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La actividad política y los principios éticos normativos


Enviado por   •  30 de Marzo de 2013  •  6.443 Palabras (26 Páginas)  •  804 Visitas

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La actividad política y los principios éticos normativos

Cristian Andino

En tiempos en que la mayoría de las personas tienen una visión negativa de la política y ven dicha actividad como sinónimo de corrupción, de deslealtad y de pillaje, como si todos los que se meten en política, tienen que necesariamente contaminarse con la pestilencia de la corrupción.

Más aún, en épocas como las nuestras, en que cada partido, o candidato político se ve enfrentado en una carrera apresurada, y en buena parte inescrupulosa, por la caza de potenciales “clientes”, urge preguntarse de nuevo en qué consiste la esencia de la actividad política, y su posible relación con la ética. ¿Ética y política se excluyen mutuamente o existe relación entre ambas? ¿Cuáles son los principios que deben guiar la actividad política? ¿Es la ética un simple añadido a la política, o una parte esencial?

Desde la Grecia clásica, el viejo Aristóteles habría hecho notar la intima relación existente entre ética y política, al señalar en su Ética a Nicómaco que el ciudadano virtuoso, alcanza la realización plena de una vida feliz (eudaimonía) en la práctica del bien y las virtudes que se expresan en la participación activa de la realidad política.

Según el ideal aristotélico, tanto ética como política implican a la primera persona, pues es el individuo ético quien por medio de la práctica de las virtudes (éticas y dianoéticas) puede y debe participar de los asuntos políticos de su sociedad.

Sin embargo, desde los inicios de la modernidad, este proyecto ético-político aristotélico ha sufrido una escisión progresiva. El más radical consistió en declarar inviable la idea de una doctrina normativa de la felicidad humana dotada de validez universal.

Al respecto, es sabido que los análisis realistas de Maquiavelo, y sus consejos políticos, expresados en su obra “El Príncipe”, significaron el advenimiento definitivo de la Política como “ciencia” moderna separada de la ética. Tras él, un hito importante en la separación definitiva de la ética y la política, lo dio Inmanuel Kant al desvincular taxativamente moralidad (autonomía) y legalidad (heteronomía). La moralidad, correspondería al plano ético, único nivel que permite al sujeto el cumplimiento de los “imperativos categóricos”, que vienen a ser leyes universales dictadas para cualquier sujeto racional. Por su parte, la legalidad queda al frío arbitrio del derecho.

¿Qué produjo esta escisión? Que la ciencia política y su correspondencia en el derecho, tomen un camino opuesto al de la ética; ésta última arrinconada a la vida privada, o a la mera especulación filosófica, sin posibilidad de dictar normas vinculantes en la vida pública.

Por tales causas se nos plantea en la época contemporánea el urgente desafío de volver a unir ambas disciplinas, de tal modo que no se excluyan mutuamente, de que la ética no sea más esa eterna incomprendida en el terreno político y en la fundamentación del derecho positivo.

Hacia una nueva formulación ético-política contemporánea

Para reformular las nociones de ética y política, habrá que comenzar por redefinirlos. Para responder a la pregunta de qué es la política en función a la ética, debemos señalar -siguiendo la teoría de los campos de Bourdieu- que el ser humano atraviesa diversos campos prácticos. Todo lo que denominamos político (acciones, instituciones, principios, etc.) tienen como espacio propio lo que podemos llamar el “campo político”. Cada actividad práctica (familiar, económica, deportiva, etc.) tiene también su campo respectivo, dentro del cual se cumplen las acciones, sistemas, instituciones propias de cada una de estas actividades.

Ahora bien, es sabido que la esencia de la actividad política, gira entorno al poder, de allí que también se requiera, urgentemente, reformular esta noción. Según Maquiavelo, la política consiste en el arte de obtener, conservar y aumentar el poder. En otros términos, pero en el mismo sentido Max Weber define el poder como “dominación legítima ante obedientes”. Esta definición encierra en sí misma la contradicción de que si el poder es legítimo, no puede ser concebido como dominación. Debe decirse que la gran mayoría de las teorías políticas modernas y contemporáneas en el mundo occidental, -desde Hobbes, Kant, Carl Schmitt, Weber, Foucault, Ralws, Habermas, etc.- entienden el poder como dominación legítima.

Sin embargo, podemos decir siguiendo a pensadoras como A. Harendt, que el poder puede entenderse desde una concepción positiva. En esta misma línea E. Dussel -filósofo latinoamericano- afirma que el poder debe entenderse como potentia (el poder- en- sí) y como potestas (el poder fuera- de- sí).

El poder político como potentia, se ejerce en la comunidad, es decir, como poder que tiene la comunidad como una facultad o capacidad que le es inherente a un pueblo en tanto última instancia de la soberanía, de la autoridad, de la gobernabilidad, de lo político. Pero el poder hay que institucionalizarlo, porque representa el ser-en-si indeterminado -desde Hegel- que se determina por medio de la institucionalización (ser-fuera-de-si).

Allí se produce la potestas, que comienza cuando la comunidad política se afirma a sí misma como poder instituyente, es decir, delega el poder al estado o al soberano, quien lo ejerce en obediencia al pueblo (obediencialmente) o a la “voluntad general” en términos de Rousseau.

La comunidad es la que detenta el poder, y su cede es una voluntad de vida. Pero esas voluntades deben estar unidas, es así que desde Jürgen Habermas, y su “razón Discursiva” podemos hablar de un principio democrático fundamental: “las voluntades deben tener acuerdos, a partir de razones, por participación simétrica de todos los afectados”.

No obstante, ese poder político, delegado por el pueblo al gobernante, puede volverse fetichista. Al respecto, podemos sostener –siguiendo una tesis básica de Marx- que el fetichismo en política tiene que ver con la absolutización de la “voluntad” del representante que deja de responder, de fundarse, de articularse a la “voluntad general” de la comunidad política que dice representar, y busca satisfacer sus meros intereses personales o sectarios.

¿Qué papel cumple la ética en esta reformulación política? Con esta formulación se descubre que la ética no puede aparecer sólo como complemento de la política (ética-política), como algo que viene desde fuera, sino que debe entenderse como fundante de los principios

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