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La Odisea Sedienta en un mundo al borde del colapso


Enviado por   •  28 de Febrero de 2024  •  Ensayo  •  1.300 Palabras (6 Páginas)  •  39 Visitas

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La Odisea Sedienta en un mundo al borde del colapso

En el abrazo mágico del bosque, me encuentro, tendido y entregado a la majestuosidad que se despliega ante mis ojos. La frescura del ambiente acaricia mi piel, mientras un vasto cielo azul, despejado y coronado por un sol radiante, se extiende frente a mí. Mi espalda, húmeda por el rocío del pasto, se fusiona con la tierra, creando un vínculo palpable.

Muevo mis manos ligeramente, percibiendo la cálida caricia del sol sobre mi piel y el vapor que emana de la tierra. En este rincón de paz, me sumerjo en la sinfonía de aromas que danzan en el aire: el frescor del musgo, la humedad impregnada en las rocas, las piñas de los pinos, los eucaliptos, las flores silvestres. Mis sentidos se agudizan, especialmente mi oído, capturando el melódico despertar de los pajarillos que llenan la mañana.

A lo lejos, el suave murmullo de un flujo de agua se une al concierto natural. Identifico la canción de un cenzontle, cuyo canto magnífico llena el espacio, multiplicándose en una sinfonía coral que envuelve el bosque. Embrujado por estas melodías, me aventuro más profundamente en esta pequeña travesía, maravillándome con cada detalle: helechos deslumbrantes, flores de colores vibrantes y un ciervo majestuoso que se acerca a beber con serenidad en la cascada cristalina.

La naturaleza despliega su esplendor a mi alrededor, y mientras me inclino para probar el agua fresca del río, me sumerjo en un deleite sensorial. Al recostarme en el suave pasto, contemplo extasiado el panorama, sintiéndome parte de este Edén natural.

Pero de repente, una voz familiar rompe el encanto: "¡Isaac, despierta! ¡Es muy tarde!, por favor, amor ¡ya es muy tarde!", doy un sobresalto y abro los ojos, dejando atrás el paraíso onírico. La realidad se impone, y me encuentro de vuelta en mi vida cotidiana, lejos de la magia que solo existía en mi sueño.

Me levanto de la cama con una sensación agridulce, consciente de la carencia de agua que embarga mi entorno. La lucha diaria por obtener este preciado líquido se vuelve más palpable, y la belleza del bosque se desvanece ante la cruda realidad.

Me preparo para un día más, un día en que suplico termine, no soporto ver la vida desbordándose ante mis ojos, no tolero ver a todos las especies con vida desfalleciendo bajo el sol abrazador, me parte el corazón ver a mis hijos sedientos implorando un poco más de agua.

Mi hija, Lissa, creó que muy pronto estará en un lugar mejor, ya no tenemos nada que podamos intercambiar por un poco de agua, no tenemos trabajo, ¡nadie tiene trabajo! ,  sus riñones están ya muy dañados por la falta del líquido en su pequeño cuerpo, me embarga el coraje, porque en su momento pudimos haber hecho algo sin llegar a esto, me acobardo, me frustró cada vez más por no poder sacar adelante a una familia, la familia que tantas veces había soñado cuando era más joven, me prometí dar lo mejor de mi para que jamás sufrieran carencias, pero al verme ahora en un espejo, y aparentar una edad mucho mayor a la que tengo, ni siquiera puedo desahogarme llorando, no tengo lágrimas, solo la sensación de picor en mi corazón, ese picor que embarga mi cuerpo de las uñas de los pies, hasta mi tenebrosa calva. Tomo una pañoleta y la empapo con un poco de aceite mineral que deslizo sobre mi cuerpo, es la nueva forma que adoptarnos para asearnos.

En un mundo sediento, donde cada gota de agua se vuelve más valiosa que el tesoro más preciado, nos encontramos inmersos en una batalla desgarradora por la supervivencia. Las calles, una vez llenas de vida, ahora son testigos de conflictos desesperados. Las tiendas, antes rebosantes de productos, se hallan desiertas, y la desesperación se cierne sobre la sociedad como una sombra implacable. La escasez de agua desata un conflicto sin tregua, donde la vida se juega botella a botella.

A medida que el tiempo avanza, la situación se vuelve más sombría. Enfermedades se propagan con rapidez alarmante, los recursos se agotan a pasos agigantados y la desolación pinta el paisaje con tonos oscuros. La realidad, lejos del paraíso que alguna vez imaginé, nos enfrenta a un mundo al borde del colapso, donde la sed y la desesperanza son moneda de cambio.

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