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El problema del mal y la libertad personal


Enviado por   •  29 de Noviembre de 2017  •  Ensayo  •  2.881 Palabras (12 Páginas)  •  247 Visitas

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El problema del mal y la libertad personal

Universidad Iberoamericana Ciudad de México

Lucila Rubio Jiménez  

Otoño 2017

Fecha de Entrega: 23/11/2017

Ensayo final

El mal en la amabilidad: la propina social

Ivanna Moctezuma Otero

Introducción.

Lo que yo quiero exponer, mostrar o demostrar en este ensayo desde mi propia experiencia o praxis social el mal que habita inadvertido a muchas personas en la amabilidad mexicana.  Usando a las propinas o el concepto de ellas como hilo conductor pasando por las ideas, descripciones y opiniones de tres filósofos sobre la misma y finalmente relacionándolo brevemente con el cuidado del medio ambiente.  

Desarrollo

El otro día en un restaurante de nuestra amada ciudad de México, al escuchar con atención a las personas de las mesas cercanas pidiendo sus órdenes. Decidí poner atención al fenómeno. Nunca faltaban las palabras corteses y demás adornos en la relación oral cliente-mesero.  Las palabras “por favor” y “gracias “al principio o final de cada oración, como los clásicos “muy amable joven “y el típico loco que casi le recuerda a su madre al camarero para desquitarse de que la sopa estaba fría, pero al terminar el airado monologo dijo- “se lo encargo mucho, por favor joven” claramente un “por favor” no arreglará la humillación que le acaba de hacer pasar.  Otra cosa que me puso a pensar es la forma en la que los clientes le hacen todo tipo de preguntas al mesero. Desde ¿este pan tiene gluten? A preguntas muy complejas planteadas con la intención de decidir si ordenar el pescado o la carne. Como si a los meseros de nuestro país les dejaran probar los platillos o apropiarse de los mismos. Ellos son los que transportan la comida. ¿Cómo podrían tener la capacidad de decidir que deberíamos ordenar?  En una cultura culinaria como la nuestra en la que el mesero tiene un rol casi insignificante en la estructura del establecimiento, en un intento para suavizar su realidad y hacerle creer que su opinión importa, además de halagarlo, ¡vaya halago! Se le añade presión, no basta con asegurarle falsamente que su opinión sí importa, le estás imponiendo la obligación de darte una opinión válida y fundamentada basada en información que desconoce. Pero claro, si el consejo del mesero resulta erróneo sobre él caerá todo el peso de nuestra disconformidad. En el peor de los casos se le dejará sin propina, que dado los pésimos salarios que perciben, en promedio un camarero gana 2500 pesos mensuales sin contar las propinas según datos del 2014. La pérdida de ese ingreso extra no es un lujo que se puede dar.

El termino propina surge del inglés T.I.P cuyas siglas son too insure promptitude es un término acuñado en la Inglaterra del siglo XIX, un país que en ese momento vivía el auge de la revolución industrial y de los transportes como el ferrocarril que cambiaron el concepto del tiempo y la distancia para siempre. La gente siempre tenía prisa pues el tiempo era dinero, la propina era la forma de demostrar tu agradecimiento, al camarero o al de las maletas por la rapidez con la que te atendieron que te permitió reanudar el viaje lo antes posible.

 En México la propina es algo tan fundamental para él que trabaja en la industria de los bienes y servicios que se ha convertido en casi una obligación del cliente dejar mínimo 10 %. Él que incumpla este acuerdo no oficial será castigado con malas caras y malos modos, algo que era una forma opcional de mostrar aprecio y agradecimiento por un servicio rápido se convirtió en una regla social no oficial que al menor incumplimiento será amargamente reclamada. ¿No deberían reclamar esos pésimos salarios a sus jefes o a la cúpula restaurantera de nuestro país?  A ellos que son los verdaderos culpables, de que la situación sea tan sombría. Al ser la propina un gesto de amabilidad de parte del cliente, que le permite al camarero olvidar su pésimo salario, ese acto de amabilidad se vuelve tan fundamental para ellos que suaviza su realidad, haciendo que olvide casi por completo la injusticia laboral.

Lo anterior es altamente común en México, pero no lo es en otros países más desarrollados, por ejemplo, España y Francia. En esos países la amabilidad no es un valor, para un camarero francés la propina es un insulto a su orgullo, y un atentado contra su derecho de tratarte de la patada. La importancia culinaria del camarero francés en el establecimiento es mayor, sí conoce los platillos del lugar, pero para él no es su obligación contestar a las irritantes preguntas del consumidor.

En Estados Unidos si hay amabilidad, pero ésta no tiene que ver con la mexicana. La amabilidad estadounidense se basa en generar comodidad en una sociedad de consumo, te hablan bonito para que consumas, para que les compres, su objetivo es venderte algo no intentar falsamente mejorar tu día con palabras vacías.  

¿Qué se puede deducir de esto? ¿Es la amabilidad una característica de los países subdesarrollados? En los que hay una mayoría con problemas económicos que dejan atrás su orgullo y aceptan la “ayuda “insignificante del otro porque está claro que este tipo de amabilidad de la que ya hemos hablado no sirve de gran cosa, solo distrae no soluciona. Cuando tratas bien a alguien le haces olvidar sus problemas no se los resuelves. En México se puede entender a la amabilidad como un acto alienante que distrae al “jodido” (como se le llama despectivamente desde las clases altas) y le hace pensar que se le valora haciendo que no se queje y siga trabajando para sentirse digno de las dulces palabras de sus jefes o clientes. Esta “amabilidad “por lo anteriormente expuesto llegó a ser tan dulce para el mexicano común que se convirtió en una ley social. Un intercambio acordado entre los dos sujetos participantes en cualquier conversación cotidiana desde el más importante trato de negocios hasta al más banal encuentro por la calle.

Esta necesidad compulsiva de ser cortes y políticamente correcto todo el tiempo, hace que por medir nuestras palabras y pensamientos no nos enfoquemos en problemas verdaderamente apremiantes, como lo es el medio ambiente y el inminente cambio climático. Caemos en la doble moral de regañar o calificar como malo al que no es amable en lugar de concentrarnos en el daño que le hacemos a nuestro entorno.  

Aristóteles abordo la amabilidad en el libro primero de su obra La gran moral 

La amabilidad es el medio entre la chocarrería y la rusticidad, y tiene relación con la burla y la gracia. El bufón o chocarrero es el que se imagina que puede mofarse de todo y, de todas maneras. La rusticidad, por lo contrario, es el defecto del que cree que jamás debe burlarse de nadie, y que se incomoda si se burlan de él. La verdadera amabilidad está entre estos dos extremos; no se burla ni de todo ni siempre, al paso que se mantiene lejos de una grosería rústica. Por lo demás, la amabilidad puede presentarse bajo dos fases; sabe a la vez divertirse con mesura y soportar, caso necesario, las chanzonetas de los demás. Tal es el hombre verdaderamente amable, y tal la verdadera amabilidad que da lugar fácilmente al gracejo.1

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