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Ensayo Del Ramayana


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2013  •  3.563 Palabras (15 Páginas)  •  351 Visitas

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Reinaba en Ayodhya hace ya muchos siglos un rey llamado Dasaratha, quien no había tenido sucesión de ninguna de sus tres esposas, por lo que como buenos induístas fueron en peregrinación a varios santuarios y ayunaron en fervorosa súplica de que Dios les concediera sucesión.

Por fin obtuvieron respuesta a sus ruegos en cuatro hijos, de los que el mayor fue Rama.

Y los cuatro hermanos recibieron completa educación en todos las ramas del saber, y para evitar pleitos era costumbre en la antigua India el rey asociara a su hijo mayor al gobierno del país, con el título de Yuvaraja que significaba: el rey joven.

En otra ciudad había un rey llamado Janaka, quien tenía una ahijada maravillosamente hermosa cuyo nombre era Sita, a la que habían encontrado recién nacida en un campo.

La crió el Rey Janaka, quien al llegar ella a la edad núbil, deseaba encontrarle digno esposo.

Era costumbre que las princesas escogieran marido. A esta costumbre se la llamaba Swayamvara; y según su práctica, el padre de la princesa invitaba a todos los príncipes.

Muchos eran los príncipes que aspiraban a la mano de Sita, quien había pedido en prueba de merecimiento, que el pretendiente quebrara con sus manos un grande arco llamado Haradhana.

Todos los príncipes fracasaron en el intento, a pesar de haberse esforzado en lograrlo, pero Rama, tomó el gigantesco arco en sus manos y lo quebró en dos mitades.

Así eligió Sita por marido a Rama y las bodas se celebraron.

Rama se llevó a su esposa a la corte de su padre Dasaratha, quien creyó llegado el momento de nombrar yuvaraja a su hijo mayor y confiarle el gobierno del país.

Dasaratha dispuso todo lo conveniente a la proclamación, y el pueblo entero acogió entusiastamente la noticia, cuando una doncella de Kaikeyi, la más joven de las tres esposas de Dasaratha, le recordó a su señora que hacía largo tiempo que el rey su esposo le había prometido dos cosas en gracia a la mucha que a él le hiciera, diciéndole:

-Pide dos cosas que yo pueda otorgarte y te las otorgaré.

La reina Kaikeyi no pidió por entonces ninguna de ambas cosas a su marido, y había olvidado la promesa; pero la maligna doncella empezó a socavar el ánimo de la reina, representándole la injusticia de colocar a Rama en el trono, cuando con sólo exigir del rey el cumplimiento de su promesa, podría ocupar el trono su propio hijo; y así fue que la reina Kaikeyi se volvió loca de celos.

Entonces la doncella hizo que se cumpliera lo dicho de las promesas y uno de ellos había que ser que su hijo Bharata ocupara el trono, y el otro que condenara a Rama a catorce años de destierro en los bosques.

Aunque Rama era alma y vida para el rey Dasaratha, cuando la reina Kaikeyi le exigió que cumpliera su promesa, el rey se vio obligado a no faltar a su palabra, por lo que no sabía qué hacer.

Pero Rama se ofreció voluntariamente a renunciar al trono y salir desterrado, a fin de que nadie pudiera acusar a su padre de ser falso.

En consecuencia, Rama se marchó al destierro acompañado de su amante esposa Sita y de su predilecto hermano Lakshmana, que en modo alguno quiso separarse de él.

Los habitantes de los bosques, se llamaban monos y a los más robustos y corpulentos les llamaban demonios.

A uno de estos bosques habitados por monos y demonios, fueron a cumplir su destierro Rama, Sita y Lakshmana.

Cuando Sita manifestó su deseo de acompañar su marido al destierro, le dijo Rama:

-¿Cómo puedes tú, una princesa, arrostrar las penalidades que me esperan en un bosque lleno de insospechados peligros?

Pero Sita respondió :

-A donde quiera que vaya Rama, irá Sita.

Y con Rama fue Sita, y también el joven Lakshmana, hermano menor de Rama.

Se internaron en el bosque hasta llegar a orillas del rio Godavari, donde construyeron unas chozas y se sustentaron de la caza y de frutos silvestres.

Hacía ya algún tiempo que allí estaban, cuando un día se presentó una gigantesca demonia, hermana del gigante rey de Lanka.

Vagando a capricho por los bosques, se encontró con Rama, y al verlo tan hermoso, se impresiono de amor. Pero como Rama, además de casado, era castísimo, no pudo corresponder al amor de la intrusa, quien para vengar ese rechazo, volvió al lado de su hermano y le conto de la encantadora hermosura de Sita, la esposa de Rama.

Rama aventajaba en poder a todos los mortales y no había gigante ni demonio, capaz de vencerle, por lo que el gigante rey de Lanka encomendó a la astucia lo que sabía que le era imposible conseguir por fuerza.

Así es que recurrió a las artes de otro gigante, que era mago, quien lo convirtió en un hermoso ciervo de bello color, y de esta suerte, fue al bosque donde Rama vivía, y empezó a acechar el alrededor de la cabaña, hasta que, fascinada Sita por la extraordinaria belleza del animal, le dijo a Rama que lo capturara para ella.

Rama fue en busca del ciervo, dejando a su hermano Lakshmana el cuidado de Sita; pero Lakshmana encendió un círculo de fuego al rededor de la cabaña y le dijo a Sita:

-Presiento que te va a suceder una desgracia; y por tanto, te ruego que no te salgas del círculo mágico, pues si lo haces te ocurrirá algo malo.

Entre tanto, Rama había herido al ciervo encantado con una flecha, e inmediatamente se transformó en figura de hombre y murió el animal.

A este mismo punto, se oyó en la cabaña la voz de Rama que gritaba:

-¡Oh! Lakhmana, ven en mi auxilio.

Sita exclamó:

-Ve enseguida, Lakshmana, en ayuda de Rama.

Lakshmana repuso:

-Esta voz no es la de Rama.

Sin embargo tanto suplicó Sita, que Lakshmana salió en busca de Rama.

Tan pronto como estuvo lejos, se presentó junto al círculo mágico, frente a la puerta de la choza, el rey gigante, en figura de monje mendicante que pidió limosna.

Sita le dijo: - Espera un poco a que vuelva mi marido y te daré abundante limosna.

El falso mendigo repuso:

-No puedo esperar, bondadosa señora, porque estoy hambriento. Dame lo que tengas.

Sita fue entonces por algunas frutas para echárselas al mendicante; pero ella persuadió a que ella misma le diera la limosna, pues nada había de temer de él, que era un santo hombre.

Así fue que Sita. Salió del círculo mágico para darle las frutas al mendicante, quien al punto asumió su gigantesca forma y arrebatando entre sus brazos a Sita la puso en su carro encantado y huyó velozmente con su codiciada presa.

La infeliz Sita, deshecha en llanto, no tuvo quien la protegiera, en aquella soledad; pero se le ocurrió la idea de ir arrojando de techo en techo del camino los adornos de sus brazos.

El gigante,

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