En armonía con la naturaleza

7. En armonía con la naturaleza

I. Disfrutar la belleza.

El amor palpita en todo el universo. La naturaleza es un himno de gratitud y las criaturas son el resplandor del amor, llevan impresa la belleza, que es la huella y el brillo de su creador. La razón de la existencia es el amor. Amar es la manera de estar en el mundo.

Una infinita belleza está alrededor, uno está sumergido en ella. La percepción de la belleza es algo que proviene de lo íntimo del alma; si no podemos verla, es porque aún no se ha descubierto la belleza en el interior de sí mismo. La belleza que el ser humano percibe depende de la conciencia.

Hay que tener conciencia de la realidad, de la unidad del ser, la experiencia de que uno es participación del absoluto. Todo es participación del ser infinito, que se puede ver a través de este universo.

Platón dijo que esos determina el modo como cada cosa se siente atraída a las demás cosas. Este es el principio de toda atracción o repulsión natural. Es el principio cósmico de orientación, la fuente y el impulso hacia el movimiento y la actividad.

Aristóteles expone esta idea en forma universalizada “ la inclinación natural hace las cosas pesadas caer, a las ligeras levantarse, a los animales perseguir sus alimentos y a los seres humanos seguir sus deseos e impulsos; es en el fondo, la misma orientación de la naturaleza de cada cosa hacia aquello que por naturaleza pertenece”. En el amor, que es el origen de la existencia, los seres encuentran su plenitud, por el privilegios de ser en unidad con todo lo demás.

La naturaleza es participación de la unidad del ser. La poesía de Dante la expresa así: “toda natura, en este orden divino, tiene hacia su principio impulso abierto”.

Se pueden advertir, que la naturaleza tiene una dirección a su origen y que, el crecimiento en amplitud de conciencia de los seres humanos, al acercarse al absoluto, produce un movimiento de ascensión en todos los demás seres.

Todos los seres en la naturaleza están entrelazados y cada uno cumple con su función; la del ser humano consiste en generar conciencia.

El alma, dice Platón, persigue la belleza y el bien primeros; animada por este impulso, asciende a través de diversas etapas hasta que llega la unión con dios. Así el alma conoce el el modelo ejemplar, la belleza perfecta que Platón identifica con la idea de bien, en una llamarada de luz en la cual se contempla lo real. El bien. Y la belleza son ideas perfectas. Modos de ser y conocer el absoluto.

Es posible sentir a Dios en la belleza. Se puede llegar a lo infinito, escudriñando en lo finito. La naturaleza no es la plenitud, pero si es la manifestación de esa sobreabundancia del ser que nada requiere, que solo entrega, que solo es.

II. Sumergidos en la materia

Se puede colaborar con el universo; uno puede aliarse con las cosas, por causa de nuestro origen: el amor supremo.

Todo elemento del mundo, busca su propia perfección. Dios es la fuente y a la vez, la plenitud. Así cada cosa, cada ser, coopera a la obra universal del absoluto; en su desenvolvimiento, permite que todo se sujete a lo que él mismo representa y realiza, según su naturaleza.

El ser humano es espíritu, psique, pero también materia, existe en una dimensión de tiempo y espacio. Cada uno desarrolla su consciencia en la relación con la métrica. Una persona es alma en un cuerpo material.

La filosofía se ocupa del tema de la naturaleza, como de lo otro, un mundo que está ahí, objeto del sujeto del conocimiento, que divide; por el amor, captamos unidad del todo.

Parecería que en la naturaleza, todo está en la luz creadora, todo pesa, todo cuenta y todo debe realizar su fin. Cuando captamos la naturaleza, entendemos la fraternidad de todas las cosas. Bien les llamaba Francsico de Asís: Hermano sol, hermana luna. Dice “hermanas avecillas, tenéis obligación de ser agradecidas con el creador; porque os dio vestido doble y aún triple... Mucho os ama el creador, pues os hace tantos beneficios”.

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