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Filosofía de la Edad Moderna y Contemporánea


Enviado por   •  25 de Febrero de 2018  •  Ensayo  •  5.965 Palabras (24 Páginas)  •  363 Visitas

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Introducción

Para poder entender a los filósofos de la Edad Moderna y Contemporánea, primero debemos entender el contexto social en que surge esta nueva forma de pensar y, además, debido a qué se produjeron estos cambios. Fueron muchísimos los eventos que se sucedieron en ambas etapas, tanto en el orden social, político, cultural y filosófico. Además de haberse planteado una nueva concepción sobre el mundo (recuérdese que en esa época Colón descubre América, aparece la Revolución Industrial, entre otros), se produce un cambio en la manera de ver la religión pero, particularmente, en el ámbito filosófico, sumado a la revolución científica –como las conclusiones que propuso Copérnico con su teoría heliocéntrica de la tierra, las teorías de Isaac Newton sobre la leyes gravitacionales- se produce la caída de la escolástica vigente y el resurgimiento de nuevos esquemas conceptuales totalmente lejanos del antiguo modo de pensar que normalmente se dividían entre el Platonismo y el Aristotelismo. La filosofía moderna y contemporánea busca hacer planteos gnoseológicos como ser: ¿Qué existe? ¿Qué capacidad tiene el hombre para conocer? ¿Cómo podemos descubrir la verdad? ¿El hombre es un ser individual? Dicho esto es entendible, entonces, que las estructuras de pensar y conocer antiguas ya no tienen, por lo menos no en su totalidad, cabida en esta nueva era.

Para muchos la filosofía moderna se inicia con el pensamiento de Descartes (1596-1650) -por ello, conocido también como el Padre de la Filosofía Moderna-. Para este filósofo, todos los pensamientos y conocimientos sobre las cosas dejan de valer; por lo cual comienza, muy decididamente, a edificar nuevamente a la ciencia construyéndola desde nuevos criterios. Quiere, en síntesis, construir una nueva filosofía dejando de lado los supuestos medievales y por ello crea su filosofía conocida como Racionalismo. La idea de este sistema de pensamiento, como bien dice su nombre, es poner de manifiesto que la Razón es el único elemento que legitima nuestros conocimientos, hay una supremacía porque sólo mediante ella podemos llegar a la verdad. Debemos, dice Descartes, tener plena confianza en la razón desconfiando en aquel conocimiento que proviene de los sentidos, ya que estos nos engañan. Lo que quería era encontrar una verdad que no pueda ser puesta en duda, “algo que pudiera aferrarse de manera indubitable porque en ese algo la verdad fuera por sí misma patente y evidente” (García Astrada, 1984); y guiándose por el método matemático y geométrico – ya que consideraba que en éste método no caben errores, siempre se llega a la verdad, además de que son observables y universales- afirma que la duda nos ayuda a ir cribando aquellas proposiciones que se nos muestran como verdaderas. La duda, como método, está en función de poder probar verdades científicas, y para llegar a tales verdades se debe tener en cuenta cuatro reglas fundamentales, a saber :

1) No aceptar nunca una idea que no sea clara y distinta.

2) Dividir cada problema en tantas partes como sea necesario.

3) Ordenar los pensamientos desde lo simple hasta lo complejo.

4) Verificar siempre con cuidado que no haya omisiones

Sin embargo, Descartes afirma que yo puedo dudar de todo lo que se me presenta como mediato, lo que está más allá de mi pensamiento… pero de lo que me es imposible dudar es que yo estoy pensando, yo soy una cosa que piensa, y este pensamiento existe porque es lo único que es inmediato, es irrefutable; pero, además, dadas tales afirmaciones podemos suponer que si dudar es pensar, pensar es existir y de ahí la famosa frase “pienso, luego existo”. Y es válido, a partir de esta concepción, cuestionarse ¿el mundo exterior, existe? Descartes dirá que el mundo exterior es dudoso, que la realidad se nos presenta como oscura y confusa, y es a la duda metódica a la cuál debo someterlas para verificar si lo que se me presenta es verdadero, si son proposiciones claras y distintas. Pero, sin embargo, Descartes nos advierte de que puede estar la posibilidad de que haya un genio maligno que me engañe sobre las cosas que yo considero que son claras y distintas. Lo que quiere explicar con esta hipótesis es que un pensamiento no contiene nunca, dentro de su estructura, ninguna garantía de que el objeto que pensamos corresponda a una realidad fuera del pensamiento mismo. Pero esta idea termina cayendo en un solipsismo, queda atrapada en su propio yo; por eso recurre a probar la existencia de Dios para poder superar este problema. Para entenderlo mejor, Descarte nos advierte que en nuestro pensamiento existen las ideas, pudiendo estas ser de tres formas :

a) Adventicias: aquellas que parecen extrañas al pensamiento y son originarias de afuera.

b) Facticias: aquellas inventadas o hechas por el hombre.

c) Innatas: aquellas independientes de la experiencia y que poseemos en nuestra mente. Ayudándonos a construir nuestro conocimiento.

Y es por las ideas innatas que Descartes comenzará a probar la existencia de Dios. Nos dice que probando tal existencia nos garantizamos que los objetos pensados por ideas claras y distintas son reales, ya que pensar en la idea de Dios como ser supremo, omnipresente y omnipotente, es pensar en la perfección; pensar a este Dios perfecto que me hace conocer –clara y distintamente- las verdades del mundo porque Él, al ser una Sustancia que no necesita de otra cosa para existir, no puede engañarnos. Pero no sólo podemos saber que Dios existe por esta premisa, también se nos muestra mediante la claridad de nuestro pensamiento cuando, dice Descartes, “la idea se manifiesta directamente a mi espíritu” (Educatina, 2012) porque clara y distintamente, se reconoce la propia idea de Dios como ser perfecto y tal es su perfección que no puede dejar de existir. En este Ser Supremo, entonces, se liga la esencia con la existencia como dos características inseparables. Dios es garantía de todo conocimiento claro y distinto, Dios es garantía, en última instancia, de toda verdad.

La oposición más clara a la corriente Racionalista fue el Empirismo, el cual, basa sus postulados en la experiencia como origen del conocimiento; uno de sus contribuyentes que más influencia tuvo en pensadores posteriores fue el escocés David Hume (1711-1776). Este pensador, iluminado por las teorías de Isaac Newton, rechaza la idea de que la razón es la única forma de adquirir conocimiento; es más, niega las ideas innatas afirmando que, cuando nacemos, nuestra mente es una tabula rasa. No es posible, dice Hume, “consultar a la imaginación para ver desde que perspectiva se puede ‘construir’ el sistema del mundo. La única forma es poder descubrirlos desde la observación detenida

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