Etica Marxista
Enviado por yoglemar • 3 de Octubre de 2011 • 5.763 Palabras (24 Páginas) • 580 Visitas
Los griegos llamaban a la verdad alétheia, literalmente “des-cubrir”, “des-ocultar”, “de-velar”, “correr el velo” y eso fue lo que realizaron, en alguna medida, filósofos como Karl Marx (1813 - 1883) y Friederich Nietzsche (1844 -1900), quienes, de una parte, mostraron que las ideas morales y éticas, y de ahí las ideas sobre la “vida buena”, euzoia, la “buena acción”, eupraxia, “la felicidad”, eudemonía, dependen de las condiciones históricas, sociales, económicas y de relaciones de poder de los sujetos que actúan; y de otra parte, que los valores, hasta ahora propuestos, se han olvidado de lo más fundamental: la vida terrena del hombre.
Ya Hegel había concebido a la dialéctica como marco general de su propuesta filosófica, el regalo de sus amigos idealistas que sería la llave que abriría todas las puertas de todo cuanto existe tanto en el plano del espíritu como en el mundo de la naturaleza así como del mundo del ser humano y su historia. De esta forma, y a través de las afirmaciones, de las negaciones y superaciones de éstas, expresadas en el casi intraducible ”aufheben”, las oposiciones complementarias se suceden llevando cada momento dentro de sí la afirmación de lo que se es y la negación de eso mismo que se es, es decir, la afirmación y la negación, así como la negación de la negación en un proceso interminable que penetra y hace posible la historia humana en donde la oposición y lucha de contrarios mueve la historia, en virtud de lo cual ésta es fundamentalmente dialéctica.
Karl Marx, quien nace en Tréveris el 5 de mayo 1818 y fallece en Londres el 14 de marzo 1883, encuentra válido el método de Hegel y tras una puesta a punto consistente en una inversión, que ya no parte como en Hegel de la “Idea”, del “Espíritu Absoluto” sino que parte de la realidad concreta, de la realidad material para entender de una forma radical el problema del hombre, el cual está dado por los mismos hombres quienes en sus relaciones sociales establecen formas de interactuar que los condiciona y que no dependen en su integridad de la voluntad de cada uno de ellos, y que se conforman, en lo que de una manera genérica podríamos llamar el mundo económico, que explica, en última instancia, las condiciones individuales y sociales de los hombres así como su ser en el mundo.
Marx, siendo absolutamente fiel a la idea de método científico, así como a la integración de la dialéctica, realiza un análisis que encuentra las causas últimas del padecimiento humano en las condiciones materiales concretas de la existencia humana, sin embargo, a pesar de la cientificidad de su estudio, es más, podríamos afirmar que gracias a él, Karl Marx parte de un profundo compromiso ético con la humanidad que permea todo su trabajo, el cual, podríamos afirmar sin temor a equivocarnos, es la realización de una ética concreta expresada de una forma científica, a la altura de sus tiempos.
Lo afirmado anteriormente, es necesario hacerlo expreso ya que algunos intérpretes, orientados por un supuesto prurito de cientificidad y objetividad, entre los que se encuentran afectos él así como algunos de sus detractores, no han visto este punto, a nuestro juicio fundamental, el cual está como “principio”, es decir, está al inicio, es lo primero, de su actividad teórico-práctica e impregna todo su planteamiento, siendo a la vez, dialécticamente, producto y productor del mismo.
Lo anterior se hace manifiesto desde los más tempranos escritos; véase por ejemplo cuando terminaba el bachillerato, apenas estaba superando la adolescencia y se disponía a elegir la carrera que marcaría su vida y la de muchos otros seres humanos, no solo de su tiempo sino de tiempos posteriores, en el siglo XX y en el que hoy vivimos el siglo XXI; y no solo de su reducido espacio geográfico, de su natal Tréveris, en aquellos tiempos tenía una población estimada de unos 12 000 habitantes, sino del mundo entero. En estos escritos hace manifiesto el interés que lo orientaba, el cual era el bienestar y la felicidad del género humano así como la disposición que tenía, la cual no lo abandonó durante toda su vida, en la que puso al servicio de la humanidad entera, especialmente de la clase más explotada, el proletariado, toda su capacidad para entender las causas de su situación y proponer salidas prácticas a los problemas planteados por la realidad una y múltiple, haciendo válido aquello que “no hay nada más práctico que una buena teoría”, ya que ella surge del diálogo con la realidad y ella prevé las condiciones reales de convertirse en acción transformadora de la realidad.
En aquellos días decía: “la historia sólo considera grandes a aquellas personas que, trabajando a favor de la colectividad, se han ennoblecido a sí mismas; la experiencia histórica nos demuestra que se es tanto más feliz cuanto mayor felicidad se proporciona a los demás; la misma religión nos enseña que el ideal, que todos tenemos por modelo se sacrificó por el bien de la humanidad, y nadie se ha atrevido a rebatir este argumento. Si elegimos una profesión en la que podamos trabajar al máximo por los demás, ni siquiera las penas, por duras que sean, lograrán apartarnos de nuestro camino si pensamos que nuestro sacrificio es por el bien de todos. No disfrutaremos entonces de una alegría pobre, limitada y egoísta, sino que sentiremos que nuestra suerte está ligada a millones de personas y nuestros actos fermentarán silenciosamente, seguirán siendo activos eternamente y nuestras cenizas serán regadas por lágrimas ardientes de todas las personas nobles”.
Pero esto, que se podría decir que no es más que la manifestación del interés de un joven de 17 años, que busca una nota en el contexto del final de los estudios secundarios, se hace nuevamente manifiesto en los días, que algunos han denominado de madurez, en los que preparaba su gran obra, “El Capital”; obra que va mucho más allá de la economía, la sociología, la historia y llega a rescatar la filosofía en uno de los sentidos más profundos.
En una carta dirigida a su gran amigo y colaborador F. Engels, le decía: “Si es cierto que dedico gran parte del tiempo a la preparación del Congreso de Ginebra, no puedo ni quiero ir allá, pues me es imposible interrumpir mi trabajo durante tanto tiempo. Creo que con este trabajo estoy haciendo algo mucho más importante a favor de la clase obrera que todo cuanto podría hacer personalmente en cualquier congreso”.
Este texto, además de demostrar el compromiso profundamente ético de Marx, de paso sirve para hacer presente la función que, contrario a lo que muchos amigos y enemigos supusieron, nuestro pensador le da al trabajo teórico, el cual es parte fundamental y fundamentante del conjunto del trabajo de liberación de
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