LA TIERRA DE PROMISIÓN LA HAN MANCHADO
Enviado por joselenel • 10 de Mayo de 2014 • 1.614 Palabras (7 Páginas) • 178 Visitas
LA TIERRA DE PROMISIÓN LA HAN MANCHADO Y HAY QUE LIMPIARLA
634.—Se rompe el alma de dolor y el corazón manifiesta su agobio en lágrimas que a los ojos llegan y queman las mejillas, ante el espectáculo que se presenta a mi vista, en el mismo momento que pongo este epígrafe; y ese espectáculo es, una procesión del hambre compuesta por unos mil hombres que pasan con cara macilenta, pidiendo pan, pidiendo trabajo; y aun van dando ejemplo de cultura, pues respetan a la policía que les recomienda el orden; y esta procesión, es sólo del barrio más despoblado y de más bienestar, por haber en él una crecida mayoría de vecinos rentistas y altos empleados. ¿Qué pasará en los barrios extremos? ¿Qué pasa en el riñón de la ciudad?
635.—Cualquier negocio, cualquier taller, puede ser testigo de escenas que se le presentan y miserias que se le descubren de hombres fuertes que piden trabajo o limosna; de mujeres jóvenes y bellas que entran y después de excusas y bajando la vista, sonrojadas, piden, para llevar pan a sus hijos, para sus padres viejos y enfermos y, aun para su esposo que está arrinconado y la vergüenza y la dignidad no le permite lanzarse a pedir limosna, porque tiene conciencia de que es un hombre de valía; y por que si pide limosna al que mañana lo podía emplear, se rebaja ante su vista y el abuso sería mayor y lucha con el hambre; y lucha con el casero que lo lanzará a la calle, cual si fuera un trasto inservible; un guiñapo deshilachado y podrido. En la conciencia de los supremáticos causantes de todo este mal, no son otra cosa que un guiñapo, los hombres del trabajo, que no tienen más que el salario que les quieren dar por una inhumana ley social, por una rastrera ley política y por una inmunda religión que originó las otras dos causas.
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639.—Mas hace años, cuando aun florecía el bienestar en esta tierra fecunda, a más de dos diplomados señalé algunos de los puntos que traerían días tristes, aquí, a donde no debería jamás llegar la miseria, y... ¡Se rieron... del pobre obrero! ¿Qué vale un obrero en sus juicios, ante un señor Doctor? ¿No ha cursado él en la Universidad? ¿No se ha quemado él las cejas (así han dicho) estudiando los clásicos, las leyes y los códigos? Ellos son doctores y saben más que el obrero, y ahora vemos todo su saber, toda su ciencia, toda su habilidad, todo el producto que el pueblo recibe de ellos, en pago de que produzca para sostener la Universidad, el Congreso, el Gobierno, y la Nación.
640.—Sin embargo, saben predicar que, “A grandes males, grandes remedios”. Pero, un cura en Castilla decía : “Predicar no es dar trigo”. Decía la verdad, a la par que confirmaba su verdadera religión; La panza.
641.—Mas sí yo les probara a los que no oyen al obrero, al pueblo, con la matemática pura que el que es capaz de aprender en los textos de otros, aprende, porque cabe en su alma, en su conciencia, que es el archivo de su espíritu; y que si cabe lo que aprenden, es porque “caber es haber vacío”. ¿Qué dirán? ¿Con qué razón pueden rebatir ese axioma? Sólo con una: “No podemos admitir más ciencia que la de la Universidad”. Con esto manifiestan que están dogmatizados. Pero hoy, los trabajadores, los obreros que pueden decirles la verdad de la sabiduría, adquirida en las luchas duras de la vida productiva, tienen también el derecho de decirles: La Universidad la sostenemos nosotros, para que aprendan los que no saben estudiar en el universo, que es la verdadera Universidad, en la que, por el trabajo, se crea la ciencia, que es posterior al trabajo, porque sin trabajo primero, no puede haber ciencia. Tampoco esta verdad pueden deshacerla los doctores.
642.—¿Porqué he tomado primero esta clase de la sociedad, para señalar los males de este país, corazón de la tierra de promisión? No es inquina a la clase, para la que hay en mí mayor respeto; es porque esta clase doctorada se ha vulgarizado más que las patatas, por especulación, buscando la diputación que es bien pagada y otras posiciones con remuneraciones pingues; y debiendo mirar por el bien común, primero que el bien propio, porque este es el requisito preeminente del legislador y gobernante, nos encontramos hoy, casi con un doctor en cada casa y con el desbarajuste mayor en el Gobierno de la Nación.
643.—Bello es que todo hombre se ilustre y cercano está el día en que todos los hombres recibirán la misma instrucción y serán todos doctores en la ciencia de su arte, oficio y ocupación; pero serán todos igual trabajadores productivos y harán las leyes, todas para el bien común, en verdadero plebiscito y por
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