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El marxismo de Marx


Enviado por   •  6 de Octubre de 2013  •  Ensayo  •  3.598 Palabras (15 Páginas)  •  257 Visitas

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Bien podría iniciarse este relato con la historia de los cultos. Érase que se era una religión que veneraba a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; había una vez una sociedad devota de la tecnología. Contentémonos con narrar la devoción de Marx: caminemos con él por su jardín de senderos que se bifurcan. No importa por dónde se empiece ni qué sendero se elija. Aquí y allá, de espaldas y de frente, en el origen y en el ocaso, estará como un Dios omnipresente el trabajo: vía crucis y fuente de salvación.

Durante mucho tiempo se pensó el marxismo de Marx como propuesta teórico-metodológica radical (alternativa a los paradigmas positivistas) que no sólo buscaba la explicación científica de los procesos sociales sino su trasformación, o mejor dicho revolución. Hoy ese status parece resquebrajarse no sólo por los recientes acontecimientos en la Europa del este sino por una incisiva crítica al pensamiento moderno del cual Marx es un digno representante.

Marx efectivamente elaboró uno de los estudios más sólidos e importantes sobre el papel central del trabajo en el sistema social burgués: analizó hasta los últimos resquicios de la producción capitalista; descifró sus elementos y movimientos; denunció la explotación humana y la generación de la plusvalía. Pero en el intento por desnudar sus misterios terminó otorgando al trabajo el papel protagónico en la historia de la humanidad. ¿No es cierto acaso que Marx supone la producción como el núcleo analítico de toda sociedad? ¿No piensa el paso de una formación social a otra por el desarrollo de las fuerzas productivas? ¿No sostiene que el trabajo constituye la actividad central en el camino hacia el progreso de la humanidad, y con ello hacia la sociedad emancipada?

Reflexionar sobre este centramiento y los problemas que se derivan del mismo es el objeto del presente artículo, el cual constituye el bosquejo de un trabajo más amplio en proceso de elaboración. El objetivo es mostrar que, pese a la radicalidad de la crítica sobre el capitalismo, la filosofía de la historia de Marx no logra superar las visiones positivistas de su época.

1. El trabajo como reproducción de la vida y aseguramiento de la existencia humana

Desde fines del siglo XVIII y principios del XIX el trabajo viene a constituir el proceso central de la sociedad para los teóricos de la economía política.

Es David Ricardo, sin embargo, el que llega a concebir el trabajo como la fuente de todo valor. Tal propuesta teórica está estrechamente vinculada a la idea de la escasez. Mientras para los clásicos la tierra proporciona los objetos necesarios para la reproducción de la humanidad, para Ricardo la escasez es producto de una carencia ineludible. Ante una población siempre creciente se reducen las posibilidades de subsistencia y el trabajo se vuelve, por ello, el acto más importante de la existencia social. Esta dialéctica se resolverá en el momento en que la producción ya no pueda cubrir las carencias. Será entonces cuando toda producción complementaria resulte inútil y perezca la población excedente.

Marx se adscribe a esta propuesta ricardiana, a esta idea de que la humanidad se mueve en esa relación indisociable trabajo-escasez, pero, a diferencia de Ricardo, desarrolla una teoría positiva del devenir en donde precisamente por medio del trabajo se llegará no al fin de la historia sino al verdadero principio de la sociedad humanizada. Es por ello que define al trabajo como una "condición de la existencia humana, independiente de todas las formaciones sociales, necesidad natural y eterna de mediar el metabolismo que se da entre el hombre y la naturaleza; por consiguiente de mediar la vida humana".(1)

La producción es, en su obra, la actividad vital, la vida productiva misma que se presenta a los hombres como un medio de satisfacer la necesidad de conservación de la especie. Es "la vida engendradora de vida".(2)

Ese vínculo trabajo-escasez es concebido, entonces, como natural, independientemente de las distintas formaciones sociales. De ahí que la producción es el elemento que permite comunicar a los diferentes tipos de sociedad y comprender el camino progresivo de la Historia.

En el artículo "Formas que preceden a la producción capitalista", por ejemplo, Marx señala que en las comunidades tribales "el individuo es colocado en condiciones tales para ganar su vida que su objetivo no es la adquisición de riqueza sino la subsistencia".(3) Es sólo posteriormente cuando la acumulación se instaura como el motor de la historia, es decir, cuando el propio desarrollo de las fuerzas productivas lleva a la "superación" de esas formas de organización social. Despojar la riqueza de su contenido burgués es la propuesta política de Marx, pues "¿qué es la riqueza sino la universalidad de las necesidades, capacidades, goces, fuerzas productivas, etc., de los individuos, creados en el intercambio universal?"(4)

Nítida es, en su obra, la preocupación por erradicar el espectro de la escasez, que cruza de principio a fin la historia de la humanidad. Primero por falta de trabajo objetivado; después por la concentración del mismo. Por ello no oculta su fe ardiente en el progreso técnico desplegado en la sociedad burguesa; por ello piensa las penosas experiencias del proletariado como dolores de crecimiento de un proceso destinado a desaparecer en la evolución subsecuente.

Pero, ¿qué sucede si se encuentra la existencia de sociedades que no se organizan alrededor del trabajo, y que pese a ello son de abundancia porque las necesidades están satisfechas? ¿Cómo seguir sosteniendo con Marx que incluso el lenguaje nace por los apremios del intercambio?

Recientes estudios antropológicos(5) han mostrado, efectivamente, que en muchas comunidades donde no imperan las relaciones capitalistas el trabajo no constituye el motor de la vida social, porque no enfrentan el problema de la escasez ni buscan la acumulación de riquezas. A diferencia de las sociedades modernas, donde la satisfacción de las necesidades se realiza produciendo mucho, en esas culturas se alcanza deseando pocos bienes materiales. De tal manera que sólo unas horas del día son dedicadas a la acción instrumental y el resto del tiempo se utilizan en otro tipo de actividades no productivas.

Tales estudios llevan a la necesidad de relativizar el problema del torbellino trabajo-escasez en su determinación histórica. La sociedad capitalista se puede considerar opulenta por la abundancia de productos y de escasez por la insatisfacción que genera siempre nuevas acciones. Ése es el camino elegido por la cultura moderna, mas no es un principio

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