededor. No, no tiene prospecto. Es un remedio que lleva asolando al hombre de tiempos antiguos, y más aún. Laika vio cantidad de manuscritos en el espacio, tallados por algunos de los titanes que después quedaron como almuerzo mitológico. Es divertido esto de que uno sea un curioso; violenta curiosidad. ¿Saben que en los bombones de Perugina hay frases ingeniosas que hablan del amor? Jaj, hay que joderse. No, no. Tu vas a una pastelería donde el aire es finamente caro, con olor a chocolate paradisíaco pero caro. Pagan a la dependienta dos mil pavos al mes para que sonría persistentemente al cliente que entra a primera hora del día, el que entra a las once, el de las doce y el de justo antes del cierre. Por la tarde también sonríe pero se le cargan los músculos de la cara de tanto esfuerzo matinal. Esto es, y después de todo el amor que te da la dependienta que nada tiene que ver con las sentencias de dentro de los bombones, pagas, 3 euros, por tres bombones, y te vas corriendo de la tienda antes de que se esfumen los dos euros que te quedan para el resto del día.

Pero saboreas el chocolate, primero intenso y negro, después ese toque de praliné cargado de avellana, la crema y muerdes la avellana. Pff, putos maestros chocolateros. Ahora es cuando, ya feliz por el euro bien invertido en tu bombón que sigues saboreando y esperas que persista durante algunos segundos más, te das cuenta de la frase preciosa. La lees, sonríes; por supuesto: Si el amor, bendito nómada, se aloja contigo, agasájalo (A. Nasafi). A mi bueno, ya saben que no me gustan mucho este tipo de cosas. De hecho me mosquea, no compro chocolate porque me sienta solo y quiera encontrar en él un gusto y placer que no tengo. No, que va, joder. Pues me como otro. Esta vez sin saborearlo prácticamente porque ya estaba pendiente de quitar bien el papelito de aluminio para que no se rompa mi destino amoroso. ¡Oh! Jaj, esta pinta bien, empieza por exclamación y todo. Sigo. ¡Ámame de veras!¡Susúrrame palabras de fuego! (J. Keats). Ajam. Me gustaría sinceramente poder ser nómada, y acogerte a ti, alma que no sé dónde estás, en el más inmenso amor que ningún hombre pueda imaginar, o que te lo llevaras todo y me quedara fantasma voluble. También

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