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Etica De La Profesion


Enviado por   •  27 de Junio de 2013  •  7.662 Palabras (31 Páginas)  •  641 Visitas

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ÉTICA DE LA PROFESIÓN: PROYECTO PERSONAL Y COMPROMISO DE CIUDADANÍA*

Emilio Martínez Navarro

Resumen

En cualquier profesión que merezca ese nombre, hay dos polos complementarios: lo que mueve al profesional y lo que legítimamente demanda la comunidad a los profesionales. La ética de la profesión orienta los comportamientos de la persona en ambos aspectos, pero no ha de ser nunca moralina ni adorno, sino más bien la entraña misma de la actividad profesional como compromiso de la persona con su propio proyecto vital y como la base de la confianza que la sociedad deposita en el trabajo de quienes son considerados profesionales, esto es, ciudadanos con una especial responsabilidad en la comunidad.

Palabras clave: ética profesional, ética aplicada, ética personal, ética cívica, ciudadanía.

La ética del ejercicio profesional tiene una larga historia, puesto que las profesiones mismas la tienen, y desde sus inicios se han caracterizado por atender a los aspectos éticos de un modo especial. En esa historia ha habido grandes cambios en cuanto al modo de entender lo que es una profesión y lo que ha de ser el correcto ejercicio profesional desde el punto de vista ético. Esos cambios han culminado en nuestros días en cierto descrédito y desconcierto en torno a la noción misma de profesión y de ética profesional. De ahí que a menudo se afirme públicamente que hoy las profesiones están en crisis. Se trata de una crisis de identidad que tiene su origen en la coincidencia de varias tensiones. Por una parte, continúa la tensión que provoca la tendencia corporativista, elitista y monopolista que late en todas ellas, y que no casa bien con los principios de igualdad de derechos y deberes que constituyen el núcleo de las sociedades modernas. Pero, por otra parte, hay tensiones por el hecho de que casi cualquier dedicación o empleo aspira a convertirse en una honorable profesión, con el fin de disfrutar de los correspondientes beneficios. Y también hay tensiones por el hecho de que actualmente la mayor parte de las profesiones no se ejercen en solitario, sino en el seno de alguna institución que administra los recursos y separa las funciones a desempeñar, y con ello condiciona fuertemente el ejercicio cotidiano de la profesión. De todo ello hablaremos en el primer punto de este trabajo.

A continuación expondré brevemente cómo entiendo la “ética de las profesiones”. Para ello aclararé lo que entiendo por “ética” y explicaré que la ética de las profesiones puede ser contemplada en la actualidad como una de las llamadas “éticas aplicadas”. En ellas se orienta la acción elaborando un saber ético al que hacen su aportación distintas fuentes: los profesionales actuales mismos, las tradiciones heredadas en el seno de la profesión, las demandas de los usuarios y de la sociedad en general y el aporte de la reflexión filosófica. En cada profesión se elabora una ética específica que es revisada y puesta al día periódicamente. En nuestro momento histórico las distintas éticas profesionales han de respetar y apoyar el marco ético de la ética cívica, verdadero soporte moral de la convivencia en sociedades pluralistas, y desde ahí han de aportar sus propios valores correspondientes a la profesión de que se trate.

Finalmente argumentaré que las profesiones que aspiren a estar a la altura de la conciencia moral de nuestro tiempo, deberán buscar la excelencia en un doble sentido: superando el burocratismo a través de un nuevo concepto de vocación profesional como proyecto personal de vida buena, y ofreciendo un servicio de calidad a la sociedad y a la humanidad, teniendo en cuenta también a las generaciones venideras, lo cual conecta con la noción de ciudadanía entendida en su dimensión ética de compromiso cívico de las personas con la sociedad local y global a la que pertenecen.

1. Las profesiones: un poco de historia

Las profesiones son instituciones sociales con una larga historia. Durante siglos, el concepto de “profesión” estaba reservado a sólo tres actividades humanas: las que hoy podemos llamar “profesiones clásicas”, que incluían a los sacerdotes, a los médicos y a los juristas (particularmente a los jueces y a los gobernantes en tanto en cuanto eran también administradores de justicia). Lo demás eran “oficios”, pero no profesiones propiamente dichas. Se reservaba la noción de “profesión” para las más altas responsabilidades: las que tenían encomendado el cuidado del alma (sacerdotes), el cuidado del cuerpo (médicos) y el cuidado de la comunidad (jueces, juristas, gobernantes). Estas tres “profesiones clásicas” se regían por un estatuto especial que distinguía claramente a quienes las ejercían: En primer lugar, el acceso al ejercicio profesional estaba restringido a un pequeño número de personas. El largo proceso de aprendizaje que era exigible se regulaba por normas muy precisas que no regían para los oficios; en especial, se exigía una especial “vocación”: sólo aquéllos que tuviesen acreditadas las aptitudes y las actitudes necesarias para ejercer la profesión de un modo excelente, podrían ser considerados candidatos al ingreso en ella.

En segundo lugar, se exigía algún tipo de juramento solemne para acceder a la profesión: un compromiso público explícito del candidato de que conduciría su vida conforme a los valores y virtudes propios de la profesión.

En tercer lugar, el ejercicio profesional no era considerado propiamente como “un trabajo” por el cual se percibe el pago de un salario, sino como una noble y elevada dedicación merecedora de honorarios, esto es, de unas retribuciones que no pagan en realidad el alto servicio prestado, sino que tratan de honrar de algún modo a la persona que lo presta.

En cuarto lugar, los profesionales gozaban de cierta inmunidad jurídica, teóricamente compensada por una exigencia de mayor responsabilidad ante la sociedad; los comportamientos de los profesionales no estaban sometidos a las mismas leyes que las que regían para los oficios, sino que tenían un estatuto legal particular y diferenciado. En virtud de tal estatuto, los profesionales sólo podrían ser juzgados, en cuanto al ejercicio de la profesión, por los colegas de la misma y conforme a sus propias reglas. Esto suponía, en la práctica, que los profesionales mantuvieran unas relaciones propias de colegas, esto es, propias de quienes comparten la pertenencia a un collegium o corporación formado por quienes comparten la misma profesión.

Por último, en quinto lugar, las profesiones eran actividades liberales en un sentido de la palabra “liberal” que hoy se nos ha hecho extraño: dedicaciones que ante todo requieren el ejercicio del entendimiento. De este modo, mientras que el ejercicio

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