Ensayo Henry Miller
Enviado por vidalbmtz • 19 de Septiembre de 2012 • 2.034 Palabras (9 Páginas) • 734 Visitas
Henry Miller
Estados Unidos, entre genios y lunáticos
(fragmentos)
I
En dos breves centurias nos estamos yendo, prácticamente, por el caño del desagüe. ¡Ahí nos jodemos!* Y nadie se va a entristecer por ese nuestro paso; ni siquiera ésos a los que hemos ayudado a sobrevivir. En el breve instante de nuestra historia nos las hemos ingeniado para envenenar al mundo. Lo hemos envenenado con nuestras ideas de progreso, eficiencia, mecanización. Hemos convertido en robots a nuestros esforzados pioneros. Hemos deshumanizado al mundo en el que vivimos.
Los atacantes que vinieron del Viejo Mundo pudieron haber sido vistos como dioses por los aborígenes del Continente. Pero muy pronto se desilusionaron. Pronto aprendieron a tenernos miedo y odio (¡nosotros, los caras pálidas, fuimos quienes enseñaron a los indios a cortarle las cabelleras a los enemigos!). Hemos actuado con la misma crueldad ante nuestra benevolencia con diferentes puntos de vista sobre la vida. Nosotros fuimos los que suprimieron a la maravillosa Comunidad Oneida, así como a otras comunidades religiosas. A los indios les robamos su territorio e hicimos todo lo que pudimos para aniquilarlos. Y nunca intentamos darles alguna retribución.
Tal parece que fuimos concebidos entre la violencia y el odio, como si hubiéramos nacido para saquear, violar y asesinar. Nuestros libros de historia barnizan las crueldades, las abominaciones y la conducta inmoral de nuestros líderes. Sólo por ver un breve ejemplo, uno de los grandes hombres que hemos producido, Thomas Jefferson, tuvo un hijo ilegítimo con una esclava negra que estuvo a su servicio. Casi todos aquellos hombres que forjaron nuestra gran democracia fueron esclavistas. Ellos pusieron los nombres de república y democracia, pero nunca las tuvimos, ni siquiera ahora. Unos cuantos patricios, de familias poderosas, gobiernan a este país. Aun en los tiempos de Walt Whitman este territorio estaba cundido por la corrupción. La poesía en Hojas de hierba de Whitman es un maravilloso canto al Yo, pero sus restantes escritos en prosa son una condena de la sociedad estadunidense.
Hace algún tiempo vi en un cuadro enmarcadas las fotos de todos los vicepresidentes que hemos tenido, que pudo haber servido para una exposición de la cursilería. Algunos de ellos parecían criminales; otros, imbéciles; y los demás, simplemente idiotas. Y a decir verdad, los presidentes no parecían mejores. Es seguro que los políticos, y los hombres de Estado de todo el mundo, se saben obtusos y zorrunos. Churchill no fue la excepción.
El nombre de Lincoln es muy reverenciado, aunque en mi opinión él fue con mucho el responsable de la guerra interna de secesión, él tuvo el poder para evitar la confrontación entre los del norte y los del sur. Aquella guerra civil, como casi todas las de su tipo, fue una atrocidad de la cual el país no se ha recuperado del todo.
Participar en la primera guerra mundial fue, dicho sea con dulzura, un gran desatino. ¡Nada más vean ahora dónde está aquel gran enemigo de la humanidad!
Guerra, guerra... Desde mi más tierna infancia recuerdo todo aquello de la guerra entre España y Estados Unidos, la guerra ruso-japonesa, la guerra de los Balcanes –y así sin cesar. Como Jean Giono dijo en su libro Refus d’Obéissance (El rechazo a la obediencia), el capitalismo se alimenta de guerra; ni siquiera puede existir sin la guerra.
En la actualidad todos los partidos hacen la guerra; los partidos liberales, reaccionarios o lo que sean. Los comunistas son tan asesinos como los capitalistas o los fascistas. Parece que el hombre nació para matar. Nuestro país ha destacado para que le enseñemos al resto del mundo cómo aniquilarse, incluyendo a la flora y a la fauna.
El viaje a la Luna llamó la atención, por un momento, del público. Sin embargo, hoy existe la sensación de que eso –el experimento– no tenía ningún buen propósito (el Pentágono se encargará de cosechar los beneficios). Muy pronto no habrá necesidad de uniformes, entrenamientos ni disciplinas militares. Nos quedaremos sentados, dondequiera que nos encontremos, y desde ahí manipularemos las fuerzas más mortíferas. ¡Toda la guerra lejos de nuestra silla mecedora! No habrá necesidad de generales, almirantes ni nadie de esa especie. Todos y cada uno de los hombres, mujeres y niños serán una bomba potencial.
Cuando digo que nos estamos yendo por el caño del desagüe, incluyo a todos nuestros imitadores a lo largo del mundo. Todos vamos a caer juntos. Al holocausto tal vez sólo sobrevivan los primitivos y algunas especies de bestias salvajes. Sólo entonces, posiblemente, podamos ver que emerge una nueva humanidad. Es cierto que nosotros los ciudadanos, por ahora, quienes sostenemos a la sociedad, no estamos preparados para enderezar al barco del Estado. Cada ejecución de una idea progresista es algo que nos lleva más y más lejos en dirección al pasado.
Desde los primeros tiempos hemos tenido a nuestros gángsters, nuestros asesinos y nuestros políticos corruptos. ¿Cuándo hubo un tiempo bueno, limpio, feliz? Según mis cuentas: nunca. Cuando niño, empecé a oír historias sobre Tammany Hall. Cuando niño vi a los policías a caballo atacando a las masas desarmadas en Union Square (parecían cosacos bien entrenados). Cuando yo era niño me hablaron de "héroes" como el almirante Dewey (un simplón) y Teddy Roosevelt de San Juan Hill. Nunca me hablaron de Emerson, Thoreau ni Whitman. En aquel tiempo mi "héroe" era William Jennigs Bryan, "el orador de la lengua de plata". Después supe de Sing Sing, Dannemora y Leavenworth y otros por el estilo. ¡El gran narrador en mi juventud fue O. Henry! pero nadie hablaba del hombre que lo impulsó a escribir, de Al Jennigs, quien compartió con aquél su celda en la Penitenciaría de Ohio.
En mi barrio no había bibliotecas públicas ni librerías. Tuve que esperar hasta que cumplí veintiún años para encontrar a Emma Goldman en la ciudad de San Diego, California, para aprender que había una palabra como cultura. Y gracias a ella pude hacer un giro de Mark Twain a Friedrich Nietzsche.
No sólo los vicepresidentes fueron un montón de imbéciles y donadies; sino también casi todo el país. ¿Cuántos grandes escritores, grandes pintores, grandes músicos hemos producido en estos siglos? ¡Es más fácil acordarnos de haraganes famosos!
Hace
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