Feminismo y Genero
Enviado por Martin Pasztetnik • 6 de Julio de 2018 • Ensayo • 1.966 Palabras (8 Páginas) • 272 Visitas
1) La sentencia "una no nace mujer, sino que llega a serlo..." es el punto de partida de Simone de Beauvoir para explicar la subordinación de las mujeres como parte de la cultura. Establezca una lectura comparativa de esa afirmación con los modos en que el feminismo radical y el feminismo socialista de los años 60 y 70 definieron el fundamento de la opresión de las mujeres y el sujeto de la política feminista."
Una de las preguntas claves que guía la escritura de Simone de Beauvoir en El segundo sexo y que posteriormente seguirán los debates de las diversas corrientes del feminismo parece ser la más simple de formular, pero al tiempo, resulta ser una de las más complejas de responder: ¿Qué es una mujer? Para empezar a develar algunas respuestas, podemos anticipar que, según Beauvoir, “no se nace mujer: llega una a serlo”, pero siempre bajo la preeminencia de una obligación cultural. Por lo tanto, no existe algo esencial en la mujer, se llega a ser por medio de los condicionamientos culturales que le adjudican el espacio de lo otro.
Desde este punto de partida, la autora nos va a decir que la mujer se determina y se diferencia en relación al hombre, y no inversamente, por lo que la mujer aparece como lo inesencial frente a lo esencial. “Él es el sujeto, él es lo Absoluto; ella es lo Otro”. (Beauvoir, 1995: 4) La pregunta que se desprende frente a esta afirmación empieza a plantear una genealogía que pueda trazar el origen de la desigualdad entre los sexos. ¿Cómo fue posible que uno de los términos se haya afirmado como el único esencial? Haciendo una lectura hegeliana, Beauvoir dice que “la necesidad biológica que sitúa a macho bajo la dependencia de la hembra, no ha liberado socialmente a la mujer.” (Beauvoir, 1995: 5) En la relación entre los sexos, el amo no se plantea la necesidad que tiene del otro, detenta el poder, mientras el esclavo interioriza la necesidad que tiene el amo. De esta manera, si bien la mujer no fue siempre esclava del hombre, fue al menos su vasalla, ya que los dos sexos jamás han compartido el mundo en igualdad de forma. Diferenciados por el sexo, hombres y mujeres constituyen castas distintas, dónde en igualdad de condiciones, los hombres disfrutan situaciones más ventajosas, mejores salarios, mayores oportunidades de éxito y de acceso a la política. Es por ello que lo que se manifiesta es un pasado, la Historia producida por varones donde las mujeres participan en un mundo que no les es propio, un mundo que le pertenece a los hombres. Beauvoir nos dice que fueron “legisladores, sacerdotes, filósofos, escritores y eruditos, todos ellos se han empeñado en demostrar que la condición subordinada de la mujer era voluntad del Cielo y provechosa para la Tierra.” (Beauvoir, 1995: 6) Un relato construido en torno a un mito que siempre promueve la inferioridad de la mujer. Incluso durante la revolución industrial y en el emergente desplazamiento de las mujeres al mundo del trabajo productor, fue donde la burguesía, aferrada a la vieja moral, la de la solidez en la familia y la propiedad privada, reclamó a la mujer al espacio del hogar, tanto más en cuanto le fue posible una emancipación.
Por otra parte, Beauvoir señala el problema de considerar a la mujer como un igual en abstracto. De esta manera, la mujer aparecería como revestida de la misma dignidad social que los adultos varones: en el seno de la familia, ante los ojos del niño, del muchacho, pero sin embargo, esto puede persuadir a los hombres de que ya no existe una jerarquía social y por consiguiente, pensar a la mujer a través de las diferencias como una igual. La trampa aparece cuando se observa a la mujer con actitud de colaboración y benevolencia, que tematiza la igualdad abstracta sin plantearse la desigualdad concreta que no quiere observar. Pero sin embargo, en una situación de conflicto, el hombre se jactará de la desigualdad concreta, incluso para negar la desigualdad abstracta.
Beauvoir finalmente plantea que la mujer debe pasar al plano de la trascendencia, ya que “el sujeto se plantea concretamente a través de proyectos” (Beauvoir, 1995: 9) Alcanzar la libertad es salirse del plano de la inmanencia, de los efectos que reducen la mujer a una esencia femenina: madre, esposa hija, hermana; ahistórica, y por lo tanto, el lugar donde es designada como lo otro del hombre.
La escritura de Simone de Beavoir fue de gran influencia para posteriores desarrollos del feminismo radical, como “la dialéctica del sexo” de Shulamith Firestone. En este texto, la autora, siguiendo los desarrollos del materialismo dialéctico, se propone pensar el antagonismo que produce la división sexual de varones y mujeres como clases. A diferencia de las feministas socialistas, Firestone ve como un error reducir toda opresión de la mujer a partir de una interpretación estrictamente económica, por lo que se propone “efectuar un análisis poniendo a la propia biología –la procreación- en el origen del dualismo.” (Firestone, 1976: 17) De esta manera, las clases sexuales se desprenden directamente de una realidad biológica que configura diversos privilegios a favor del varón. La familia biológica constituye una distribución de poder intrínsecamente desigual, ya que la mujer, subordinada a su propia biología (reproducción, cuidados familiares) queda siempre en dependencia del varón. Siguiendo a Simone de Beauvoir que afirma que la realidad humana no es una especie animal, sino una realidad histórica, ya no se puede justificar el funcionamiento de un sistema discriminatorio de clases sexuales basadas en la naturaleza. Aún más, si es en el espacio de lo privado es donde se produce la desigualdad, el problema se hace inminentemente político. La autora así propone la eliminación de las clases sexuales a través de la confiscación del control de la reproducción, restituyendo la propiedad de los cuerpos a las mujeres. De esta manera, el objetivo final de la revolución feminista no se limitaría a la eliminación de privilegios masculinos, sino a toda distinción misma del sexo que conduce a la desigualdad social.
Para Zillah Eisenstein, “el patriarcado es la organización jerárquica masculina de la sociedad (…) se mantiene a través del matrimonio y la familia, mediante la división
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