Filosofia

De tal modo, el humanismo señala cómo el hombre se descubre a sí mismo – mediante la reafirmación de su aspecto subjetivo - y se convierte en individuo espiritual. Este autodescubrimiento del hombre – señala Roa en su obra citada - le produjo un deslumbramiento, que fue como si despertara de una catalepsia de siglos y todo amaneciera de nuevo para él. El viejo mundo medieval, en que la vida venía hecha y el hombre estaba sujeto a perpetua servidumbre, quedó atrás. Florencia fue el centro inicial. Regida por los Médicis a partir de 1434, príncipes afanosos de saber y de riquezas, se convertiría, a la caída del Imperio Romano de Oriente en 1453, en la cuna del Renacimiento y del Humanismo. Los más descomunales entendimientos y artistas de todas las épocas, pintaron, esculpieron, pensaron y soñaron. Otras ciudades italianas le siguieron rápidamente. Roma fue la síntesis luminosa de esta primavera de prodigios. Hasta la Iglesia sucumbió a sus aromas. Constelaron de frescos y estatuas de la más pura estirpe clásica el sacro recinto de los sucesores de San Pedro. De Italia, el Renacimiento se extiende por todos los países de Europa Occidental. En Alemania dos figuras colosales dominan el Renacimiento: el cardenal Nicolás de Cusa Alberto Durero. La protesta de Lutero sentará nuevas pautas a la Iglesia. Francia logró imprimirle personalidad propia al Renacimiento, en la poesía de Ronsard, la sátira de Rabelias y en el ensayo de Montaigne. Más tardíamente entraron al Renacimiento los Países Bajos, España e Inglaterra. No fue empero, menos valiosa su contribución. En los Países Bajos nos encontramos con Erasmo de Rotterdam, quizás la figura más destacada e influyente de la época

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