Filosofía Teocéntrica
Enviado por Ignaciopm15 • 2 de Febrero de 2019 • Resumen • 2.207 Palabras (9 Páginas) • 203 Visitas
FILOSOFÍA TEOCÉNTRICA
La filosofía griega nace a partir de la necesidad del ser humano por conocer el porqué de las cosas. En la búsqueda de respuestas a las interrogantes generadas, la observación desempeñó una función elemental, principalmente con el movimiento de los astros y su posible incidencia en los asuntos del ser y su relación con la naturaleza. A lo largo de la historia, se sabe que fueron los pueblos griegos dedicados a la navegación les permitió conocer y transmitir su cultura a otras latitudes. Por tal razón, se conoce su influencia sobre el norte de África, el Oriente Medio y en todo el sur del continente europeo. Por eso, la península griega fue objeto de múltiples migraciones como la de los aqueos, jonios y dorios para citar algunos[1].
En este punto la geografía se convierte en una ciencia de vital importancia para la expansión económica y cultural de los pueblos, durante ese afán indagatorio, surgió la preocupación por medir el tiempo, así nacen los calendarios y otras herramientas para lograr una mejor ubicación en el entorno, pronto este proceso tuvo un trasfondo religioso, porque muchas culturas empezaron a relacionar a los astros con una bendición de los dioses, que determinaba lo que sucedía en el mundo físico de los humanos. Sin embargo, aparecen pensadores como Platón y Aristóteles, quienes generan una división en sus obras y enseñanzas, donde sitúan a los dioses en un lugar distinto a la ciencia y al conocimiento verdadero, o epistemología, en términos platónicos. Sin embargo, deben pasar bastantes años para que estas ideas aristotélicas y platónicas se expandieran. No es de extrañar que principalmente en el occidente de Europa, se acreciente la dualidad ciencia y religión, representados en los planteamientos filosóficos de Santo Tomás de Aquino y San Agustín de Hipona que denotan un grado de madurez respecto a la visión griega, esta corriente filosófica expuestas por ambos, es conocida como teocentrismo.
Se entiende por teocentrismo a la corriente de pensamiento filosófica que antepone a Dios como el centro del universo, y gestor principal de las actividades humanas. Esta filosofía abarca todo lo existente, inclusive a la razón científica, la cual está justificada por la voluntad divina. Tuvo su origen a inicios de la era cristiana y Edad Media, promovida por los reyes católicos, hasta abarcar la etapa del Renacimiento en el siglo XV, cuando se empezó a concebir a Dios como un factor, pero no como la causa única que rige el mundo. Durante la época medieval, la relación de los primeros pensadores cristianos con la filosofía fue compleja. Algunos externaron su desapego hacia la filosofía, considerándola enemiga de la fe, otros más bien, vieron la posibilidad para resguardar con la razón sus credos religiosos.
La corriente teocéntrica parte de la idea de que la normativa cristiana profundiza no tanto en el misterio divino, sino más bien en la metodología para crear un camino racional y moral hacia las prácticas de convergencia y entendimiento entre las religiones de la humanidad. Sin embargo, sería un error afirmar que el modelo teocéntrico está ligado directamente con el pluralismo religioso, ya que esta corriente desarrolla el concepto de que todas las religiones son caminos de salvación, y no conceden carácter único y universal a la persona y la obra redentora de Jesucristo como si lo hace el teocentrismo. Todos los defensores del teocentrismo son pluralistas, pero no viceversa.
Uno de los principales exponentes del Teocentrismo, es San Agustín de Hipona (354-430), nacido en Tagaste (ciudad perteneciente a la actual República de Argelia), es considerado el filósofo más importante de la Iglesia cristiana antigua. Sobre su vida adolescente Miranda (2015) comenta:
“El padre de San Agustín era un pagano y su madre, por el contrario, una mujer cristiana. Tras constantes observaciones, estos reconocieron el gran talento de su hijo en el campo literario y destacaron su agudeza mental. Por lo anterior decidieron enviarlo a la Escuela de Cartago, cuando apenas tenía 16 años; en dicha institución estudió Retórica y Derecho”[2].
San Agustín marca un precedente muy significativo en el ámbito de la Patrística latina (estudio del cristianismo de los primeros siglos). A partir de los conocimientos dados por Platón, basa su tesis bajo una concepción que otorga la sabiduría cristiana. Esto se refleja en su teoría de la iluminación, que sustituye el conocimiento platónico por reminiscencia[3] por los destellos de la luz que proviene del Maestro divino.
San Agustín influenciado por las experiencias vividas en la ciudad de Cartago (actual Túnez), acogió filosofías paganas como el maniqueísmo, el cual consiste en un pensamiento generado por un personaje persa conocido como “Mani” o “Manes”. Esta ideología contempla un dualismo entre la luz y la oscuridad, donde ambos elementos están en un conflicto eterno; la luz significa paz, convivencia armónica u “Ormuz”; por el contrario, la oscuridad constituye un debate, una lucha o “Ahrimán”. Lo anterior hace pensar a San Agustín que el resultado de esta confrontación entre el mundo de las tinieblas y la luz, entrega como resultado la vida. Hay quienes consideran que aunque “Manes” mantuvo la imagen de Jesús, le asignó características budistas y otros aspectos de la ideología persa, características que se alejan de la pureza desde la óptica cristiana[4].
Entre sus numerosas obras están: las Confesiones (13 libros), las monografías Contra académicos (contra los escépticos), Soliloquiorum libri II, De quantitate animae, De anima et eius origine, De immortalitale animae, De ordine, De libero arbitrio y, finalmente, las grandes obras De civitate Dei y De trinitate.
Entender el pensamiento de San Agustín implica conocer el contexto socio-económico donde vivió, en el momento de su nacimiento y su muerte, el Imperio Romano se encontraba en decadencia, debido al aumento de territorio, esclavitud y corrupción, el Imperio entró en crisis económica, entro otros aspectos. Lo anterior propició la aparición del pensamiento de San Agustín, generando una gran polémica entre los paganos de la época, quienes justificaron la caída de Roma como resultado de la cristianización del Imperio en el año 323, específicamente durante el gobierno del Emperador Constantino.
El pensamiento agustino parte de la polémica generada, al pretender demostrar que la caída de Roma no es consecuencia del cristianismo, por tal razón Agustín de Hipona crea uno de sus grandes escritos: Ciudad de Dios, donde busca desacreditar las ideas de que el paganismo hubiera evitado el derrumbe del Imperio Romano[5]. El principal argumento de esta obra literaria es que la ciudad terrenal debe adecuarse a la ciudad celestial, cosa que no hizo Roma, de ahí la caída de su Imperio. Así, sobre el Estado San Agustín piensa que el fin del hombre se deriva del fin del Estado, el cristiano correcto, debe servir al último fin del hombre que consiste en la unión con Dios. Por tal razón, no es de extrañar que la corriente agustina considere que la iluminación divina es un proceso constante dado por Dios en cada persona, y que está condicionado por lo que piense la Iglesia, dada su tradición y exigencias bíblicas.
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