Ilustracion
Enviado por 98070250713 • 14 de Octubre de 2014 • 810 Palabras (4 Páginas) • 467 Visitas
La pereza y la cobardía son causa de que una tan gran parte de los hombres continúe a
gusto en su estado de pupilo, a pesar de que hace tiempo la Naturaleza los liberó de ajena
tutela (naturaliter majorennes); también lo son que se haga tan fácil para otros erigirse en
tutores. ¡Es tan cómodo no estar emancipado! Tengo a mi disposición un libro que me
presta su inteligencia, un cura de almas que me ofrece su conciencia, un médico que me
prescribe las dietas, etc., etc., así que no necesito molestarme. Si puedo pagar no me hace
falta pensar: ya habrá otros que tomen a su cargo, en mi nombre, tan fastidiosa tarea. Los
tutores, que tan bondadosamente se han arrogado este oficio, cuidan muy bien que la gran
mayoría de los hombres (y no digamos que todo el sexo bello) considere el paso de la
emancipación, además de muy difícil, en extremo peligroso. Después de entontecer sus
animales domésticos y procurar cuidadosamente que no se salgan del camino trillado donde
los metieron, les muestran los peligros que les amenazarían caso de aventurarse a salir de
él. Pero estos peligros no son tan graves pues, con unas cuantas caídas aprenderían a
caminar solitos; ahora que, lecciones de esa naturaleza, espantan y le curan a cualquiera las
ganas de nuevos ensayos.
Es, pues, difícil para cada hombre en particular lograr salir de esa incapacidad,
convertida casi en segunda naturaleza. Le ha cobrado afición y se siente realmente incapaz
de servirse de su propia razón, porque nunca se le permitió intentar la aventura. Principios y
fórmulas, instrumentos mecánicos de un uso o más bien abuso, racional de sus dotes
naturales, hacen veces de ligaduras que le sujetan a ese estado. Quien se desprendiera de
ellas apenas si se atrevería a dar un salto inseguro para salvar una pequeña zanja, pues no
está acostumbrado a los movimientos desembarazados. Por esta razón, pocos son los que,
con propio esfuerzo de su espíritu, han logrado superar esa incapacidad y proseguir, sin
embargo, con paso firme.
Pero ya es más fácil que el público se ilustre por sí mismo y hasta, si se le deja en
libertad, casi inevitable. Porque siempre se encontrarán algunos que piensen por propia
cuenta, hasta entre los establecidos tutores del gran montón, quienes, después de haber
arrojado de sí el yugo de la tutela, difundirán el espíritu de una estimación racional del
propio valer de cada hombre y de su vocación a pensar por sí mismo. Pero aquí ocurre algo
particular: el público, que aquellos personajes uncieron con este yugo, les unce a ellosmismos cuando son incitados al efecto por algunos de los tutores incapaces por completo de
toda ilustración; que así resulta de perjudicial inculcar
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