Filosofia Y Poder
Enviado por Msidre • 25 de Agosto de 2013 • 3.673 Palabras (15 Páginas) • 459 Visitas
“FILOSOFÍA Y PODER”
Maquiavelo y Nietzsche en torno al poder
Maquiavelo es uno de los escasos filósofos de nuestra tradición que ha dedicado al poder la centralidad de su pensamiento. Otro, por supuesto, es el filósofo-artista: Friedrich Nietzsche. Me parece que los más de trescientos cincuenta años que separan a El Príncipe de la Genealogía de la moral no impiden poner en solfa algunas de las ideas más radicales de ambas obras para hacer que suenen como un armonioso dueto. Incluso, me arriesgaría a afirmar que posiblemente una se entienda mejor a la luz de la otra —como tantas veces ocurre cuando una melodía queda más explícita con su contrapunto—. Así es la situación de estos pensadores, a los cuales en muchas ocasiones se ha dado en llamar "el primer moderno" y "el primer posmoderno".
Ahora bien, una de las características más ponderadas por la filosofía moderna frente a la medieval es la autonomía de las ciencias, que se afirma con la revolución científica y que reviste un carácter de lucha contra lo establecido, lucha de cuya virulencia dan idea los procesos contra Galileo, Servet y Giordano Bruno, quienes tardíamente han sido absueltos por la institución eclesiástica. En este sentido, Maquiavelo (1469-1527) podría ser comparado con Galileo, sólo que en el ámbito político (aunque no fue condenado, tampoco ha sido reivindicado por el ámbito político, tal vez por haberse ocupado de una problemática más sensible que la astronomía o la medicina), Maquiavelo revoluciona el orden de los máximas, haciendo no el análisis del deber ser, sino que, al dejar a un lado todo tipo de consideraciones éticas y doctrinales, se centra en la cruda realidad. Este sesgo le valdrá la etiqueta de antiético, hasta el punto que, a lo largo de la tradición filosófica, "maquiavélico" ha pasado a ser sinónimo de "diabólico".
Sin embargo, lo que Maquiavelo pretende es simplemente considerar la política de la misma forma en que los científicos modernos consideran las ciencias que les ocupan, es decir, autónomamente. Tal autonomía sigue siendo hoy tema tabú. Pensemos, por ejemplo, con cuanta facilidad se interviene en discusiones sobre medicina o astronomía sin involucrar cuestiones éticas, aunque se esté convencido de que siempre están implícitas posturas o implicaciones éticas, mientras se desgarran las vestiduras cuando se considera a la política ausente de la ética, a la manera de Maquiavelo. Sin embargo, se sigue considerando a éste como el fundador de la ciencia política moderna por su forma de aislar a la política como objeto de estudio y de encontrar las leyes de su dinámica.
De este modo, su pensamiento escapa a las antiguas teorías políticas, para ocuparse de la facticidad —en el sentido de concentrarse en el análisis de las realidades captables—, y liberarse así de todo dogmatismo: ensaya una vía que se separa del examen de los argumentos justificativos y se enfoca en el estudio de los mecanismos reales que guían las acciones, los que no apuntan a un orden ideal, sino al terreno mismo de la praxis política.
Al aislar este terreno se halla ante los hechos crudos, por ejemplo cómo se gana o se pierde determinada cosa. En estas averiguaciones no busca el sustrato metafísico de las acciones, sino entrar directamente en el análisis de éstas, lo cual señala una de las principales peculiaridades de su pensamiento, el cual apunta al estudio del poder. De ahí que se le considere como el primer filósofo en la historia de la filosofía occidental que tiene al poder como tema central.
En este sentido Maquiavelo es uno de los primeros teóricos que han procurado desenmascarar las construcciones ideológicas que suelen acompañar al uso del poder público, es decir, es uno de los fundadores de lo que ha venido a llamarse sociología del conocimiento.
Por deslindar a la política como una ciencia autónoma, Maquiavelo —hay que insistir— puede ser considerado como un Galileo, aunque la comparación entre ambos personajes no sea extensible a otros ámbitos como podría ser el de la razón. Maquiavelo pone el acento en la Historia y no en la razón, de ahí que, a diferencia de Galileo, Maquiavelo vea la razón como un órgano de cálculo, y no como la facultad de conocer y acceder a la esencia de las cosas y de resolver los enigmas del mundo.
Si Maquiavelo merece ser considerado el primer filósofo político moderno es porque además de exponer la política en su autonomía, denuncia indirectamente la moral de esclavo para ubicarse, intelectual y prácticamente, en el terreno de la acción y la libertad. Es uno de sus principales talantes y en él radica su astucia: pone sobre la mesa temas viscosos: el poder, la fuerza, el orgullo y la sagacidad, y examina francamente los hechos para elaborar una teoría política que plantea dichos problemas sin enmascararlos.
En este sentido, se le podría aproximar a un pensador vitalista, pues posee los atributos de la sinceridad y la ingenuidad, que, según Nietzsche, son parte del hombre vital, por contraste, con el resentido, que no es sincero ni consigo mismo. Nietzsche, denuncia que, gracias a la virtud sacerdotal, la moral se ha vuelto "perversa" frente a la moral aristocrática, que sería la encarnada por Maquiavelo: una forma de valoración que no se aparta de la acción, no tiene absolutamente ninguna pretensión de "pureza" y es "sana" porque no esconde resentimientos, sino que los saca explosivamente a flote, salvándose así de "aquella neurastenia y aquella afección intestinal, que afectan así de forma inevitable a los sacerdotes de todas las épocas" (y podríamos agregar: a una gran parte de los intelectuales) . Maquiavelo sobrecoge al lector por el descarnado pragmatismo de su análisis. Pero no es más antitético que otros teóricos políticos, sobre todo modernos, que tienden a obviar que hay venganza, afán de poder e intrigas, y sitúan a la violencia en otra dimensión, sea como momento previo a la sociedad o como elemento adyacente, ajeno o sobrevenido a lo que suponen es un cuerpo social "sano" y "normal".
Si para Nietzsche, la moral del sacerdote es insana y perversa es porque —basando sus valores en una faceta del odio— niega toda fuerza, todo acto violento y toda crueldad. La moral del caballero, del "noble" —cuyo prototipo sería Maquiavelo— funda sus juicios de valor en la acción vigorosa, libre y vivaz, que no deja ni mucho menos de lado la corporeidad, la salud, la riqueza, la guerra, la aventura, la danza y la caza. Nietzsche desenmascara el esquema judeocristiano cuando se habla de la transmutación de los valores, en el sentido de que, lo bendecido por Dios es la pobreza, la fealdad y la debilidad, cualidades que, por supuesto,
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