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Filosofia Giorgio Colli


Enviado por   •  10 de Septiembre de 2013  •  1.327 Palabras (6 Páginas)  •  649 Visitas

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-RESUMEN.

Capítulo 1.- La locura es la fuente de la sabiduría.

Los orígenes de la filosofía son misteriosos. Según la tradición, nació con Tales y Anaximandro; en el siglo XIX se buscaron sus orígenes más remotos en fabulosos contactos con las culturas orientales. En realidad, la época de los orígenes de la filosofía está mucho más próxima a nosotros. Platón llama filosofía, amor a la sabiduría, a su investigación, a su actividad educativa, ligada a una expresión escrita, a la forma literaria de diálogo. Por otra parte, la filosofía posterior no es otra cosa que una continuación de la forma literaria introducida por Platón; y ésta última surge como un fenómeno de decadencia, ya que el amor a la sabiduría es inferior a la sabiduría. Efectivamente, amor a la sabiduría no significaba para Platón, aspiración a algo nunca alcanzado, sino tendencia a recuperar lo que ya se había realizado y vivido.

La tradición oral de la sabiduría, para nosotros aparece así falsificada por la inserción de la literatura filosófica.

Al retroceder por los senderos de la sabiduría griega, encontramos a los dioses Apolo y Dionisos. El dominio sobre la sabiduría hay que atribuirlo a Apolo. Para los griegos, el conocimiento del futuro pertenecía a la sabiduría. El dios conoce el porvenir, lo manifiesta al hombre, pero parece no querer que el hombre lo comprenda (hay un ingrediente de perversidad). El conocimiento y la sabiduría se manifiestan a través de la palabra.

Platón dice que “los bienes más grandes llegan a nosotros a través de la locura”. Distingue cuatro tipos de locura: profética, mistérica, poética, erótica. Apolo no es el dios de la mesura, sino de la exaltación, de la locura. Apolo y Dionisos abarcan completamente la esfera de la <>, de la locura.

La <> se nos presenta como fondo del fenómeno de la adivinación. La locura es la matriz de la sabiduría.

Capítulo 2.- La señora del laberinto.

Hay algo que precede incluso a la locura: el mito nos remite a un origen más remoto. Cinco siglos antes del culto a Apolo, tenemos que buscar el origen del culto a Dionisos. Debemos para ello remitirnos al mito cretense del minotauro. Aparece una mujer, Ariadna, como esposa de Dionisos. Ariadna tiene doble naturaleza: humana y divina. El laberinto se presenta como creación humana del individuo apolíneo, pero al servicio de Dionisos. El laberinto alude al peligro mortal que acecha al hombre al enfrentarse al dios-animal. El laberinto es el <>. El logos es un producto del hombre en el que el hombre se pierde.

Capítulo 3.- El dios de la adivinación.

Si la investigación sobre los orígenes de la sabiduría conduce a Apolo, y si la manifestación del dios en esa esfera se produce mediante la <>, en ese caso habrá que considerar la locura como intrínseca a la sabiduría griega, desde su primera aparición en el fenómeno de la adivinación.

La proyección de la palabra de Apolo sobre el mundo la representa el mito griego con dos símbolos: el arco (acción hostil) y la lira (acción benévola). El arco y la lira se fabricaban con la misma materia (cuernos de chivo) y con una curva análoga. Por consiguiente, las obras del arco y la lira, la muerte y la belleza, proceden de un mismo dios, expresan una idéntica naturaleza divina, simbolizada por un jeroglífico idéntico, y sólo en la perspectiva deformada de nuestro mundo de la apariencia, se presentan como fragmentaciones contradictorias.

Platón establece una distinción entre el hombre exaltado, delirante, llamado adivino, y el profeta, o sea, el intérprete que juzga, reflexiona, razona, resuelve los enigmas, da un sentido a las visiones del adivino. En realidad, la adivinación del futuro no entraña un dominio exclusivo de la necesidad.

Capítulo 4.- El desafío del enigma.

Mediante el oráculo, Apolo impone al hombre la moderación, mientras que él es inmoderado. Con eso el dios desafía al hombre. La palabra expresada en el oráculo es un enigma. La conexión entre adivinación y enigma es primigenia. Pero el enigma tiende a separarse de la adivinación. El mejor ejemplo es el mito de la Esfinge. La esfinge impone el desafío mortal del dios. Sólo quien resuelve el enigma puede salvar

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