Frankenstein

El romanticismo se desarrolló en Europa en el siglo XIX y Mary Shelley es una de las escritoras más importantes de esta época. En el romanticismo predominan la naturaleza y los sentimientos sobre la razón, la persona creada por Víctor Frankenstein nos muestra muy claro estas características. En Frankenstein, el hombre creado describe todo el tiempo que es lo que siente, y poco a poco muestra cómo la sociedad marcó su carácter y sus sentimientos. En el principio de la novela, este hombre es muy amable y tiene sentimientos de bondad, pero al empezar a viajar, la sociedad lo ve como un monstruo y entonces empieza a actuar como uno. (Romanticismo, pár. 1, 7)

Cuando el ser que crea Frankenstein despierta, él queda aterrorizado y escapa de su departamento. Mientras tanto este ser, sin saber quién es, sale del departamento y se va al bosque, empieza a conocer sus necesidades y empieza a descubrir lo que le gusta, cómo la naturaleza. “Me encantó el descubrimiento de que el agradable sonido que llegaba muchas veces a mis oídos salía de la garganta de los pequeños animales alados…” (Shelley, 83). A esta persona le encanta la naturaleza, le gusta escuchar a los animales y ver los distintos paisajes que se le presentan en sus viajes, todo esto hace que se sienta tranquilo y feliz.

Pero aparte de la naturaleza también descubre que puede llegar a sentir amor y afecto hacia otras personas. Después de ser atacado por las personas de una aldea, él se refugia en una casa en donde vive una familia humilde y bondadosa. Para él la familia De Lacey era su protectora y empieza a sentir afecto hacia ellos. “Los suaves modales y el aspecto agradable de los moradores de la cabaña despertaron en mí un gran cariño hacia ellos. Cuando eran desgraciados yo me sentía deprimido; cuando se alegraban, simpatizaba con su alegría”. (Shelley, 91). Quería a sus protectores y al darse cuenta que eran infelices y con pocos recursos empezó a ayudarles a conseguir leña, con la cosecha y a quitar la nieve cuando era necesario.

La familia De Lacey también lo ayudó. Con ellos aprendió su idioma y a leer. Consiguió libros y se comparaba con los personajes que salían en ellos, pensaba que era más miserable que Satán porque estaba sólo y porque parecía un monstruo, pero quiso seguir aprendiendo más para poder comunicarse con sus protectores. “El deseo del monstruo de dominar el lenguaje humano crece con su aspiración de ser aceptado y querido por la familia De Lacey- y por supuesto, por toda la sociedad” (Chao, 224). Él pensaba que aprendiendo el idioma y explicarles quién es y cómo los ha ayudado, los integrantes de la familia lo iban a querer aunque pareciera un monstruo. Pero se equivocó, antes de poder explicarle a toda la familia quién era, lo rechazaron al igual que las personas de la primer aldea que visita.

Al ser rechazado por las personas que más quería pierde esperanzas y queda

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