El primer periodo del que hablaremos, gracias a los diferentes puntos doctrinales, será el periodo cosmológico
Enviado por Fatima Delgado • 10 de Marzo de 2016 • Ensayo • 3.269 Palabras (14 Páginas) • 331 Visitas
Desarrollo
El primer periodo del que hablaremos, gracias a los diferentes puntos doctrinales, será el periodo cosmológico. Este periodo es de suma importancia ya que, aparte de ser el primer periodo que dio inicio a la filosofía griega; está conformado de grandes e importantes personas que han dejado su historia como ejemplo para la humanidad, sus enseñanzas y ejemplos de vida.
Este periodo es conocido como “cosmológico” porque la primera indagación filosófica; movida por la admiración se refiere al cosmos, al mundo que los rodea. Dicho periodo pudo denominarse periodo de juventud o de formación, y la naturaleza o el mundo exterior es lo que constituye el objeto principal de este periodo. Aquí, predomina la observación sensible y externa, ya que surgían demasiadas preguntas.
Dicho periodo, está conformado por cuatro escuelas principales, que son: la escuela jónica, la escuela itálica o pitagórica, la escuela eleática y la escuela atomísta. Los jónicos, tratan ante todo y sobre todo de conocer y determinar la materia, la esencia, la realidad que constituye el ser o substancia de las cosas particulares, y, por consiguiente, del Universo-mundo.
Concentrándonos en la escuela jónica; está se distingue por el modo esencialmente materialista con que plantea y resuelve el problema cosmológico. La escuela jónica, aun prescindiendo de la atomística, como rama o prolongación de la misma, puede y debe dividirse en dos secciones, la primera de las cuales se halla representada por los tres primeros filósofos jónicos, Tales, Anaximandro, Anaximenes, y la segunda por Heráclito, Anaxágoras y sus sucesores. Porque si es cierto, a la verdad, que uno y otro pertenecen en el fondo a la escuela jónica a causa de la materia que reconocen como principio esencial y substancia real del mundo, no es menos cierto que colocaron el problema cosmológico en un terreno relativamente nuevo y especial.
La escuela itálica, es llamada así, por haber tenido su asiento en Italia, o sea en aquella parte de la península itálica que se apellidó antiguamente Gran Grecia, a causa de las muchas ciudades que allí fundaron los griegos. Sea de esto lo que quiera, y concediendo desde luego que la escuela pitagórica lleva en su seno obscuridad, dudas e incertidumbre en orden al sentido concreto de sus doctrinas y teorías, no es menos indudable que representa y significa cierto progreso respecto de la escuela jónica, y que entraña una fase nueva en el planteamiento del problema filosófico durante el primer periodo de la Filosofía griega. La escuela itálica eleva el problema cosmológico desde el terreno puramente material y sensible, al terreno matemático, dándole un aspecto más racional y profundo, un modo de ser más universal y más científico. La escuela itálica se separa también y se eleva sobre la jónica por la universalidad de sus soluciones, formulando una especie de sistema relativamente filosófico, general y complejo, en el cual, la lado de las nociones cosmogónicas, aparecen ideas y nociones relacionadas con la psicología, la moral y la teodicea, por más que estas ideas son por extremo confusas, incompletas, y, sobre todo, poco científicas. Porque la verdad es que estas ideas, en su mayor parte, traen su origen, no de la especulación filosófica, sino de las tradiciones religiosas y de la enseñanza hierática en que se inspiró probablemente el fundador de esta escuela, gracias a sus viajes por el Egipto. Así es que algunos han considerado la doctrina o Filosofía de la escuela itálica como una concepción sincrética resultante de la amalgama y combinación del elemento griego con el elemento oriental, apreciación que no carece de fundamento, como veremos después, si se tienen en cuenta ciertas opiniones y teorías de los pitagóricos.
Continuamos con la escuela eleática, que fue fundada por Xenófanes, contemporáneo de Pitágoras, y natural de Colofón, se estableció por los años de 536 en Velia o Elea, ciudad de Italia, y de aquí la denominación de escuela eleática con que es conocida por el mismo, y que fue continuada y desarrollada por Parménides y Zenón de Elea, que florecieron 460 años antes de Jesucristo, y después por Meliso de Samos (445), que son los principales discípulos de Xenófanes y los más notables representantes de esta escuela.
La solución dada por la escuela eleática al problema filosófico planteado de esta suerte, es una solución esencialmente panteísta e idealista, si nos atenemos sobre todo a la doctrina de Parménides, que es sin disputa el representante más genuino, más lógico y más completo de la escuela eleática, como escuela metafísica. La teoría del conocimiento de la escuela eleática, y particularmente la de Parménides, se halla en perfecto acuerdo con su teoría metafísica. La razón sola es la que conoce la verdad y la realidad: los sentidos nos suministran una representación falsa y aparente de las cosas. La ciencia representa el conocimiento de la primera o sea el pensamiento verdadero y real de las cosas: la opinión representa el conocimiento aparente de los sentidos, y comunica a las percepciones de éstos cierta unidad y enlace. Para los sentidos, el Universo consta de dos elementos contrarios representados por la luz y las tinieblas, el calor y el frío; pero para la razón ese mismo Universo es un ser único, una unidad indivisible.
La última escuela mencionada en este periodo es la escuela atomista. No se conoce mucha información de dicha escuela, pero se sabe que a partir de Heráclito, y debido en parte a sus doctrinas, al lado de la dirección espiritualista, representada por Anaxágoras, se manifestó otra dirección materialista representada por Leucipo y Demócrito. Y, en efecto: Leucipo, cuyo nacimiento y cuya patria son dudosos, inició, o al menos dio impulso a una verdadera reacción contra el idealismo eleático, sucediendo aquí lo que acontecer suele en casos análogos. Según Diógenes Laercio, concedía Leucipo a todos los átomos movimiento esencial, y las combinaciones que dan origen a los diferentes cuerpos se verificaban por medio de remolinos. Así es que Bayle y Huet apuntaron, no sin fundamento, que el sistema físico de Descartes trae su origen de la doctrina de Leucipo. Éste, olvidando que los átomos y su movimiento suponen y exigen una causa primera, prescindía de ésta por completo, contentándose con afirmar que el movimiento de los átomos se halla sujeto a leyes necesarias e inmutables.
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